Pese a que en la ex URSS el filme estuvo congelado porque los censores vieron en él cierta advertencia ecologista, en rigor, Adios a Matiora contiene mucho más que un planteo verde. El filme de Klimov enfrenta a sus personajes con una tragedia cultural. Matiora era una isla situada en la parte central de Rusia en medio a un gran río, pero como la Higueras de Las Huellas Borradas (Enrique Gabriel), será inundada para facilitar la construcción de un embalse. La madre tierra ofrenda su sacrificio en aras del progreso. Esa es la tragedia de los habitantes de Matiora.
No es casual que el conflicto se dispare cuando unos empleados pretendan usar sus palas contra el cementerio de la aldea; contra los ancestros, contra lo más tradicional. La narración del filme se apoya en escenas de gran energía provista por las actuaciones, una marca del cine ruso, pero además en ingredientes alegóricos (la escena en la que sus hijos buscan en la tiniebla del río a Daria, una vieja que nació en Matiora y allí vió nacer a sus nietos, es potentísima).
Matiora también es una puesta coral porque muestra cómo los personajes de la nueva y de la vieja generación viven el destierro, los jóvenes adelantando el fin, los viejos aferrándose al lugar hasta el último momento. El fuego, que en tantas puestas ha servido para purificar, oficiará aquí la irrevocable desaparición de Matiora.
FA 3753
No hay comentarios:
Publicar un comentario