La rodilla de Clara
Un escritor intenta conquistar a una joven que tiene novio.
Instigado por una novelista, lleva adelante una operación de seducción que
tiene mucho de afirmación personal. (FILMAFFINITY)
1971: Festival de San Sebastián: Concha de Oro
1971: Globos de oro: Nominada Mejor película extranjera
1971: Círculo de críticos de Nueva York: Nominada a Mejor Guión
Quinta entrega de la seria de seis films titulada “Los cuentos morales”, del
realizador francés Éric Rohmer. El guión, del propio Rohmer, desarrolla una idea
de Alfred de Graaff (supervisor de producción del film). El film se rueda en
escenarios naturales de Annecy (Alta Saboya, Francia) durante el verano de
1970. Nominado a un Globo de oro, gana el Premio Louis Delluc y la Concha de
oro (mejor película) del Festival de San Sebastián. Producido por Barbet
Schroeder y Pierre Cottrell (“Mi noche con Maud”, 1969) para Les Films du
Losange, se estrena el 15-XI-1970 (Francia).
La acción dramática tiene lugar en el Lago de Annecy y alrededores durante
varias semanas (junio/julio) del verano de 1970. Jerome Montcharvin (Brialy),
diplomático, agregado a la embajada de Francia en Suecia, de 35 años, que se
halla a punto de contraer matrimonio con su novia sueca, acude a Annecy con el
propósito de gestionar la venta de la antigua vivienda familiar de verano. Allí
coincide con su antigua amiga, la novelista italiana Aurora (Cornu), que le
presenta a sus amistades. Ocupada en una novela sobre las relaciones amorosas
de una adolescente y un hombre mayor, le ruega que atienda a Laura Walter
(Romand), una quinceañera que se siente atraída por él, hija de la propietaria
de la casa en la que se aloja. De ese modo cree que le podrá ayudar a componer
los pasajes centrales del relato. Las cosas se tuercen cuando Jerome se siente poderosamente
atraído por Clara (Monaghan), hermanastra de Laura, de 16 años, aficionada al
tenis, al voleibol y a navegar en canoa por el lago. Tiene novio, Gilles
(Falconetti).
El film suma drama y romance. El realizador construye un relato desprovisto prácticamente
de acción física, que trata de concentrar la atención del espectador en lo que
ocurre en la mente del narrador (Jerome). La narración no explica, ni dice, ni
expone, sino que se limita a mostrar, sin artificios, la evolución de los
pensamientos y sentimientos interiores del protagonista. Le interesa, sobre
todo, que el espectador perciba las emociones interiores del mismo. Para ello
le invita a la contemplación directa y sincera.
Es importante que el espectador entienda en sus justos términos la supuesta
fijación de Jerome por la rodilla de la muchacha. La rodilla no es un elemento
fetichista a la manera de los pies en Buñuel o Truffaut. No es ni un símbolo,
ni una alegoría que trasmita sugerencias o indicaciones sobre el deseo de
posesión de Jerome. Es la supresión de la idea de posesión o,
substitutivamente, su sublimación perfecta y completa. El placer no estriba
tanto en el acto físico, como en la búsqueda y la aplicación de las estrategias
y los juegos de seducción para conseguirlo.
En este orden de cosas, Jerome percibe que en su interior la pasión le impide
seguir jugando a hacer mentalmente de conquistador mediante caricias
prolongadas de las rodillas de Clara. Si prosigue, corre serios riesgos de
echar a perder su próxima boda y la estabilidad emocional de su espíritu. El
protagonista monta su juego no como una operación concreta de conquista, sino
como un ejercicio de experimentación, entretenimiento y de afirmación personal
en la que posiblemente es la última ocasión que tiene de hacerlo, dada la
proximidad de la boda.
La serie de los cuentos morales consta de seis films: “La panadera de Monceau”
(1962), “La carrera de Suzanne” (1963), “La coleccionista” (1967), “Mi noche
con Maud” (1969), “La rodilla de Clara” (1970) y “El amor después del mediodía”
(1972). La realización de los mismos tiene lugar a lo largo de un decenio:
1962-72. La historia es similar en todos los casos: un hombre se relaciona con
dos mujeres jóvenes, de modo que mientras busca a una de ella, encuentra a la
otra. Rohmer los llama morales porque los elementos principales que los
conforman no son físicos, sino mentales. “La rodilla de Clara“ es para algunos
el más conocidos de los seis films de la serie y uno de los mejores de la
misma.
El film presta especial atención a los aspectos visuales. Rohmer se proponer
acercar el estilo plástico del relato a la estética de Gauguin. De ahí su
preferencia por los tonos cromáticos uniformes, las superficies planas
verticales (montañas) y horizontales (superficie del lago), los colores
primarios (azul cian, amarillo cadmio y rojo magenta) y el blanco. Evita las
imágenes de postal, situando la cámara sólo ante dos paisajes, que emplea casi
siempre como fondo de las figuras de los personajes. Diseña el vestuario de
acuerdo con sus preferencias cromáticas: admite sólo vestidos estampados de
flores, a la manera de los que pintaba Gauguin.
La fotografía, de Néstor Almendros, en color (eastmancolor), busca la
naturalidad, el realismo y la contención del color, el dibujo y la composición.
Capta la calidez estival de los escenarios, propicios para la explosión del
deseo y la pasión. (Miquel, FilmAffinity)
FA 6197