domingo, 20 de mayo de 2012

Alain Tanner - Requiem (1998)


La historia transcurre en Lisboa entre el mediodía y la medianoche del último domingo de un mes de julio. Ese domingo, que parece ser el más tórrido del año, también es el más propicio para alucinaciones y encuentros asombrosos. Bajo el efecto del calor, el tiempo se ha diluido, y pasado y presente se confunden. Los muertos y los vivos se encuentran y arreglan cuentas. Bajo la mirada del poeta Fernando Pessoa, en una Lisboa desierta, mantienen diálogos densos y ligeros a la vez, entre el sueño y la realidad, y se liberan del peso de su culpabilidad.
“En Requiem, el límite clásico de Tanner reviste una dimensión exclusivamente temporal e interiorizada. Todos los personajes, sin excepción, son portadores de una simbología, y ninguno de ellos puede distinguir el sueño de la realidad” (Paola Malanga en Filmmaker).
FA 4721



Alain Tanner - Messidor (1979)


“Este proyecto, encargado inicialmente a Maurice Pialat, está basado en un hecho que alimentó a la crónica de los años '70 en Francia: dos adolescentes fugitivas emprenden un camino de delitos que las lleva a la muerte. En apariencia, el argumento parece muy lejos del universo de Tanner. Desde sus inicios, el cineasta suizo evitó este tipo de historias violentas con trasfondo social, que obligan a adoptar una forma demasiado realista o naturalista. Además, a Tanner le repugna instintivamente filmar la violencia física. ‘Matar a un personaje es un efecto especial generalmente gratuito’, dice. Así, Messidor es la única película de su filmografía en la que un personaje no muere de muerte natural. También es su obra más oscura, marcada por una desesperación que no está compensada por el humor habitual de las palabras y las situaciones. Tanner aceptó el proyecto con la condición de poder reescribir la idea original y llevar ese hecho sangriento a preocupaciones más personales: los límites de la libertad aquí son relacionados a la fuga violenta de las chicas en el espacio suizo.  La película quiere mostrar que es posible manchar ese espacio siempre demasiado tranquilo, transformado en campo de experiencias y juegos por los dos personajes. Primera película-ruptura en la que Tanner se despide de Suiza” (F. B.).
FA 4722

Alain Tanner - La salamandre (1971)


Con Bulle Ogier, Jean-Luc Bideau, Jacques Denis.
“Para Alain Tanner, La salamandra significó su primer triunfo público. La película fue presentada en el Festival de Cannes en 1971, en la sección Quincena de los Realizadores, e impuso definitivamente en el mundo el tono y el vigor corrosivo del nuevo cine suizo, con Tanner como director emblemático. El film se abre con una sucesión de imágenes enigmáticas, como las que se utilizan mucho en las reconstrucciones televisadas de hoy: un hombre limpia su fusil, sale el disparo; aparece furtivamente el rostro de una mujer. ¿Qué ocurrió? Esa apertura misteriosa le sirve de pretexto a Tanner para desarrollar un argumento metafórico: dos hombres, un periodista y un escritor, comienzan una investigación para descubrir la verdad sobre esa mujer. Cada uno emplea sus propias armas: uno, la investigación documental; el otro, la imaginación sin límites. Pero poco a poco las gestiones de ambos resultan vanas. La belleza de la película radica en su capacidad para dar un sentido sin subrayar el mensaje: la realidad predomina sobre el esfuerzo por aferrarla, una verdad de todo el cine moderno desde El ciudadano, y La salamandra es una respuesta suiza a ese film” (Frédéric Bas).
FA 4720



Alain Tanner - Dans la Ville Blanche (1983)


Con Bruno Ganz, Teresa Madruga, Julia Vonderlin.
“En la ciudad blanca es un punto de giro en el cine de Tanner, marcando además una ruptura estética en su obra. La fuga y el deseo de soledad eran los temas de Tanner, pero siempre se desarrollaban sobre un soporte proveniente del izquierdismo, hecho de conversaciones y de fantasmas lúdicos, un paraíso de palabras y de bromas extravagantes donde vivían los personajes. No hay nada de eso en esta película que impresiona por su silencio, por su poesía despojada y su oscura melancolía. ¿Acaso el director suizo recordó su juventud en la marina mercante para imaginar este retrato de un marino (sublime Bruno Ganz) que deja todo para fundirse en cuerpo y alma con Lisboa? Con este film, Tanner se consolida como un gran director del territorio. El mapa de Tendre (país imaginario) del personaje y la topografía de la ciudad terminan por confundirse poco a poco. Porque el sueño loco del marino tal vez sea simplemente convertirse en Lisboa”  (Frédéric Bas).
FA 4723


Alain Tanner - Jonas qui aura 25 ans en l'an 2000 (1976)


Alain Tanner - Jonás, que cumplirá los 25 años en el año 2000 (1976)


Esta pelí­cula nos muestra cómo a mediados de la década de los años setenta unos cuatro hombres y cuatro mujeres están relacionados, de una manera o de otra, con los sucesos de mayo del 68 y, a su modo, hacen una especie de guerra intentando cambiar las cosas pero siendo conscientes de su anterior derrota. Treintañeros, que han vivido los revolucionarios años sesenta, comparan con éstos sus momentos presentes. Jonás, un niño de seis años, es el portador de las esperanzas de todos ellos en un futuro mejor.

Jonás, que cumplirá los 25 años en el año 2000 es una comedia de humor y de amor, de ternura y crueldad… También es una comedia polí­tica, abierta a la esperanza.
Los ocho personajes principales tendrán entre 50 y 60 años en el año 2000, año en el que Jonás, que nace a lo largo de la pelí­cula, tendrá 25 años…
Se les llama “los pequeños profetas” porque sus profecí­as son pequeñas y porque no son conscientes de ser profetas en el sentido tradicional del término: no anuncian nunca sus profecí­as. Algunos de ellos ni siquiera son conscientes de que exista alguna profecí­a que les concierna, simplemente la viven, en su plano más cotidiano y simple, en un nivel existencial e individual.
Esto no significa que les falte generosidad o que no sean capaces de asumir los riesgos de las elecciones que hacen. No son ni militantes, ni hippies, ni partidarios de la vida comunitaria, son más bien lo que se podrí­a llamar gente común y corriente. Por esto mismo son también un poco absurdos, como pueden serlo los clowns, a lo que ellos responderí­an, y no les faltarí­a razón, que lo que es absurdo es el mundo que les rodea.

Muchas veces me parece que las pelí­culas utópicas son, aunque no se lo propongan, las más esencialmente violentas en el mensaje y en los diálogos, no sólo en la historia en sí­ misma, ni sólo porque se han atrevido a desafiar el sentido común a toda costa, es algo más, un estilo… un modo de hacer las pelí­culas para provocar una reacción, cualquier reacción en el espectador.
Jonás, que cumplirá 25 años en el año 2000 es una pelí­cula diferente, una pelí­cula utópica hasta el absurdo, pero, sin dudas, que no tiene nada de violento en la utopí­a que propone.
Es una pelí­cula dulce y que, por esta razón, permanece en la boca como el sabor de un alimento delicado que deja el deseo de gustarlo por una vez más.
Es fácil, muy fácil y muy agradable permitir al sabor de esta pelí­cula, al sabor de la utopí­a y de la esperanza, de que te permanezca en el corazón, y es también fácil compartir con lazos personajes el ideal en un mundo mejor.
Los personajes son tan ingenuos, tan fáciles de herir abiertos y indefensos, que es imposible no adorarlos, no sostenerlos cómo se serí­an de niños heridos, y consolarlos, contándoles un cuento en el que todos sus sueños se realizaran.
La pelí­cula no tiene una historia, real es sólo el cuento de un grupo de personas que ha echado el “mayo 68″ y tratan de conjugar la utopí­a con la realidad de la vida diaria.
Viven “con la cabeza en la utopí­a y los pies en la realidad”… y esperan, simplemente, que el futuro de Jonás será mejor, que Jonás conocerá un mundo diferente, lo que ellos sueñan, y que tratan de mantener vivo.
De esta manera todos sus gestos asumen un significado que es algo particular sólo para ellos: por ejemplo está el cajero que paga personalmente para la cliente pobre y agradable; el maestro que explica la historia con la ayuda de una salchicha; y Mathieus y Mathilde, que han decidido tener un hijo en la esperanza de esta nueva sociedad que sueñan.
Mathieus, Mathilde y los otros son conscientes de ser y de vivir fuera de la realidad, no hacen una bandera de ese modo de vivir, ni buscan prosélitos: simplemente continúan, calladamente, silenciosamente y testarudamente la batalla para sus sueños, dí­a tras dí­a.
Personajes cuyos nombres comenzaban todos por “M” en medio de una época post-Mayo del 68 que llevó a muchos de quienes participaron en aquella histórica revuelta a flaquear en su convicción por la realidad de lo conseguido. ¿Cómo será la vida 25 años después? Jonás lo verá.
Una pelí­cula para soñadores…

La claqueta



Alain Tanner es un director de cine suizo cuya obra se mueve en las primeras décadas de la posguerra, con una influencia evidente de los directores de la Nouvelle Vague con quienes trabajó durante su estancia en Francia, y por ende un reflejo de los cambios ideológicos que marcaron a la Europa de la segunda mitad del siglo XX.
A pesar de haber radicado en ocidente, su postura claramente de izquierda, comunista si se precisa, es un eje básico en Jonás que tendrá 25 años en el año 2000, una pequeña película sobre un grupo de hombres y mujeres “rebeldes”, idealistas, que durante la trama se conocen, se vuelven amigos, casan, y adaptan a una vida adulta.
Jonas, el hijo de uno de los matrimonios, nace en 1975, al tiempo que se estrena la película, y representa todas las esperanzas y cambios que en potencia aún podrían suceder en Europa después de la resaca de Mayo del 68 y el estancamiento de los principios capitalistas.
Hoy en día, Jonás  ya tendría treinta y siete años, y si ahora la película parece ser suave y llevadera, quizás hace tres décadas y media escondía fuertes opiniones políticas y subversivas.
Tenemos a un grupo de gente en Suiza, unidos ellos por la desesperación que trajo la crisis petrolera del 1968, año de tanta esperanza y tanta desesperación. Todos ellos quieren arreglar los problemas sociales que los rodean, cada uno de manera distinta. Desde ser renuente a usar químicos en la granja hasta aceptar trabajar removiendo estiércol, o  abriendo una escuela en oposición al sistema educativo tradicional. Cada personaje representa un punto de vista frente a un mundo cambiante , una postura tanto más radical o conservadora con respecto a un conjunto de valores en transición, que nos llevan a la incógnita de cuál será el mundo que le tocará al pequeño Jonás.
De una manera inocente, casi ingenua, se presentan las esperanzas de ese mundo a la deriva, manteniéndose a flote en una revolución casi conmovedora contra un capitalismo de facto que poco a poco acaba con las libertades de todos. Quizás la única debilidad del filme, hoy, 37 años después, es su base primordial de diálogos que le dan un ritmo un tanto lento, y el cambio generacional evidente, que no sólo puede, nostálgicamente, demostrar que esos ideales y sueños nunca se cumplieron, sino que ahora la mera mención de ellos parece ser anticuada, anticlimática, y digna de la indiferencia del público.
En retrospectiva, Tanner nos ofrece, a diez años después de los veinticinco que su porvenir tenía como límite, un momento de reflexión con respecto a lo que éramos, lo que somos y lo que esperábamos ser, y de esa manera, quizás con sus esperanzas ingenuas y sus condenados inocentes, nos proponga una oportunidad para replantearnos el mundo que queremos que nuestros Jonases personales, nuestros hijos, que heredarán cada ápice del mundo que ahora mismo moldeemos, tengan dentro de veinticinco años.

14:23 blog

Ripeado de vhs

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