Axel es un personaje extraño a la realidad, que ha interrumpido casi toda comunicación con sus semejantes y vive en estado de introspección. De él sabemos tan sólo que ha dejado su profesión de médico cirujano, y que está viviendo con su hermana y sus sobrinos. Recorre los bordes de la vida, que observa con una mirada atenta y distante, y vanos resultan los intentos de quienes se le acercan –casi todas mujeres– por rescatarlo de su mutismo, por establecer alguna proximidad. Su encuentro con una muchacha embarazada parece la oportunidad para producir un cambio, sacarlo del aislamiento, lograr alguna clase de acercamiento íntimo, aunque cada inicio de conversación con este ser inasible, impreciso, cae en el vacío. Adivinamos que se ha producido en él alguna fisura, y su rostro es una pantalla en la que los demás –personajes y espectadores– proyectamos nuestra curiosidad, nuestras fantasías: ¿qué ha causado la grieta? ¿Ha atravesado alguna tragedia en su profesión? La cirugía no parece una labor acorde con esa personalidad carente de la agresividad y decisión necesarias para cortar y penetrar los cuerpos. ¿Ha tenido problemas con el alcohol, que ya no bebe? ¿De qué lo está protegiendo su hermana? No hay explicaciones psicológicas, y el director Santiago Loza elige el peligroso desafío de descartar la vía de la narratividad. En el transitar sin rumbo, en esos tiempos muertos o vacíos, la errancia se encuentra interpelada por recurrentes referencias al nacimiento y la muerte.
En su más reciente novela, "Los incompletos", Sergio Chejfec describe un personaje desconectado de la realidad, en el estadio anterior a la disolución. Con un extraordinario trabajo sobre el lenguaje, dibuja el grado de indefinición de Félix, un ser vago, incierto, en estado de incompletud. La novela de Chejfec está muy próxima al film de Loza, sus procedimientos son similares, y hasta los nombres de ambos personajes presentan resonancias. Ante la escasez de diálogos, este joven director trabaja la imagen y el sonido con un obstinado rigor, casi pictórico: combina el retrato –la imagen de Axel en estado contemplativo– con naturalezas muertas –Axel forma parte de algunas de ellas– y paisajes, a veces estáticos, en planos fijos, y otras en largos travellings tomados desde lanchas o trenes que van a ninguna parte. En estos cuadros de un virtuosismo infrecuente en el cine argentino, fotografiados por Willi Behnisch, una gota de vino en el mantel blanco, un pan desgranado, unos grafitti en los muros del paisaje parecen tener más presencia real que ese hombre borroso e impreciso. La puesta en escena ascética y rigurosa se corresponde con el distanciamiento: personajes tomados de espalda, importante uso del fuera de campo, incluso los primerísimos planos de un ojo, todos ellos producen un efecto de extrañamiento. Por breves momentos, se oyen algunas frases musicales de Charles Alkan, que acentúan el clima melancólico. La elección no es azarosa: Alkan también decidió apartarse del mundo y suspender toda comunicación con el exterior. Acaso este es el camino de Axel antes de desvanecerse totalmente.
Extraño está apoyado en la fuerte presencia de Julio Chávez. Es difícil imaginar qué sucedería con otro actor en su lugar. El film fue pensado para él, quien dijo en una entrevista: "Este hombre mira piadosamente el mundo del que no se siente parte... Me propuse tener una presencia como si fuese una cámara que no opina. Intenté poner toda mi posible humanidad y vaciarla de contenido, para que sea reconocible y al mismo tiempo misterioso." Secunda a Chávez un coro de mujeres: Valeria Bertuccelli en otra actuación del todo perfecta, Raquel Albéniz, Eva Bianco y Chunchuna Villafañe.
Este film de pequeños gestos, de sugeridos inasibles, se inscribe en la estética del seco minimalismo del nuevo cine argentino, muy cerca del espíritu de Lisandro Alonso y Ana Poliak, quien es la montajista. Extraño, sin duda, misterioso y fascinante, este primer opus del cordobés Santiago Loza.
En su más reciente novela, "Los incompletos", Sergio Chejfec describe un personaje desconectado de la realidad, en el estadio anterior a la disolución. Con un extraordinario trabajo sobre el lenguaje, dibuja el grado de indefinición de Félix, un ser vago, incierto, en estado de incompletud. La novela de Chejfec está muy próxima al film de Loza, sus procedimientos son similares, y hasta los nombres de ambos personajes presentan resonancias. Ante la escasez de diálogos, este joven director trabaja la imagen y el sonido con un obstinado rigor, casi pictórico: combina el retrato –la imagen de Axel en estado contemplativo– con naturalezas muertas –Axel forma parte de algunas de ellas– y paisajes, a veces estáticos, en planos fijos, y otras en largos travellings tomados desde lanchas o trenes que van a ninguna parte. En estos cuadros de un virtuosismo infrecuente en el cine argentino, fotografiados por Willi Behnisch, una gota de vino en el mantel blanco, un pan desgranado, unos grafitti en los muros del paisaje parecen tener más presencia real que ese hombre borroso e impreciso. La puesta en escena ascética y rigurosa se corresponde con el distanciamiento: personajes tomados de espalda, importante uso del fuera de campo, incluso los primerísimos planos de un ojo, todos ellos producen un efecto de extrañamiento. Por breves momentos, se oyen algunas frases musicales de Charles Alkan, que acentúan el clima melancólico. La elección no es azarosa: Alkan también decidió apartarse del mundo y suspender toda comunicación con el exterior. Acaso este es el camino de Axel antes de desvanecerse totalmente.
Extraño está apoyado en la fuerte presencia de Julio Chávez. Es difícil imaginar qué sucedería con otro actor en su lugar. El film fue pensado para él, quien dijo en una entrevista: "Este hombre mira piadosamente el mundo del que no se siente parte... Me propuse tener una presencia como si fuese una cámara que no opina. Intenté poner toda mi posible humanidad y vaciarla de contenido, para que sea reconocible y al mismo tiempo misterioso." Secunda a Chávez un coro de mujeres: Valeria Bertuccelli en otra actuación del todo perfecta, Raquel Albéniz, Eva Bianco y Chunchuna Villafañe.
Este film de pequeños gestos, de sugeridos inasibles, se inscribe en la estética del seco minimalismo del nuevo cine argentino, muy cerca del espíritu de Lisandro Alonso y Ana Poliak, quien es la montajista. Extraño, sin duda, misterioso y fascinante, este primer opus del cordobés Santiago Loza.
Dirigida por Santiago Loza, con Julio Chávez, Valeria Bertuccelli, Chunchuna Villafañe, Raquel Albéniz, Jorge Prado, Eva Bianco
La zona 2949
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