En Argentina mueren en accidentes de tránsito más de 8 mil personas al año. Los millones de pesos que necesitan las víctimas y sus familiares para afrontar gastos médicos y legales, producen un enorme mercado, sostenido por las indemnizaciones de las aseguradoras.
Sosa (Ricardo Darín) es un abogado especialista en accidentes de tránsito, a punto de recuperar su matrícula. Se mueve entre guardias de hospitales, servicios de emergencias y comisarías, en busca de posibles clientes. En uno de sus intentos por conseguir un trabajo, conoce a Luján (Martina Gusmán), una solitaria y joven médica de quien se enamora al instante. El constante riesgo de un trabajo tan turbulento como el de Sosa pone en peligro la vida de ambos, haciendo que la joven se involucre cada vez más en las tinieblas de un delicado e inaudito negocio.
Con una nerviosa y constante cámara en mano, que sigue por detrás de los protagonistas su deambular, Pablo Trapero propone una crudísima realidad, sumergiendo a sus imperfectas criaturas en un submundo impensado por muchos.
La dupla Darín-Gusmán es efectiva en pantalla, a pesar de cierta vocalización monocorde que caracteriza a la protagonista femenina (en ésta y otras producciones) y a lo demasiado repentino que se describe la relación amorosa entre ambos, resultando poco plausible.
El guión deja al descubierto la corrupción reinante en este tipo de negocio, y va creciendo en intensidad hasta tornarse en un filme sumamente violento y con un final tan impensado como real.
Sosa (Ricardo Darín) es un abogado especialista en accidentes de tránsito, a punto de recuperar su matrícula. Se mueve entre guardias de hospitales, servicios de emergencias y comisarías, en busca de posibles clientes. En uno de sus intentos por conseguir un trabajo, conoce a Luján (Martina Gusmán), una solitaria y joven médica de quien se enamora al instante. El constante riesgo de un trabajo tan turbulento como el de Sosa pone en peligro la vida de ambos, haciendo que la joven se involucre cada vez más en las tinieblas de un delicado e inaudito negocio.
Con una nerviosa y constante cámara en mano, que sigue por detrás de los protagonistas su deambular, Pablo Trapero propone una crudísima realidad, sumergiendo a sus imperfectas criaturas en un submundo impensado por muchos.
La dupla Darín-Gusmán es efectiva en pantalla, a pesar de cierta vocalización monocorde que caracteriza a la protagonista femenina (en ésta y otras producciones) y a lo demasiado repentino que se describe la relación amorosa entre ambos, resultando poco plausible.
El guión deja al descubierto la corrupción reinante en este tipo de negocio, y va creciendo en intensidad hasta tornarse en un filme sumamente violento y con un final tan impensado como real.
La zona 3407
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