viernes, 28 de septiembre de 2012

Jim Jarmusch - Permanent vacation (1980)


Vacaciones Permanentes

Interpretes: John Lurie, Frankie Faison y Chris Parker

Ópera prima de Jim Jarmusch, para mí el más grande del cine independiente, en la que encontramos toda la frescura de sus siguientes obras. Allie (John Lurie) es un joven vagabundo en Manhattan, en esta ciudad conoce a varios personajes que no se encuentran a sí mismos, ambientes fuera de lugar y es testigo de situaciones que parecen imposibles, pero que resultan ser la más reales y dan vida a la existencia de este turista vital, fan de Charlie Parker que se siente como si viviera en unas vacaciones permanentes en esta ciudad. Jim Jarmusch es el autor independiente norteamericano por antonomasia. En sus filmes figuran rostros marginales y penadores, que pueden ser disímiles en contexto (social, cultural, etc.) pero muy similares en la percepción de sus entornos. Jarmusch no cree en el drama ni en la tragedia como motores inspiradores de sus historias; es más, cree fervientemente en la linealidad de la vida, escasa de vértigo y emoción, pues así la retrata en sus testimonios fílmicos, en los cuales busca códigos que ayuden a sus personajes a identificarse con su realidad vivencial.

A raíz de esto nace la interrogante primaria de saber si nuestro entorno nos hace quienes somos… Jarmusch responde con, su ópera prima, que sugiere la generalización de los contextos (el mundo) en relación al propio, al de nuestra comunidad misma, para entender que el territorio no es dador ni forjador de identidad, ni tampoco sus componentes humanos, sino la percepción de los mismos; adaptar nuestra visión del mundo con la realidad eventual ¿Es posible reestructurar nuestra ideología apreciativa forjada en nuestra educación inicial? Jarmusch en su primer testimonio audiovisual muestra lo errante como búsqueda de solución infructífera, donde las idas y vueltas indican divagación, más no arraigo o descubrimiento de un hábitat propicio. “Vacaciones Permanentes” discurre por lo suburbial (en tierra de nadie), donde el hombre muestra su capacidad de supervivencia en la jungla de cemento, pues la civilización no obliga profundas pruebas de fe, sino el entorno desprotegido y olvidado. Los atrapados en la linealidad rutinaria, de la gran ciudad, forman parte de una matriz sistemática parecida a la locura. Según nos indica la primera toma en la cual el pueblo convive con la lentitud de los episodios cotidianos repetidos, más algunos diálogos aislados en el transcurso del filme.



Allie es el protagonista de esta historia sin desvaríos, llano, quien busca lo que sabe inexistente, pues su pesquisa no se encuentra en edificios ni firmamentos nuevos sino en su subjetiva visión del mundo. Él percibe simetría en cada esquina, pues se considera un outsider adelantado o atrasado a su época, de ideología ininteligible para los pacatos arraigados a las convenciones sociales. Allie sigue sus impulsos ávidos de novedades duraderas, pero la fantasía de lo novedoso se desvanece cuando la presencia por un corto instante. New York es simple y aburrido, los otros sitios donde estuvo también; el hombre es insulso, predecible y lineal, carece de drama y emociones adrenalínicas en su vida por orden natural… Ser hombre (humano) es el peor defecto de Allie. Las campanadas sonantes desnudan su estado de nómade, de desubicación, de anacronismo. Busca reconciliación con su pasado (visita a su finca bombardeada y a su madre insana) pero esto solamente le confirma que una reestructuración es la mejor opción, sus cánones morales ya están afianzados en su subconsciente, por eso la mudanza de contexto es su último recurso, aunque sabe que en esta evasión no hallará respuesta. Para Allie la identificación se antepone al placer; roba un auto para cumplir su fantasía, pero lo vende para un pasaje al redescubrimiento, a París, su próxima decepción.



Jarmusch nos brinda su peculiar mirada de un New York caótico, discriminatorio, insulso y claustrofóbico, que atrapa a sus habitantes en círculos viciosos monótonos y desoladores, donde cada quien baila con su propia sombra. Los diversos lugares del orbe no brindan identificaciones características, según Jarmusch, sino la personalidad y aspiración del individuo. Allie se va a París, al mismo tiempo que un parisino llega a New York en pro de una búsqueda similar a la del protagonista. Intercambio equivalente entre dos sujetos decepcionados y pertinaces, pero optimistas y proactivos. “Vacaciones Permanentes” apela al delirio moderado del surrealismo en su forma más convencional: situaciones inusuales en los contextos más comunes, como personajes disímiles para la realidad en los que se muestran. La elocuencia de Jarmusch hilvana el desorden circunstancial de los acontecimientos con su mensaje lúcido de la caótica plaza que retrata, mostrando lirismo tangible lindante con lo onírico. Lo interesante de la película no es su aspecto técnico, al fin y al cabo, es un proyecto universitario; tampoco lo es sus actores, el protagonista es prácticamente un desconocido, y el único que puede sonar (aunque es difícil si no eres fan de Jarmusch o adicto al jazz, afortunadamente yo me encuentro en ambos grupos) es John Lurie, que además es el autor de la banda sonora. Lo que realmente atrae de la cinta es su capacidad para contarte una historia, sin dirección, sin lógica y sin un auténtico final, y que al acabar te deje con la sensación de que tiene todo el sentido del mundo y no hace falta nada más.



Como uno de esos dibujos en los que hay que unir puntos, así se nos relatan los últimos días de Allie en Nueva York, en los suburbios de la gran ciudad. Él, un joven, emocionalmente huérfano, con una madre ingresada en un psiquiátrico, con una novia a la que no acaba de querer como ella le pide, y con un camino que nunca es certero (es muy significativo que los andares del chico nunca sean decididos más que cuando se pone a bailar frenético al ritmo de un disco, en su casa), no se siente a gusto en su ciudad natal. A través de su deambular constante por los suburbios y de hablar con la gente que se va encontrando, se va perfilando un dibujo poliédrico, como el garabato resultante de unir todos los puntos, solo que quizás en este caso han sido colocados al azar. Jarmusch acierta a colocar una banda sonora confusa, a base de fraseos incómodos de saxo, de campanas molestas y de un cierto retumbe que hace, si cabe, más incómoda la narración. A eso añadido la cámara nerviosa y los paisajes desolados y llenos de cascotes de las casas derrumbadas da como resultado un film brillante precisamente por su mugre, y muy deudor de su tiempo, de los jóvenes que no están a gusto en un lugar concreto y buscan ser turistas en unas vacaciones permanentes.



La puesta en escena es la más simple y llana de la filmografía Jarmusch y, probablemente, de todo el cine norteamericano. Jarmusch lleva al “indie” a otro nivel de minimalismo, bofetea al mainstream con su expresión llana en recursos tanto técnicos como artísticos. Demuestra que la personalidad ideológica es una virtud de lo más valorada en un autor, quien deja de lado los fajos regordetes de “verdes” o plomos dólares para abrir su sencillera o romper su alcancia y expresar tras el cine sus más profundas apreciaciones de la vida misma. La maestría de decir mucho con lo aparentemente nulo y anecdótico, del aislamiento de circunstancias que narran más de lo que la primera vista proporciona. Jarmusch pide harto compromiso para con sus filmes, ojos bien abiertos y cabeza despejada. Si no es el caso, como Allie, divagaremos en un relato incongruente, tedioso, surrealmente desubicado e intolerable….Antes de ver a Jarmusch lo más recomendable es una buena “lavada de cara” y después recién ver el buen cine de Jarmusch. Aquí les dejo con una escena memorable.
“Una gran película minimalista y profunda”
Publicado por Adrián Fernández
FA 1481

Jim Jarmusch - Down by Law (1986)

Bajo el peso de la ley


Director: Jim Jarmusch
Año: 1986 País: EE.UU. Género: Drama/Comedia Puntaje: 08/10
Interpretes: Tom Waits, Roberto Benigni, John Lurie, Nicoletta Braschi, Ellen Barkin y Billie Neal

Fantástica película de Jim Jarmusch. Con una impecable fotografía en blanco y negro, narra la historia de tres desconocidos que acaban compartiendo celda en una prisión por diferentes motivos. Zack (Tom Waits) es un proxeneta, que se evade fabulando venturas futuras, al que la novia (Ellen Barkin) echa de casa. Jack (John Lurie) es un indolente discjockey en paro. Roberto (Benigni) es un enérgico turista extranjero que ha cometido un crimen. Sus variopintas personalidades chocan continuamente, aunque con el tiempo aprenderán a soportarse y juntos inician un plan de fuga. Esta es otra película con las características principales del cine de Jim Jarmusch. Es decir, ritmo lento que puede desesperar a algunos, argumento que mantiene el interés, banda sonora bastante buena. Jarmusch se siente tan a gusto como siempre. Con su peculiar estilo y con un pequeño presupuesto consigue buenos resultados. Un guión bastante bien escrito por el director que no se hace nada pesado de ver. Una de las mejores obras del genio independiente norteamericano, una de sus películas más conseguidas. Rodada como siempre con cuatro duros y con una pasmosa simpleza narrativa, es "Bajo el Peso de la Ley" una atrapante y conmovedora película sobre la Norteamérica profunda, sobre la amistad y el compañerismo a la que no le falta nada: humor, aventuras, amor. Por supuesto poblada de de referencias freaks y con tres actores geniales (inolvidables sus papeles). De las grandes obras independientes de los USA de la década.

En sus cintas anteriores, “Vacaciones Permanentes” y “Extraños en el Paraíso”, Jarmusch hizo uso de la cámara fija sobre su propio eje (con casi imperceptibles paneos laterales) para denotar condición estática en sus personajes. En "Bajo el Peso de la Ley" los protagonistas no difieren de esas características, entonces según la filosofía fílmica de Jarmusch éstos deberían actuar en entornos herméticos, sosos y redundantes; caso y circunstancias que suceden en este su tercer largo. Jarmusch justifica su minimalismo reafirmando su puesta en escena como pertinente a su causa. Inicia la película con largos travelings laterales que muestran vecindarios simétricos desde la impresión más epidérmica pero con el sentido más profundo. Jarmusch y sus largos planos nos dicen que la movilidad no hace la distinción. Pareciera que Allie (Vacaciones Permanentes), Willie, Eddie, Eva (Extraños en el Paraíso) y Jarmusch vieran tras una ventana de automóvil como pasa (relativamente) la misma imagen así estén (al parecer) cambiando de rumbo. Una cámara subjetiva conjunta engloba las conclusiones dadas por sus filmes anteriores darán el mismo resultado a este filme. El autor de la película trata de marcar la distancia que separa el sueño americano de la realidad cotidiana. Zack y Jack son engañados por policías corruptos, son castigados arbitrariamente con sanciones inhumanas, han de cruzar ciénagas plagadas de serpientes y caimanes, han de huir de una banda de perros. Ambos, que se llevan mal, se enzarzan en disputas frecuentes y en ocasiones llegan a las manos, encarnan la figura del bribón acostumbrado a sobrevivir sin esperanza. Roberto es el cómico inocente, optimista, irónico, sencillo y abierto, que logra tejer entre Zack, Jack y él una trama de amistad, confianza y complicidad.

El personaje de Roberto lleva consigo el desequilibrio y la diferencia de "Bajo el Peso de la Ley" en relación con su antecesora “Extraños en el Paraíso” se asemejan en el aspecto foráneo, pero sus intencionalidades son contrarias. Eva (la chica húngara de “Extraños en el Paraíso”) llega a América con el objetivo de darle un radical giro a su monolítica vida; su desilusión sería consecuencia inevitable del proceso. Eva llegó con expectativas, asimismo con escasa actitud proactiva. ¿Qué hacía Roberto, un italiano, en América? Ni idea, parece haber salido del subsuelo para demostrarnos su poder de empatía. La imagen que éste tiene de su nuevo paradero, EE.UU., es tal cual una película de marcos ficticios, hace constantes analogías entre su realidad vivencial y la ficción hollywoodense. Su inocencia inverosímil satiriza al foráneo simpático que a pesar de su incredulidad conoce sus pretensiones y ambiciones. Entonces, se entiende que seriedad es identidad y arraigo, mas no carácter arisco e inexpresivo. Roberto encuentra el amor, asimismo su sitio a quedarse de por vida, en una humilde cabaña aislada en las entrañas del pantano, donde vive una italiana llamada Nicoletta. Bob propone humanismo y sinceridad en cada gesto y parlamento emitido, a él se le puede considerar como el triunfador de la historia, pues es el único que logra el manido “final feliz”. Jack (Lurie) y Zack (Waits) parten hacia un fin prefigurado, pero sin bases que sustenten sus bosquejos. Son reflejo de la dupla Willie-Eddie (Extraños en el Paraíso) que quieren paraíso, pero no saben cómo.

"Bajo el Peso de la Ley" es más explícito en su filosofía: la cárcel es la concreción del espacio monótono, hermético e impotente, al igual que el pantano representa los exteriores insulsos. "Bajo el Peso de la Ley" indica la omnipresencia de la rutina presencial y vivencial; la ley es la cotidianeidad que nos gobierna, la opresora de nuestros quehaceres. Jarmusch le da matices distintos a la misma idea: la búsqueda de novedades duraderas y sustancialmente fructíferas; la cual pasó por su proceso de planteamiento en “Vacaciones Permanentes”, en “Extraños en el Paraíso” el de definición, y en "Bajo el Peso de la Ley" ya insinúa soluciones. En éste, su tercer filme, afina su sentido irónico para atribuírselo a un Roberto entrañable, que encandila todos los pasajes en los que está presente, para mostrarnos una subliminal bofeteada a convenciones gringas como el machismo. "Bajo el Peso de la Ley" se desenlaza en nuestras conciencias, sus planteamientos son introspectivos en mayor grado ya que el final es sumamente abierto a conclusiones interpretativas, tan misterioso como los dos extensos caminos a elegir (oeste y este) por parte de los dos americanos. Zack y Jack parten hacia el descubrimiento de sus nuevos destinos por vivir; cada quien toma un camino diferente para dejar su devenir al azar. Ahí encontrarán donde poder adaptarse en un “nuevo” medio para “iniciar” una misma vida. Por eso el desinterés en la elección de sus rumbos, intencionados o no siguen siendo errantes. En Roberto queda un arquetipo optimista para salir de la congoja generalizada de los personajes Jarmusch, salida ante tanto desconsuelo urdido en la obra anterior a esta tercera.

El contraste entre el trío de “Extraños en el Paraíso” (Willie-Eddie-Eva) y el de "Bajo el Peso de la Ley" (Jack-Zack-Roberto) arroja como diferencial más significativo el del factor esclarecedor y unificador llamado Roberto, aparte de una renuente dependencia entre los ex-presidiarios; ellos se unen en un mutuo acuerdo tácito de necesidad momentánea, una alianza que acabará ni bien llegué el camino separador. En cambio, los de “Extraños… son un trío indisoluble y necesariamente unido, ya que entre sí interactúan para su proacción. Su disolución fue producto de una infortunada desatención, la cual pone fin a su búsqueda del “paraíso”. Jarmusch parece llevar la contraria a esa máxima y decir: todo lo que sirva a los fines de una narración tradicional hay que quitarlo. Configurando así una “narración por ausencias” que va en contra de los hábitos de la costumbre cinematográfica. Las presentaciones de los personajes (salvo la de Waits) son a través de diálogos insustanciales, cuando la policía los atrapa lo que nosotros vemos es la conversación (con toda la insipidez de una conversación a tiempo real) en la que se deciden a dar el paso que les llevará a la cárcel, no vemos casi su detención, juicio o ingreso en prisión, sólo una tremenda elipsis y luego la cárcel. Con la fuga igual, nada de preparativos ni ejecución del plan (que es lo que una película convencional nos mostraría o incluso lo que sería el nudo de la misma, pero que aquí es engullido por una elipsis descomunal); en la posterior huída no se recrea en persecuciones, sólo en conversaciones, de nuevo y aparentemente, insustanciales... Las propias relaciones de los personajes están configuradas a través de diálogos de escasa profundidad en apariencia, nada de un desarrollo convencional de personalidades. Incluso ahí Jarmusch omite lo “esencial” y se queda con lo que normalmente no está en las películas.

Llena los silencios recitando en italiano poemas de Walt Whitman y Robert Frost, grandes poetas norteamericanos. Alimenta el diálogo con elementos de esperanza e imaginación (pinta una ventana en la pared de la celda). Para Jarmush, el grupo es el instrumento que permite salir adelante y ser feliz, mientras el individualismo mata el espíritu y empobrece la imaginación. La música tiene en las obras de Jarmusch un papel preponderante: no es un efecto sonoro, sino un complemento que aporta belleza. La música es de John Lurie y la canciones ("Jockey Full Of Bourbon" y "Tango Till They're Sore"), de Tom Waits, ambos actores del filme. Además se ofrecen fragmentos, extraordinariamente sugerentes, que combinan guitarra, percusión, trompeta, banjo, trombón, bajo electrónico y violoncelo. La imagen, de Robby Müller ("París, Texas"), de gran belleza visual, aprovecha los contrastes del claroscuro hasta las últimas posibilidades. Abundan las largas secuencias donde la cámara se mueve con parquedad y evita cortes. Benigni interpreta su papel con desenvoltura, gracia y brillantez. Nicoletta Braschi, esposa de Benigni en la vida real, está acertada y cautivadora. Waits y Lurie cumplen con corrección. Jarmusch a esas instancias ya era un distinguido autor de culto. En nuestros tiempos, él se erige como el más importante cineasta indie. Su obra produce el fenómeno de multiplicarnos emociones con el mismo esqueleto de guión, de provocarnos reacciones nuevas con los mismos elementos… Ese es Jarmusch, que titiritea la inoperancia, lo aburrido y acartonado para contarnos obras maestras elípticas del morbo y la "acción"… tácitas e implícitas del drama interno.

LA SOLEDAD URBANA: Extraños en el paraiso (1984), Bajo el peso de la ley (1986) y Mystery train (1989), de Jim Jarmusch
Me enferma la palabra ‘ independiente’. Cada vez que escucho adjetivos como ‘caprichoso’ o ‘arriesgado’ saco mi revólver. Esas palabras se han convertido en etiquetas que le colocan a los productos para poder venderlos. Todo aquel que hace la película que quiere hacer, y que no es definida por el análisis de mercado, es entonces ‘independiente’. Mis películas son hechas a mano. No son pulidas. Como si hubieran sido hechas en un garage. Son, de alguna manera, productos artesanales
Jim Jarmusch.

Romper con la forma estándar de inicio, nudo y desenlace y mostrar un estilo narrativo distinto es la seña de identidad de Jim Jarmusch. El cineasta estadounidense se ha convertido en uno de los más importantes representantes del verdadero cine independiente contemporáneo. Fiel a sí mismo y siempre reconocible se merece el adjetivo de autor, ya que detrás de cada una de sus obras se siente su presencia y su estilo sincero y auténtico.
En este trabajo hablaré de tres de sus obras que forman una especie de trilogía: Extraños en el paraiso (Stranger than paradise, 1984), Bajo el peso de la ley (Down by the law, 1986) y Mistery train que cerró el ciclo en 1989. Estos tres filmes hablan de uno de los temas predilectos del director: la soledad del hombre contemporáneo, el vacío existencial que sufre y la abrumadora vida sin sentido de las ciudades estadounidenses.
“Una comedia-negra semi-neorrealista”, así es como define Jarmusch a Extraños en el paraiso, su segundo largometraje. Este filme, con el que ganó La camera d’Or en el Festival de Cannes, cuenta las aventuras de dos amigos neoyorkinos y la prima húngara de uno de ellos que, al haber ganado dinero en un timo de cartas, deciden ir a recoger a su prima a Cleveland (Ohio) y, después de pasar unos días allí, aprovechan el dinero que les queda para ir a Florida junto a ella, por la que ambos se sienten fascinados. A través de sus vivencias en Nueva York, Ohio y Florida los espectadores indagan y observan la atmósfera decadente de las ciudades de Estados Unidos. Los protagonistas van de un lugar a otro en un viaje que es tanto búsqueda como huída. La puesta en escena marca el ritmo de la película: la película está dividida en tres cortos y cada uno de ellos se basa en planos secuencias con un principio y fin en fundido a negro. Esto aporta a Extraños en el paraíso un carácter discontinuo, en el que no se trata de mantener al espectador enganchado a la trama, sino de que se pregunte por lo que sienten los personajes y por sus actitudes. Hay dos elementos que destacan en casi todas las películas del director de Dead man (1995): la fotografía y la música. Extraños en el paraiso, rodada en un blanco y negro deslocalizador, crea imágenes más cercanas al arte de la fotografía que al propio cine. Esta desorientación que se crea a través del uso del color tiene su sentido narrativo: no importan donde vayan, para los personajes del filme todo parece lo mismo, ya sea en el gélido invierno de Cleveland o en las paradisíacas playas de Florida: su desarraigo y su inconsistente vida no se alivian por ir de un lugar a otro. En un momento de la película Eddie le dice a su amigo Willie: “vas de un sitio a otro y todo te parece lo mismo”. Esto es lo que quiere expresar el director de Ohio: no importa donde te encuentres, todo es idéntico si antes no te has encontrado a ti mismo.
Por otra parte, la música es esencial en el filme, tanto en el plano diegético (Eva, la prima de Willie, siempre va acompañada de su cassette con la misma canción) como en el extradiegético que muestra la pesadez y la inestabilidad del carácter de los personajes con una banda sonora interpretada por John Lurie, personaje principal tanto en esta película como en la comentaré posteriormente, Bajo el peso de la ley. Jarmusch es un amante de la música y, de hecho, perteneció a un grupo durante varios años que tuvo que abandonar para dedicarse en cuerpo y alma el cine. Sin embargo, ese rasgo melómano siempre está presente en sus películas, tanto en la creación de las bandas sonoras, compuestas por reconocidos músicos (especialmente deslumbrante la de Dead man compuesta por Neil Young) como en los efectos de sonidos, a los que presta una especial atención.
Dos años después de estrenar Extraños en el paraíso, realizó la segunda película de esta serie, Bajo el peso de la ley, donde continúa explorando la superficialidad de la existencia y la incapacidad de comunicación del individuo contemporáneo. En esta ocasión son tres personajes masculinos interpretados por John Lurie, Tom Waits y Roberto Benigni los protagonistas de la obra. Tres hombres que, por distintas situaciones, (más bien trampas que les han tendido) comparten celda en la cárcel de la prisión de Luisiana. Gracias a un plan del italiano Bob consiguen escapar de la cárcel… no obstante, no sabían que se enfrentaban a importantes problemas de supervivencia una vez fuera de la prisión, en los pantanosos y salvajes territorios por los que se mueven. Bajo el peso de la ley es la más cómica de las tres películas y consigue una maravillosa combinación entre lo lírico y lo poético, logrando así formar una fábula minimalista sobre la vida y las relaciones humanas entre los tres presos. Los tres hombres son claros ejemplos de personajes jarmuschianos, tres perdedores, que intentan de manera insistente no pensar en la realidad, evitar el presente pensando siempre en el futuro. Así la prostituta que duerme con Jack le espeta: “Siempre piensas en el mañana porque andas jodiendo el presente”.
Con esta película Jarmusch reinventa el género carcelario ya que lo que menos le importa son las peripecias o la vida que se lleva en una prisión… De hecho, la explicación del plan de huida la obvia con una elipsis… eso no es lo esencial, no es necesario saber la estrategia que les hace escapar, lo que le interesa al cineasta es mostrarnos lo que nunca vemos en las películas, es decir, los momentos y los diálogos que aparentemente no tienen transcendencia y que en los filmes que siguen las reglas generales del cine los esconden a través de las elipsis.
El filme, aunque no lo esté de manera formal, parece dividido en pequeños cortometrajes. Jim Jarmusch adora este tipo de estructura: pequeños fragmentos de realidad unidos. Ese carácter discontinuo que es muy palpable en Extraños en el paraiso lo vuelve a ser aquí. La realidad de fuera, los paisajes y la arquitectura, fria, temible, insociable… vuelve a ser otro de los puntos más importantes de la obra. Su visión existencial, en mi opinión, es en Bajo el peso de la ley aún más notable que en Extraños en el paraíso y Mistery train. De una manera muy alegórica el final nos da la conclusión final de Jarmusch: Jack y Zack, después de haberse despedido de Bob, siguen su camino buscando un lugar donde empezar una nueva vida. Al llegar a un cruce de caminos tienen que elegir entre la derecha y la izquierda. Ante esta situación, se quedan pensativos pero finalmente se separan. “Cada uno que siga un camino distinto” parece decirnos el director cuando los dos personajes separan definitivamente su trayectoria vital… porque al fin y al cabo son unos solitarios que, al mismo tiempo que intentar escapar de esa vida, no saben ni quieren vivir de otra manera.
En 1989 cierra la trilogía rodando Mistery Train, su película narrativamente más compleja y la más diferente respecto a las dos anteriores. Jarmusch prueba esta vez con el uso del color, reflejando de este modo el peculiar y extravagante argumento del filme: compuesto por tres historias independientes que ocurren simultánealmente en el mismo lugar, en el Arcade Hotel de Memphis. Sólo un detalle, que será descubierto a medida que pasan los minutos, les une: la presencia, de uno u otro modo, del rey del rock, Elvis Presley.
En la primera historia, titulada Lejos de Yokohama vemos a una pareja de jóvenes japoneses, Jun y Mizuko que llegan a Memphis a pasar unos días de vacaciones, especialmente atraídos por la figura del rey del rock que vivió y murió en su mansión Graceland de Memphis. Este corto, está formado, escena tras escena, por lo que se conoce “tiempos muertos”, es decir, tiempos sin transcendencia. Estos minutos son aprovechados por Jarmusch para mostrarnos la solitaria ciudad de Memphis: antes de que se hospeden en el hotel Arcade hacen un recorrido por la ciudad que destila melancolia y pasividad. La pareja japonesa pasa la noche en el hotel hablando sobre las diferencias y similitudes entre Memphis y Yokohama y comparando la figura y el mito de Elvis con otros grandes objetos o personas de leyenda: la estatua de la libertad, Madonna…
Un fantasma es el título del segundo corto de Mistery train. En él, como en todas las películas aquí comentadas, Jarmusch vuelve a la figura del extranjero, esta vez se trata de una joven italiana que espera un vuelo en Memphis para transportar el cadáver de su marido de vuelta a Roma. Después de volver a hacer un recorrido por las depresivas calles de Memphis y de dejarse engañar dos veces, se hospeda en el hotel Arcade. Allí comparte habitación con una chica de la ciudad que va a huir al día siguiente para intentar olvidar a su ex novio “Elvis” personaje delicuente que será protagonista en el siguiente corto. Durante la noche en el hotel, a Luisa, la mujer italiana, se le aparece el fantasma del verdadero Elvis. Simplemente se disculpa por haber aparecido en el lugar equivocado y vuelve a desaparecer. Luisa, después de está mística experiencia, queda inmersa en un estado de alucinación durante toda la noche. Al día siguiente, las dos mujeres se despiden y, justo antes de abandonar la habitación, al igual que la pareja asiática, escuchan un disparo de pistola.
Por último, el tercer corto titulado Perdidos en el espacio nos da la clave de unión entre los tres episodios independientes. Este capítulo comienza con el protagonista, Johnny y su amigo en un bar emborrachándose. Johnny está especialmente deprimido porque, además de perder su trabajo, también ha perdido a su novia (la compañera de habitación de Luisa en el corto anterior). Por culpa del alcohol y el mal genio se pone a “juguetear” en el bar con un pistola cargada. Su amigo llama a otros compañeros para que acudan a calmarle antes de que sea demasiado tarde. Cuando por fin lo consiguen sacar del bar, hacen una parada en una licoreria donde, casi de manera inconsciente, dispara al dueño en el pecho y le mata. Los tres amigos salen corriendo y huyen del lugar. No saben donde ir, pero finalmente van al hotel donde se concentran todos los personajes de Mistery train, al Arcade. El dueño del hotel es el cuñado de uno de ellos y les deja, sin hacerles preguntas, una habitación para que se refugien. Allí, tras pasar la noche totalmente alcoholizados, Johnny intenta sucidarse, el hermano de su ex novia (que es uno de los dos amigos que le acompañan) le intenta parar y se lleva accidentalmente el disparo en una pierna. A partir de este momento, huyen intentado buscar un hospital donde no les atrape la policia. En los últimos minutos de la película el coche en el que huyen los tres protagonistas de este último corto se cruza con el tren en el que la pareja de japoneses vuelven de las vacaciones y en el que va también Dee Dee, la ex novia de Johnny, en busca de otro entorno donde vivir.
En Mistery Train la figura de un mito tan potente como Elvis da significado de tres maneras distintas a las vidas de los personajes principales, totalmente independientes entre ellos. Jarmusch con su gusto por revisar su país, en esta cinta disfruta trantando el mítico sur de Estados Unidos ligado al blues y el rock. La figura del mayor mito musical de la historia del sur de Estados Unidos funciona en tres niveles diferentes. En el primero y más simple, como un chiste que sirve de conexión entre los tres cortometrajes durante todo el rodaje, especialmente en dos casos: la figura del rey en un cuadro en todas las habitaciones del hotel a la que, ni mucho menos, se ignora y la canción Blue Moon que en las tres historias escuchan los protagonistas.
Jarmusch también muestra como la cultura japonesa siente profunda admiración por los mitos, las fábulas y leyendas de Estados Unidos. Pero no desde un sentido de interés por la investigación o por la Historia, sino abrazando únicamente la vertiente más superficial, la que se ve en la televisión, la que se estampa en las camisetas… Así Mizuko, la joven japonesa, dedica parte de la noche en el hotel a seguir completando un album que elabora cuidadosamente donde compara el rostro de Elvis con estatuas populares y con otros mitos similares (La estatua de la Libertad, Madonna…). Por ello, viven del mito, de la superficialidad, de la realidad fantástica que esconden todas las figuras que fascinan a los individuos por el hecho de que han fascinado a muchos tiempo atrás.
Mientras que la pareja de japoneses se mueven en busca del mito, Luisa, la mujer italiana protagonista de la segunda historia, entra en Memphis por casualidad. No obstante, a ella también le afecta las peculiares tradicciones del sur de Estados Unidos. El director de Flores rotas (Broken flowers, 2005) nos muestra como cada persona que pisa el sur de Estados Unidos entra en contacto con su legado histórico, voluntaria o involuntariamente. De hecho, en un bar un hombre le cuenta una gran historia sobre un encuentro que tuvo con el verdadero Elvis, en el que le regaló un peine para que se lo diera precisamente a ella, a una chica llegada de Roma… lógicamente, la joven italiana no se lo cree, aún así, para quitárselo de encima le da el dinero que le pide. Posteriormente, en el hotel ve al verdadero fantasma…¿es fantasia?, ¿es realidad?, ¿no es la realidad más que las fantasias que crea nuestra mente? Esto es lo que parece preguntarse Jarmusch. Si la figura de Elvis era admirada por la pareja japonesa, en el tercer corto se da la visión inversa de la estrella de rock. Johnny, debido a su aspecto físico muy similar al de Elvis, no soporta verlo y, lo primero que hace al llegar al hotel, es pedirle a su compañero que de la vuelta al cuadro en el que aparece el rostro de la estrella, que está harto de ver su cara en todos lados. Así en Mistery Train la figura- mito pasa de ser adorada a ser despreciada, pero nunca indiferente.
En este filme todos los personajes parecen estar algo dementes, desiquilibrados y, aunque son completamente distintos entre ellos, sí hay una frase que se repite en los tres grupos de los distintos cortos: ¡Vaya hotel, ni siquiera tiene tele! La televisión y los medios que ayudan a abstenerse de sus vacías y solitarias vidas, este objeto es el que buscan para seguir pasando sus días, apartados de la realidad.
Después de este resumen de las tres películas ahora haré una síntesis, del porqué las he englobado juntas y de sus características comunes, también presentes, aunque en menor medida, en casi toda la filmografía de Jarmusch. En esta trilogía, como dije al inicio, se nos habla de la soledad existencial del hombre. Los personajes de este autor no tienen ni moral de héroes ni de antihéroes: son seres escépticos que no creen en nada, ni siquiera en sí mismos. Por eso, para poder sobrevivir espiritualmente, o bien se agarran a la capa más superficial de la vida (en el caso de Mistery train) o se embarcan en un viaje por una vida sin sentido, en un camino de huida y búsqueda infinito (más especialmente visible en Extraños en el paraíso y Bajo el peso de la ley). Sus personajes viven en una continua y profunda desilusión y ni siquiera los viajes que realizan de un lugar a otro les aportan un aire nuevo a su interior.
Con este ciclo de películas Jarmusch también nos ofrece una mirada irónica de los Estados Unidos de la década de los 80. Nos habla de la farsa del “sueño americano”, de la decadencia en las ciudades, de la falta de optimismo, de las almas sin dueño, y, fundamentalmente, de la falta de comunicación existente entre los distintos individuos y las terribles consecuencias que esto acarrea.
Este problema de la falta de comunicación lo representa en estas tres películas con la figura del extrajero: Eva, la prima de Hungría (Extraños en el paraíso), Bob, el preso italiano (Bajo el peso de la ley) y la pareja de japoneses y la mujer italiana (Mistery train) . El intruso en tierras de norteamerica le sirve de medio para exponer ciertos aspectos de la cultura de su país. En las tres películas vemos las diferencias entre las distintas culturas pero, al mismo tiempo, parece que el director nos lanza la siguiente pregunta: ¿no son en el fondo todos los sitios iguales?, ¿no son sólo diferencias externas, aparentes?
Esta idea de el individuo en tierras extrañas no se limita sólo a las distintas naciones o territorios, sino más bien al sentimiento de ser extranjero en tu propia casa, extraño en tu propio origen, en tu país… Así el personaje de Willie defiende a ultranza que es americano y no quiere saber nada de su país de origen, Hungría, ni siquiera oír hablar en su idioma nativo.
Por ello, los personajes jarmuschianos son seres egocéntricos e individualistas. Esto se debe a su desarraigo, no poseen el sentimiento de pertenencia a nadie ni a nada y por ello padecen la soledad y el vacío del que no son capaces de liberarse.
A esta insociabilidad y a la falta de comunicación están dedicados el resto recursos cinematográficos de las tres películas. Para empezar, su carácter discontinuo. Sus filmes no tienen un engranaje exacto, no se sigue por la regla de causa-efecto. Al contrario, son escenas casi independientes que se unen para formar una historia nueva. En ellas abundan los silencios, los diálogos rotos… sus películas parecen en ocasiones pura improvisación, a pesar de que Jarmusch, como gran literato que es, cuida al máximo los guiones y los diálogos.
Otro rasgo ligado con el anterior que, en mi opinión, es el más característico del director, es la elaboración de las secuencias a partir de los tiempos muertos. Respecto a esto, el mismo Jarmusch explica lo siguiente: “Hago películas sobre las pequeñas cosas que ocurren entre los seres humanos. En la mayoría de las películas, si un chico recibe una llamada de teléfono de su novia, el siguiente plano que se insertará en la sala de montaje será el del chico llegando a la puerta de la casa de su novia. Sin embargo, yo estoy más interesado en lo que le ocurre de camino a la casa que en las otras dos secuencias. ¿Qué vio el chico en el tren? ¿Qué comió? A mí me interesa lo que ocurre en el medio”.
La intención de mostrar la realidad sin adornos le llevan a una puesta en escena minimalista pero por ello no deja de ser poética. La fotografía hace que, en muchas de las películas de este autor, cada fotograma sea una postal, una obra de arte sobre la pura realidad. Pero si hay que reconocerle una virtud a Jim Jarmusch, es su actitud perfeccionista y su ambición por controlar absolutamente todos los aspectos de la obra. En cierta ocasión declaró que no entendía como ciertos cineastas sólo usan como inspiración otras películas. Para él todo lo que rodea su vida le vale de influencia. Por eso, otra de las grandes cualidades de esta trilogía es la representación de la arquitectura típica de la zona donde rueda. Los personajes que recorren las calles más desoladoras crean una especie de simbiosis entre las callejuelas por donde van y sus estados de ánimo.
Por último, como anteriormente mencioné, la música es esencial en la obra de Jarmusch, tanto que llegó a declarar que si Los Ramones no hubieran existido, probablemente no hubiera filmado ninguna película. Algunos de sus filmes parecen hechos exclusivamente para poder utilizar las melodías que él adora. Siempre ha defendido su modo tan personal de crear a partir de la música: escuchar canciones y dejar que la mente cree a partir de lo que despierta en ella la música. No es casualidad que en Extraños en el paraíso, en los primeros minutos, antes de que diga ni una sola palabra, vemos a Eva que pone en su casette “su canción”, que la acompaña mientras da el primer paseo por Nueva York. También es significante que en Bajo el peso de la ley los dos protagonistas, John Lurie y Tom Waits, en la vida real sean músicos muy del gusto del cineasta y que los ha solicitado como compositores para algunas de sus películas. Sin olvidar que uno de los momentos claves de unión entre las tres historias de Mistery Train se produce cuando, cada grupo de personajes, en su propia historia, escucha la canción Blue Moon de Elvi’s Presley.
Por ello, por esta trilogía y por el resto de su filmografía, se puede sin miedo y sin pecar de valentía declarar a Jarmusch como un cineasta independiente, un verdadero artesano que elabora sus películas para expresar lo que el siente, lo que el piensa y lo que a él le apetece contar. Gana dinero para hacer películas y no hace películas para ganar dinero. Así, mediante sus películas, como a los verdaderos autores, se conoce a Jim Jarmusch, un hombre con alma de poeta, de músico y, sobre todo, de cineasta.
Para finalizar, expongo una declaración que termina de explicar, en palabras del propio director, su visión del cine y, por tanto, de la vida.
Pregunta: Muchos de tus personajes parecen estar tocados por la soledad y la melancolía, ¿qué expresas con esto?
Respuesta: “Mi propia soledad y melancolía (Risas). Esto es parte de la vida y siempre me he sentido como un forastero en muchas formas -¡estoy seguro que no puedes imaginar porqué! Pero en la misma forma que utilizo el humor, la incomunicación y cosas que surgen de malentendidos. Todas esas cosas coexisten, entonces, trato de que coexistan en un personaje o en una película”.
FA 1584

Jim Jarmusch - Stranger Than Paradise (1984)


Extraños en el paraíso

Si se observa la vida de una persona y no ocurre aparentemente nada, ¿se puede encontrar algún tipo de placer? Cuando uno ve la película de Jim Jarmusch Extraños en el paraíso, inmediatamente, se hace esa pregunta. Extraños en el paraíso es especial porque resulta interesante sin que en la película ocurra algo realmente llamativo a primera vista. Los dos personajes masculinos, Willie y Eddie -John Lurie y Richard Edson respectivamente- no son ni guapos ni inteligentes. Más bien son todo lo contrario. No tienen ningún tipo de trabajo en particular y sus únicos entretenimientos son apostar en las carreras de caballos e ingerir comida basura. Willie y Eddie no son héroes: son personajes muy sencillos que deambulan sin ninguna meta fija vestidos como Belmondo en Al final de la escapada. Su vida es completamente gris.
El tercer personaje principal es Eva -Estzer Balint- una joven húngara, prima de Willie. Eva vuela a Nueva York con la esperanza de encontrar un nuevo mundo pero su viaje, como una de las primera escenas de la película en la que camina por los tristes suburbios neoyoquinos, resulta ser una tremenda ironía: el sueño americano es una falsa ilusión. Los EEUU son el lugar donde los sueños se hacen realidad, pero lo único que encuentra es la monótona y aburrida vida de su primo, que hace tiempo que olvidó su pasado europeo, y a su amigo Eddie.
Extraños en el paraíso muestra la vida de estos tres personajes en tres lugares diferentes. Primero en Nueva York y, un año después, en Cleveland y Florida. Aunque los personajes viajan, nada cambia como observa Eddie en un momento de la película. Los barrios neoyorquinos, los paisajes nevados de Cleveland o las playas de Miami Beach parecen ser exactamente el mismo lugar. Jim Jarmusch reflexiona así sobre la juventud, aunque nada verdaderamente interesante ocurra alrededor de estos tres jóvenes. Extraños en el paraíso indaga en las motivaciones de la juventud, pero resulta tremendamente difícil encontrar unos ideales definidos en los personajes de la película, especialmente en los masculinos. Eva, de algún modo, es más refrescante, pero sería un error describirla como una chica rebosante de alegría. No le gusta la ropa llamativa y no es algo fruto de la casualidad.
Aparte del comportamiento de los personajes, la película carece de argumento alguno sin que ello importe. Lo interesante de la película de Jarmusch es su habilidad para enseñar pensamientos post-adolescentes contradictorios como la sensación de que todo ocurre muy lentamente, aunque al mismo tiempo, se observa como la juventud se desaprovecha. Uno espera algo, pero no tiene ningún tipo de idea acerca de ese algo.
A pesar de que sea imposible olvidar algunos fotogramas en blanco y negro de Tom DiCillo, puede resultar costoso apreciar Extraños en el paraíso desde un primer momento. Sin embargo, cuando uno se decide a ver la película una segunda vez, poco a poco, crece un sentimiento de melancolía y, finalmente, se acaba encontrando belleza en la vida de unos personajes marcados por la nada. La observación de la manera de vestir de los personajes o de su actitud relajada acaba siendo un misterioso placer, aunque uno nunca soñó de pequeño con ser como alguno de los protagonistas de la película. Extraños en el paraíso es puramente humana y se muestra la vida como se puede pensar que es en determinados momentos: poco excitante pero, paradójicamente, bella. Una idea resumida a la perfección en el título original: Stranger than Paradise -más extraño que el paraíso-.



LA SOLEDAD URBANA: Extraños en el paraiso (1984), Bajo el peso de la ley (1986) y Mystery train (1989), de Jim Jarmusch
Me enferma la palabra ‘ independiente’. Cada vez que escucho adjetivos como ‘caprichoso’ o ‘arriesgado’ saco mi revólver. Esas palabras se han convertido en etiquetas que le colocan a los productos para poder venderlos. Todo aquel que hace la película que quiere hacer, y que no es definida por el análisis de mercado, es entonces ‘independiente’. Mis películas son hechas a mano. No son pulidas. Como si hubieran sido hechas en un garage. Son, de alguna manera, productos artesanales
Jim Jarmusch.

Romper con la forma estándar de inicio, nudo y desenlace y mostrar un estilo narrativo distinto es la seña de identidad de Jim Jarmusch. El cineasta estadounidense se ha convertido en uno de los más importantes representantes del verdadero cine independiente contemporáneo. Fiel a sí mismo y siempre reconocible se merece el adjetivo de autor, ya que detrás de cada una de sus obras se siente su presencia y su estilo sincero y auténtico.
En este trabajo hablaré de tres de sus obras que forman una especie de trilogía: Extraños en el paraiso (Stranger than paradise, 1984), Bajo el peso de la ley (Down by the law, 1986) y Mistery train que cerró el ciclo en 1989. Estos tres filmes hablan de uno de los temas predilectos del director: la soledad del hombre contemporáneo, el vacío existencial que sufre y la abrumadora vida sin sentido de las ciudades estadounidenses.
“Una comedia-negra semi-neorrealista”, así es como define Jarmusch a Extraños en el paraiso, su segundo largometraje. Este filme, con el que ganó La camera d’Or en el Festival de Cannes, cuenta las aventuras de dos amigos neoyorkinos y la prima húngara de uno de ellos que, al haber ganado dinero en un timo de cartas, deciden ir a recoger a su prima a Cleveland (Ohio) y, después de pasar unos días allí, aprovechan el dinero que les queda para ir a Florida junto a ella, por la que ambos se sienten fascinados. A través de sus vivencias en Nueva York, Ohio y Florida los espectadores indagan y observan la atmósfera decadente de las ciudades de Estados Unidos. Los protagonistas van de un lugar a otro en un viaje que es tanto búsqueda como huída. La puesta en escena marca el ritmo de la película: la película está dividida en tres cortos y cada uno de ellos se basa en planos secuencias con un principio y fin en fundido a negro. Esto aporta a Extraños en el paraíso un carácter discontinuo, en el que no se trata de mantener al espectador enganchado a la trama, sino de que se pregunte por lo que sienten los personajes y por sus actitudes. Hay dos elementos que destacan en casi todas las películas del director de Dead man (1995): la fotografía y la música. Extraños en el paraiso, rodada en un blanco y negro deslocalizador, crea imágenes más cercanas al arte de la fotografía que al propio cine. Esta desorientación que se crea a través del uso del color tiene su sentido narrativo: no importan donde vayan, para los personajes del filme todo parece lo mismo, ya sea en el gélido invierno de Cleveland o en las paradisíacas playas de Florida: su desarraigo y su inconsistente vida no se alivian por ir de un lugar a otro. En un momento de la película Eddie le dice a su amigo Willie: “vas de un sitio a otro y todo te parece lo mismo”. Esto es lo que quiere expresar el director de Ohio: no importa donde te encuentres, todo es idéntico si antes no te has encontrado a ti mismo.
Por otra parte, la música es esencial en el filme, tanto en el plano diegético (Eva, la prima de Willie, siempre va acompañada de su cassette con la misma canción) como en el extradiegético que muestra la pesadez y la inestabilidad del carácter de los personajes con una banda sonora interpretada por John Lurie, personaje principal tanto en esta película como en la comentaré posteriormente, Bajo el peso de la ley. Jarmusch es un amante de la música y, de hecho, perteneció a un grupo durante varios años que tuvo que abandonar para dedicarse en cuerpo y alma el cine. Sin embargo, ese rasgo melómano siempre está presente en sus películas, tanto en la creación de las bandas sonoras, compuestas por reconocidos músicos (especialmente deslumbrante la de Dead man compuesta por Neil Young) como en los efectos de sonidos, a los que presta una especial atención.
Dos años después de estrenar Extraños en el paraíso, realizó la segunda película de esta serie, Bajo el peso de la ley, donde continúa explorando la superficialidad de la existencia y la incapacidad de comunicación del individuo contemporáneo. En esta ocasión son tres personajes masculinos interpretados por John Lurie, Tom Waits y Roberto Benigni los protagonistas de la obra. Tres hombres que, por distintas situaciones, (más bien trampas que les han tendido) comparten celda en la cárcel de la prisión de Luisiana. Gracias a un plan del italiano Bob consiguen escapar de la cárcel… no obstante, no sabían que se enfrentaban a importantes problemas de supervivencia una vez fuera de la prisión, en los pantanosos y salvajes territorios por los que se mueven. Bajo el peso de la ley es la más cómica de las tres películas y consigue una maravillosa combinación entre lo lírico y lo poético, logrando así formar una fábula minimalista sobre la vida y las relaciones humanas entre los tres presos. Los tres hombres son claros ejemplos de personajes jarmuschianos, tres perdedores, que intentan de manera insistente no pensar en la realidad, evitar el presente pensando siempre en el futuro. Así la prostituta que duerme con Jack le espeta: “Siempre piensas en el mañana porque andas jodiendo el presente”.
Con esta película Jarmusch reinventa el género carcelario ya que lo que menos le importa son las peripecias o la vida que se lleva en una prisión… De hecho, la explicación del plan de huida la obvia con una elipsis… eso no es lo esencial, no es necesario saber la estrategia que les hace escapar, lo que le interesa al cineasta es mostrarnos lo que nunca vemos en las películas, es decir, los momentos y los diálogos que aparentemente no tienen transcendencia y que en los filmes que siguen las reglas generales del cine los esconden a través de las elipsis.
El filme, aunque no lo esté de manera formal, parece dividido en pequeños cortometrajes. Jim Jarmusch adora este tipo de estructura: pequeños fragmentos de realidad unidos. Ese carácter discontinuo que es muy palpable en Extraños en el paraiso lo vuelve a ser aquí. La realidad de fuera, los paisajes y la arquitectura, fria, temible, insociable… vuelve a ser otro de los puntos más importantes de la obra. Su visión existencial, en mi opinión, es en Bajo el peso de la ley aún más notable que en Extraños en el paraíso y Mistery train. De una manera muy alegórica el final nos da la conclusión final de Jarmusch: Jack y Zack, después de haberse despedido de Bob, siguen su camino buscando un lugar donde empezar una nueva vida. Al llegar a un cruce de caminos tienen que elegir entre la derecha y la izquierda. Ante esta situación, se quedan pensativos pero finalmente se separan. “Cada uno que siga un camino distinto” parece decirnos el director cuando los dos personajes separan definitivamente su trayectoria vital… porque al fin y al cabo son unos solitarios que, al mismo tiempo que intentar escapar de esa vida, no saben ni quieren vivir de otra manera.
En 1989 cierra la trilogía rodando Mistery Train, su película narrativamente más compleja y la más diferente respecto a las dos anteriores. Jarmusch prueba esta vez con el uso del color, reflejando de este modo el peculiar y extravagante argumento del filme: compuesto por tres historias independientes que ocurren simultánealmente en el mismo lugar, en el Arcade Hotel de Memphis. Sólo un detalle, que será descubierto a medida que pasan los minutos, les une: la presencia, de uno u otro modo, del rey del rock, Elvis Presley.
En la primera historia, titulada Lejos de Yokohama vemos a una pareja de jóvenes japoneses, Jun y Mizuko que llegan a Memphis a pasar unos días de vacaciones, especialmente atraídos por la figura del rey del rock que vivió y murió en su mansión Graceland de Memphis. Este corto, está formado, escena tras escena, por lo que se conoce “tiempos muertos”, es decir, tiempos sin transcendencia. Estos minutos son aprovechados por Jarmusch para mostrarnos la solitaria ciudad de Memphis: antes de que se hospeden en el hotel Arcade hacen un recorrido por la ciudad que destila melancolia y pasividad. La pareja japonesa pasa la noche en el hotel hablando sobre las diferencias y similitudes entre Memphis y Yokohama y comparando la figura y el mito de Elvis con otros grandes objetos o personas de leyenda: la estatua de la libertad, Madonna…
Un fantasma es el título del segundo corto de Mistery train. En él, como en todas las películas aquí comentadas, Jarmusch vuelve a la figura del extranjero, esta vez se trata de una joven italiana que espera un vuelo en Memphis para transportar el cadáver de su marido de vuelta a Roma. Después de volver a hacer un recorrido por las depresivas calles de Memphis y de dejarse engañar dos veces, se hospeda en el hotel Arcade. Allí comparte habitación con una chica de la ciudad que va a huir al día siguiente para intentar olvidar a su ex novio “Elvis” personaje delicuente que será protagonista en el siguiente corto. Durante la noche en el hotel, a Luisa, la mujer italiana, se le aparece el fantasma del verdadero Elvis. Simplemente se disculpa por haber aparecido en el lugar equivocado y vuelve a desaparecer. Luisa, después de está mística experiencia, queda inmersa en un estado de alucinación durante toda la noche. Al día siguiente, las dos mujeres se despiden y, justo antes de abandonar la habitación, al igual que la pareja asiática, escuchan un disparo de pistola.
Por último, el tercer corto titulado Perdidos en el espacio nos da la clave de unión entre los tres episodios independientes. Este capítulo comienza con el protagonista, Johnny y su amigo en un bar emborrachándose. Johnny está especialmente deprimido porque, además de perder su trabajo, también ha perdido a su novia (la compañera de habitación de Luisa en el corto anterior). Por culpa del alcohol y el mal genio se pone a “juguetear” en el bar con un pistola cargada. Su amigo llama a otros compañeros para que acudan a calmarle antes de que sea demasiado tarde. Cuando por fin lo consiguen sacar del bar, hacen una parada en una licoreria donde, casi de manera inconsciente, dispara al dueño en el pecho y le mata. Los tres amigos salen corriendo y huyen del lugar. No saben donde ir, pero finalmente van al hotel donde se concentran todos los personajes de Mistery train, al Arcade. El dueño del hotel es el cuñado de uno de ellos y les deja, sin hacerles preguntas, una habitación para que se refugien. Allí, tras pasar la noche totalmente alcoholizados, Johnny intenta sucidarse, el hermano de su ex novia (que es uno de los dos amigos que le acompañan) le intenta parar y se lleva accidentalmente el disparo en una pierna. A partir de este momento, huyen intentado buscar un hospital donde no les atrape la policia. En los últimos minutos de la película el coche en el que huyen los tres protagonistas de este último corto se cruza con el tren en el que la pareja de japoneses vuelven de las vacaciones y en el que va también Dee Dee, la ex novia de Johnny, en busca de otro entorno donde vivir.
En Mistery Train la figura de un mito tan potente como Elvis da significado de tres maneras distintas a las vidas de los personajes principales, totalmente independientes entre ellos. Jarmusch con su gusto por revisar su país, en esta cinta disfruta trantando el mítico sur de Estados Unidos ligado al blues y el rock. La figura del mayor mito musical de la historia del sur de Estados Unidos funciona en tres niveles diferentes. En el primero y más simple, como un chiste que sirve de conexión entre los tres cortometrajes durante todo el rodaje, especialmente en dos casos: la figura del rey en un cuadro en todas las habitaciones del hotel a la que, ni mucho menos, se ignora y la canción Blue Moon que en las tres historias escuchan los protagonistas.
Jarmusch también muestra como la cultura japonesa siente profunda admiración por los mitos, las fábulas y leyendas de Estados Unidos. Pero no desde un sentido de interés por la investigación o por la Historia, sino abrazando únicamente la vertiente más superficial, la que se ve en la televisión, la que se estampa en las camisetas… Así Mizuko, la joven japonesa, dedica parte de la noche en el hotel a seguir completando un album que elabora cuidadosamente donde compara el rostro de Elvis con estatuas populares y con otros mitos similares (La estatua de la Libertad, Madonna…). Por ello, viven del mito, de la superficialidad, de la realidad fantástica que esconden todas las figuras que fascinan a los individuos por el hecho de que han fascinado a muchos tiempo atrás.
Mientras que la pareja de japoneses se mueven en busca del mito, Luisa, la mujer italiana protagonista de la segunda historia, entra en Memphis por casualidad. No obstante, a ella también le afecta las peculiares tradicciones del sur de Estados Unidos. El director de Flores rotas (Broken flowers, 2005) nos muestra como cada persona que pisa el sur de Estados Unidos entra en contacto con su legado histórico, voluntaria o involuntariamente. De hecho, en un bar un hombre le cuenta una gran historia sobre un encuentro que tuvo con el verdadero Elvis, en el que le regaló un peine para que se lo diera precisamente a ella, a una chica llegada de Roma… lógicamente, la joven italiana no se lo cree, aún así, para quitárselo de encima le da el dinero que le pide. Posteriormente, en el hotel ve al verdadero fantasma…¿es fantasia?, ¿es realidad?, ¿no es la realidad más que las fantasias que crea nuestra mente? Esto es lo que parece preguntarse Jarmusch. Si la figura de Elvis era admirada por la pareja japonesa, en el tercer corto se da la visión inversa de la estrella de rock. Johnny, debido a su aspecto físico muy similar al de Elvis, no soporta verlo y, lo primero que hace al llegar al hotel, es pedirle a su compañero que de la vuelta al cuadro en el que aparece el rostro de la estrella, que está harto de ver su cara en todos lados. Así en Mistery Train la figura- mito pasa de ser adorada a ser despreciada, pero nunca indiferente.
En este filme todos los personajes parecen estar algo dementes, desiquilibrados y, aunque son completamente distintos entre ellos, sí hay una frase que se repite en los tres grupos de los distintos cortos: ¡Vaya hotel, ni siquiera tiene tele! La televisión y los medios que ayudan a abstenerse de sus vacías y solitarias vidas, este objeto es el que buscan para seguir pasando sus días, apartados de la realidad.
Después de este resumen de las tres películas ahora haré una síntesis, del porqué las he englobado juntas y de sus características comunes, también presentes, aunque en menor medida, en casi toda la filmografía de Jarmusch. En esta trilogía, como dije al inicio, se nos habla de la soledad existencial del hombre. Los personajes de este autor no tienen ni moral de héroes ni de antihéroes: son seres escépticos que no creen en nada, ni siquiera en sí mismos. Por eso, para poder sobrevivir espiritualmente, o bien se agarran a la capa más superficial de la vida (en el caso de Mistery train) o se embarcan en un viaje por una vida sin sentido, en un camino de huida y búsqueda infinito (más especialmente visible en Extraños en el paraíso y Bajo el peso de la ley). Sus personajes viven en una continua y profunda desilusión y ni siquiera los viajes que realizan de un lugar a otro les aportan un aire nuevo a su interior.
Con este ciclo de películas Jarmusch también nos ofrece una mirada irónica de los Estados Unidos de la década de los 80. Nos habla de la farsa del “sueño americano”, de la decadencia en las ciudades, de la falta de optimismo, de las almas sin dueño, y, fundamentalmente, de la falta de comunicación existente entre los distintos individuos y las terribles consecuencias que esto acarrea.
Este problema de la falta de comunicación lo representa en estas tres películas con la figura del extrajero: Eva, la prima de Hungría (Extraños en el paraíso), Bob, el preso italiano (Bajo el peso de la ley) y la pareja de japoneses y la mujer italiana (Mistery train) . El intruso en tierras de norteamerica le sirve de medio para exponer ciertos aspectos de la cultura de su país. En las tres películas vemos las diferencias entre las distintas culturas pero, al mismo tiempo, parece que el director nos lanza la siguiente pregunta: ¿no son en el fondo todos los sitios iguales?, ¿no son sólo diferencias externas, aparentes?
Esta idea de el individuo en tierras extrañas no se limita sólo a las distintas naciones o territorios, sino más bien al sentimiento de ser extranjero en tu propia casa, extraño en tu propio origen, en tu país… Así el personaje de Willie defiende a ultranza que es americano y no quiere saber nada de su país de origen, Hungría, ni siquiera oír hablar en su idioma nativo.
Por ello, los personajes jarmuschianos son seres egocéntricos e individualistas. Esto se debe a su desarraigo, no poseen el sentimiento de pertenencia a nadie ni a nada y por ello padecen la soledad y el vacío del que no son capaces de liberarse.
A esta insociabilidad y a la falta de comunicación están dedicados el resto recursos cinematográficos de las tres películas. Para empezar, su carácter discontinuo. Sus filmes no tienen un engranaje exacto, no se sigue por la regla de causa-efecto. Al contrario, son escenas casi independientes que se unen para formar una historia nueva. En ellas abundan los silencios, los diálogos rotos… sus películas parecen en ocasiones pura improvisación, a pesar de que Jarmusch, como gran literato que es, cuida al máximo los guiones y los diálogos.
Otro rasgo ligado con el anterior que, en mi opinión, es el más característico del director, es la elaboración de las secuencias a partir de los tiempos muertos. Respecto a esto, el mismo Jarmusch explica lo siguiente: “Hago películas sobre las pequeñas cosas que ocurren entre los seres humanos. En la mayoría de las películas, si un chico recibe una llamada de teléfono de su novia, el siguiente plano que se insertará en la sala de montaje será el del chico llegando a la puerta de la casa de su novia. Sin embargo, yo estoy más interesado en lo que le ocurre de camino a la casa que en las otras dos secuencias. ¿Qué vio el chico en el tren? ¿Qué comió? A mí me interesa lo que ocurre en el medio”.
La intención de mostrar la realidad sin adornos le llevan a una puesta en escena minimalista pero por ello no deja de ser poética. La fotografía hace que, en muchas de las películas de este autor, cada fotograma sea una postal, una obra de arte sobre la pura realidad. Pero si hay que reconocerle una virtud a Jim Jarmusch, es su actitud perfeccionista y su ambición por controlar absolutamente todos los aspectos de la obra. En cierta ocasión declaró que no entendía como ciertos cineastas sólo usan como inspiración otras películas. Para él todo lo que rodea su vida le vale de influencia. Por eso, otra de las grandes cualidades de esta trilogía es la representación de la arquitectura típica de la zona donde rueda. Los personajes que recorren las calles más desoladoras crean una especie de simbiosis entre las callejuelas por donde van y sus estados de ánimo.
Por último, como anteriormente mencioné, la música es esencial en la obra de Jarmusch, tanto que llegó a declarar que si Los Ramones no hubieran existido, probablemente no hubiera filmado ninguna película. Algunos de sus filmes parecen hechos exclusivamente para poder utilizar las melodías que él adora. Siempre ha defendido su modo tan personal de crear a partir de la música: escuchar canciones y dejar que la mente cree a partir de lo que despierta en ella la música. No es casualidad que en Extraños en el paraíso, en los primeros minutos, antes de que diga ni una sola palabra, vemos a Eva que pone en su casette “su canción”, que la acompaña mientras da el primer paseo por Nueva York. También es significante que en Bajo el peso de la ley los dos protagonistas, John Lurie y Tom Waits, en la vida real sean músicos muy del gusto del cineasta y que los ha solicitado como compositores para algunas de sus películas. Sin olvidar que uno de los momentos claves de unión entre las tres historias de Mistery Train se produce cuando, cada grupo de personajes, en su propia historia, escucha la canción Blue Moon de Elvi’s Presley.
Por ello, por esta trilogía y por el resto de su filmografía, se puede sin miedo y sin pecar de valentía declarar a Jarmusch como un cineasta independiente, un verdadero artesano que elabora sus películas para expresar lo que el siente, lo que el piensa y lo que a él le apetece contar. Gana dinero para hacer películas y no hace películas para ganar dinero. Así, mediante sus películas, como a los verdaderos autores, se conoce a Jim Jarmusch, un hombre con alma de poeta, de músico y, sobre todo, de cineasta.
Para finalizar, expongo una declaración que termina de explicar, en palabras del propio director, su visión del cine y, por tanto, de la vida.
Pregunta: Muchos de tus personajes parecen estar tocados por la soledad y la melancolía, ¿qué expresas con esto?
Respuesta: “Mi propia soledad y melancolía (Risas). Esto es parte de la vida y siempre me he sentido como un forastero en muchas formas -¡estoy seguro que no puedes imaginar porqué! Pero en la misma forma que utilizo el humor, la incomunicación y cosas que surgen de malentendidos. Todas esas cosas coexisten, entonces, trato de que coexistan en un personaje o en una película”.
FA 1484

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Sydney Pollack -Tootsie (1982)


Int: Dustin Hoffman, Jessica Lange, Geena Davis, Charles Durning, George Gaynes, Teri Garr,Dabney Coleman, Sydney Pollack, Bill Murray 

Sinopsis: Michael Dorsey es un actor neoyorkino sin éxito. Además, en los círculos artísticos tiene fama de conflictivo. Como su mala racha no se acaba, un día toma una importante decisión: hacerse pasar por una mujer para encontrar trabajo. Consigue un papel, pero su nueva identidad le traerá no pocas complicaciones en su vida diaria. (FILMAFFINITY)
FA 5065

Otto Preminger - The Man with the Golden Arm (1955)


Int: Frank Sinatra, Eleanor Parker, Kim Novak, Arnold Stang, Darren McGavin, Robert Strauss, John Conte, Doro Merande, George E. Stone, George Mathews, Leonid Kinskey, Emile Meyer

Sinopsis: Frankie Machine, un hombre con talento musical, sale de la cárcel y, además, consigue dejar la heroína. Su principal problema será encontrar un medio de vida honrado y evitar las drogas y el juego. (FILMAFFINITY)
FA 5064

Richard Benjamin - The Money Pit (1986)


Int: Tom Hanks, Shelley Long, Alexander Godunov, Maureen Stapleton, Joe Mantegna, Philip Bosco, Josh Mostel 

Sinopsis: Anna es una joven y atractiva violinista que, con su novio Walter, vive provisionalmente en el apartamento de su ex-marido, un famoso director de orquesta. De repente, éste aparece en la casa y la pareja tiene que buscar otra residencia. Walter recurre a su amigo Jack, agente de la propiedad, que le proporciona una auténtica “ganga” en las afueras de la ciudad. (FILMAFFINITY)
FA 5063

Jane Campion - Sweetie (1989)


Int: Geneviève Lemon, Karen Colston, Tom Lycos, Jon Darling, Dorothy Barry, Michael Lake, Andre Pataczek

Sinopsis: Film sobre las relaciones humanas y familiares, la superstición, el miedo y los esfuerzos para conservar el amor en un mundo que no se puede controlar. El debut de Campion constituye un estudio de caracteres femeninos más bien desequilibrados. (FILMAFFINITY)
FA 5062

John Mackenzie - The Long Good Friday (1980)

Añadir leyenda

Int: Bob Hoskins, Helen Mirren, Eddie Constantine, Dave King, Bryan Marshall, Derek Thompson, Paul Freeman, P.H. Moriarty

Sinopsis: Harold Shand, un gángster inglés bien establecido, está a punto de cerrar un lucrativo negocio con la mafia estadounidense. Pero cuando una serie de bombas empiezan a estallar en distintos puntos de Londres, todo parece ir mal. Amigos y miembros de su banda van muriendo a la vez que la relativa calma de los últimos diez años se rompe en mil pedazos. Un misterioso sindicato intenta involucrarle por lo que Harold tendrá que averiguar quiénes son y qué es lo que quieren pero por el camino dejará un rastro sangriento en su recorrido hacia la verdad. (FILMAFFINITY)
FA 5061

Paul Schrader - Hardcore (1979)


Int: George C. Scott, Peter Boyle, Season Hubley, Dick Sargent, Leonard Gaines, Dave Nichols, Gary Graham, Larry Block, Marc Alaimo, Leslie Acherman, Paul Marin, Hal Williams

Sinopsis: La hija de un hombre que vive en un pueblo del Midwest desaparece durante un viaje con su instituto a California. Un detective encuentra una pista que lo lleva al mundillo de las películas porno. A continuación, el padre viajará al lugar para recuperar a la joven. (FILMAFFINITY)
FA 5059

Mikio Naruse - Onna no naka ni iru tanin (1966)


El extraño dentro de la mujer
Los Tashiro (Isao y su esposa Masako) viven en Kamakura, tienen dos hijos y disfrutan de un elegante estilo de vida. Un dia, en Tokio, Tashiro se encuentra con su vecino Sugimoto, quien ha acudido a la ciudad en busca de su esposa Sayuri. Dado que no ha tenido suerte en localizarla, ambos deciden tomar una copa y regresar a casa juntos. 
Si alguna función cumplió el cine japonés en el curso de los últimos cincuenta años, fue la de enfrentar al espectador occidental con los límites de su ignorancia. Sucedió en los años ‘50, cuando desde este lado del mundo se descubrió primero a Kurosawa y enseguida a Kenji Mizoguchi, que venían filmando desde hacía un rato largo. Volvió a ocurrir dos décadas más tarde, cuando le tocó el turno a Yasujiro Ozu, diez años después de su fallecimiento. El último gran maestro nipón que le fue revelado a Occidente fue Mikio Naruse, quien -como varios de los anteriores– había comenzado en el cine mudo, filmando en continuidad casi hasta su muerte, a fines de los ‘60.
Fue recién en la década del 80 cuando, gracias a ciclos de revisión, muestras y festivales presentados en las principales capitales internacionales, Occidente comenzó a descorrer el velo sobre la vasta obra de este cineasta que, tan prolífico como sus pares, llegó a completar cerca de un centenar de películas. (...)
El descubrimiento de la obra de Mikio Naruse vino a dislocar la incuestionable división de territorios establecida desde temprano entre Ozu, Mizoguchi y Kurosawa. Más allá de sus incursiones en el drama humanista, Akira acaparaba las versiones de Shakespeare, la épica y los films de época. Ozu, por su parte, se hacía cargo de las plácidas historias de disolución familiar, vistas desde la inmutabilidad que les otorgaba su único emplazamiento de cámara. Para Mizoguchi quedaban los dramas femeninos, la exquisitez formal, el brillo de los amplios y deslumbrantes travellings. Todo lucía tan perfectamente diagramado como en un jardín japonés.
Pero he aquí que irrumpe Naruse y la cuadrícula del paisaje se complica. Ningún problema en relación con la obra de Kurosawa, con la que el cine del cuarto hombre no guarda el más mínimo parentesco: mientras el autor de Los siete samurais se solaza con los amplios espacios abiertos, el heroísmo y las disputas nobiliarias, las películas de Naruse transcurren en el máximo encierro. Allí no hay sitio para el heroísmo sino para las pequeñas rencillas familiares y conyugales, indefectiblemente protagonizadas por personajes de clase media baja, entre quienes si algo impera son los sentimientos larvados y los intereses económicos encontrados. De hecho, durante largos años Kurosawa y Naruse trabajaron en el mismo estudio, la Toho, donde uno se especializaba en las historias de hombres y el otro en las de mujeres. Pero la sencillez extrema y radical de la puesta en escena es un factor que emparenta a las películas de Naruse –al menos en apariencia– con las de Yasujiro Ozu, con quien comparte, además, la definida renuncia por el pasado y el consecuente anclaje en el mundo contemporáneo. Hasta tal punto era visible esta proximidad que, en sus inicios, Naruse fue desplazado de la Sochiku –donde también trabajaba el realizador de Historia de Tokio– porque “no necesitamos otro Ozu”, según le hizo saber el mandamás del estudio. Pero las diferencias, si se mira un poco más en detalle, no tardan en aflorar. A la aceptación de lo trágico que caracteriza a los personajes de Ozu, Naruse opone un continuo batallar contra las circunstancias a cargo de mujeres marginalizadas, que tanto podían ser geishas como camareras, dueñas de bares, pequeñas comerciantes o prestamistas. 
Nueva invasión de territorio: las mujeres, y sobre todo las geishas, eran las protagonistas casi excluyentes del cine de Kenji Mizoguchi. Y nueva diferenciación: mientras este último tendía a glorificar a sus heroínas, haciendo de ellas víctimas sacrificiales, Naruse las observa a la par, mientras intentan abrirse paso a los codazos en medio de la sociedad japonesa, una de las más machistas y tradicionalistas que se conozcan. De ahí el carácter profundamente revulsivo de sus películas, y también su sorprendente contemporaneidad y sintonía con la cultura occidental. Pero ojo: las mujeres de Naruse no son ningunas santitas.
La heroína narusiana exhibe una coraza dura, tan taimada y eventualmente cruel como, según dicen, era su propio creador (ver el testimonio de la actriz Hideko Takamine). Además, haciendo gala de una notable hiperconciencia, parecen asumir que no hay independencia que pueda forjarse sin dinero. Casi no hay película de Naruse en la que no se discuta de plata, en la que no llegue alguien para cobrar una deuda o pedir un préstamo, en la que la protagonista no se dedique a contar fajos de billetes. “Uno de los cineastas más materialistas de la historia del cine”, dictaminó, no sin razón, el exquisito crítico neoyorquino Philip Lopate.
Los siete títulos que componen la retrospectiva de la Lugones (todos pertenecientes a uno de los períodos más fecundos de su carrera, el que va de principios de los ‘50 a comienzos de los ‘60) demuestran que más allá de la sutileza del gesto mínimo y extremadamente significativo, el diálogo y la palabra, en las películas de Naruse, tienen un peso enorme. La puesta en escena es lo suficientemente sencilla como para que no haya la más mínima interferencia entre el espectador y los personajes, y tampoco en el juego que éstos establecen entre sí. “Sus películas no tienen picos dramáticos”, bramó alguna vez, furioso, el ejecutivo de algún estudio. No le faltaba razón; sólo que lo que vociferaba como un reproche no era otra cosa que un rasgo de estilo.
Como bien señalara su ex asistente Kurosawa (ver recuadro), la forma narrativa de Naruse tiende a privilegiar el flujo continuo, la sucesión de escenas que no conocen tiempos fuertes pero tampoco debilidades. “Flujo” no parece una palabra desacertada para describir el estilo de un cineasta especializado en mujeres; como tampoco lo es la idea de monocordia: una y otra vez sus personajes vuelven a enfrentarse por motivos reiterados, evocando el incesante, repetido movimiento de un tornillo.
Predominio del diálogo y el gesto apenas perceptible, transparencia de la puesta en escena, protagonismo excluyentemente femenino, empatía con las heroínas y mano maestra para dirigir actrices: todos esos rasgos aproximan el cine de Naruse al del estadounidense George Cukor, director de Nacida ayer, Mi bella dama y Ricas y famosas. Pero éseno es el único parangón que salta a la vista del espectador occidental. El modo en que el realizador utiliza las estructuras del melodrama para diseccionar el rol de las mujeres en la estructura social evoca también los melodramas de Douglas Sirk, la reciente y muy sirkiana Lejos del paraíso (Todd Haynes) y, sobre todo, la obra de ese discípulo de Sirk que fue Rainer W. Fassbinder. Como una versión apenas atenuada del director de Querelle, no hay en las películas de Naruse relación humana y sexual que no esté marcada por el interés, el sometimiento, la crueldad y la humillación.
Lo que sorprende al espectador occidental es el grado de franqueza y explicitación –tan poco afines a la tradicional discreción nipona– con que estas cuestiones se plantean en las películas de Naruse. La protagonista de Meshi es un ama de casa que hace lo imposible para viajar a Tokio a respirar un poco de aire fresco, y una vez allí se replantea el sentido de su asfixiante matrimonio con un agente de bolsa. La de Maquillajes de Ginza, separada y con un hijo, debe aceptar el encuentro con un ricachón repugnante que intenta violarla en la primera cita. Ex geisha, la protagonista de Crisantemos tardíos se hizo de abajo, prestando dinero a pequeñas comerciantes; éstas, como aquélla, se aferran a la tabla de salvación del dinero de un modo tan implacable que rozan el límite mismo de la avaricia y la codicia y ponen seriamente en cuestión su carácter de “heroínas”. (...) (Horacio Bernades, Página 12)


“Naruse proponía algo que es preciso calificar como moderno y que justifica la admiración que se le tributa en nuestros días. Naruse fue moderno por su extremada atención a los movimientos y pulsaciones más ínfimos de la vida. Su cámara se adhiere a cada instante del presente de sus personajes." Jean Douchet
"La cultura japonesa tiene una alta valoración de la comunicación no verbal y Naruse es el director que mejor supo expresar esta preferencia cultural con la técnica del cine. En una película de Naruse, el momento en el que los sentimientos de un personaje hacia otro cambian de forma dramática viene expresado a menudo sin palabras, a través de minúsculas desviaciones de la mirada o del gesto más pequeño y sutil." Audie E. Bock
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