Director:
Jim Jarmusch
Año: 1986 País: EE.UU. Género: Drama/Comedia Puntaje: 08/10
Interpretes: Tom Waits, Roberto Benigni, John Lurie, Nicoletta Braschi, Ellen Barkin y Billie Neal
Año: 1986 País: EE.UU. Género: Drama/Comedia Puntaje: 08/10
Interpretes: Tom Waits, Roberto Benigni, John Lurie, Nicoletta Braschi, Ellen Barkin y Billie Neal
Fantástica
película de Jim Jarmusch. Con una impecable fotografía en blanco y negro, narra
la historia de tres desconocidos que acaban compartiendo celda en una prisión
por diferentes motivos. Zack (Tom Waits) es un proxeneta, que se evade
fabulando venturas futuras, al que la novia (Ellen Barkin) echa de casa. Jack
(John Lurie) es un indolente discjockey en paro. Roberto (Benigni) es un
enérgico turista extranjero que ha cometido un crimen. Sus variopintas
personalidades chocan continuamente, aunque con el tiempo aprenderán a
soportarse y juntos inician un plan de fuga. Esta es otra película con las características
principales del cine de Jim Jarmusch. Es decir, ritmo lento que puede
desesperar a algunos, argumento que mantiene el interés, banda sonora bastante
buena. Jarmusch se siente tan a gusto como siempre. Con su peculiar estilo y
con un pequeño presupuesto consigue buenos resultados. Un guión bastante bien
escrito por el director que no se hace nada pesado de ver. Una de las mejores
obras del genio independiente norteamericano, una de sus películas más
conseguidas. Rodada como siempre con cuatro duros y con una pasmosa simpleza
narrativa, es "Bajo el Peso de la
Ley " una atrapante y conmovedora película sobre la Norteamérica
profunda, sobre la amistad y el compañerismo a la que no le falta nada: humor,
aventuras, amor. Por supuesto poblada de de referencias freaks y con tres
actores geniales (inolvidables sus papeles). De las grandes obras
independientes de los USA de la década.
En
sus cintas anteriores, “Vacaciones
Permanentes” y “Extraños
en el Paraíso”, Jarmusch hizo uso de la cámara fija sobre su propio eje
(con casi imperceptibles paneos laterales) para denotar condición estática en
sus personajes. En "Bajo el Peso de la Ley " los protagonistas no difieren de esas
características, entonces según la filosofía fílmica de Jarmusch éstos deberían
actuar en entornos herméticos, sosos y redundantes; caso y circunstancias que
suceden en este su tercer largo. Jarmusch justifica su minimalismo reafirmando
su puesta en escena como pertinente a su causa. Inicia la película con largos
travelings laterales que muestran vecindarios simétricos desde la impresión más
epidérmica pero con el sentido más profundo. Jarmusch y sus largos planos nos
dicen que la movilidad no hace la distinción. Pareciera que Allie (Vacaciones
Permanentes), Willie, Eddie, Eva (Extraños en el Paraíso) y Jarmusch vieran
tras una ventana de automóvil como pasa (relativamente) la misma imagen así
estén (al parecer) cambiando de rumbo. Una cámara subjetiva conjunta engloba
las conclusiones dadas por sus filmes anteriores darán el mismo resultado a
este filme. El autor de la película trata de marcar la distancia que separa el
sueño americano de la realidad cotidiana. Zack y Jack son engañados por
policías corruptos, son castigados arbitrariamente con sanciones inhumanas, han
de cruzar ciénagas plagadas de serpientes y caimanes, han de huir de una banda
de perros. Ambos, que se llevan mal, se enzarzan en disputas frecuentes y en
ocasiones llegan a las manos, encarnan la figura del bribón acostumbrado a
sobrevivir sin esperanza. Roberto es el cómico inocente, optimista, irónico,
sencillo y abierto, que logra tejer entre Zack, Jack y él una trama de amistad,
confianza y complicidad.
El
personaje de Roberto lleva consigo el desequilibrio y la diferencia de
"Bajo el Peso de la Ley "
en relación con su antecesora “Extraños en el Paraíso” se asemejan en el
aspecto foráneo, pero sus intencionalidades son contrarias. Eva (la chica
húngara de “Extraños en el Paraíso”) llega a América con el objetivo de darle
un radical giro a su monolítica vida; su desilusión sería consecuencia
inevitable del proceso. Eva llegó con expectativas, asimismo con escasa actitud
proactiva. ¿Qué hacía Roberto, un italiano, en América? Ni idea, parece haber
salido del subsuelo para demostrarnos su poder de empatía. La imagen que éste
tiene de su nuevo paradero, EE.UU., es tal cual una película de marcos
ficticios, hace constantes analogías entre su realidad vivencial y la ficción
hollywoodense. Su inocencia inverosímil satiriza al foráneo simpático que a
pesar de su incredulidad conoce sus pretensiones y ambiciones. Entonces, se
entiende que seriedad es identidad y arraigo, mas no carácter arisco e
inexpresivo. Roberto encuentra el amor, asimismo su sitio a quedarse de por
vida, en una humilde cabaña aislada en las entrañas del pantano, donde vive una
italiana llamada Nicoletta. Bob propone humanismo y sinceridad en cada gesto y
parlamento emitido, a él se le puede considerar como el triunfador de la
historia, pues es el único que logra el manido “final feliz”. Jack (Lurie) y
Zack (Waits) parten hacia un fin prefigurado, pero sin bases que sustenten sus
bosquejos. Son reflejo de la dupla Willie-Eddie (Extraños en el Paraíso) que
quieren paraíso, pero no saben cómo.
"Bajo
el Peso de la Ley "
es más explícito en su filosofía: la cárcel es la concreción del espacio
monótono, hermético e impotente, al igual que el pantano representa los
exteriores insulsos. "Bajo el Peso de la Ley " indica la omnipresencia de la rutina
presencial y vivencial; la ley es la cotidianeidad que nos gobierna, la
opresora de nuestros quehaceres. Jarmusch le da matices distintos a la misma
idea: la búsqueda de novedades duraderas y sustancialmente fructíferas; la cual
pasó por su proceso de planteamiento en “Vacaciones Permanentes”, en “Extraños
en el Paraíso” el de definición, y en "Bajo el Peso de la Ley " ya insinúa
soluciones. En éste, su tercer filme, afina su sentido irónico para
atribuírselo a un Roberto entrañable, que encandila todos los pasajes en los
que está presente, para mostrarnos una subliminal bofeteada a convenciones
gringas como el machismo. "Bajo el Peso de la Ley " se desenlaza en nuestras
conciencias, sus planteamientos son introspectivos en mayor grado ya que el
final es sumamente abierto a conclusiones interpretativas, tan misterioso como
los dos extensos caminos a elegir (oeste y este) por parte de los dos
americanos. Zack y Jack parten hacia el descubrimiento de sus nuevos destinos
por vivir; cada quien toma un camino diferente para dejar su devenir al azar.
Ahí encontrarán donde poder adaptarse en un “nuevo” medio para “iniciar” una
misma vida. Por eso el desinterés en la elección de sus rumbos, intencionados o
no siguen siendo errantes. En Roberto queda un arquetipo optimista para salir
de la congoja generalizada de los personajes Jarmusch, salida ante tanto
desconsuelo urdido en la obra anterior a esta tercera.
El
contraste entre el trío de “Extraños en el Paraíso” (Willie-Eddie-Eva) y el de
"Bajo el Peso de la Ley "
(Jack-Zack-Roberto) arroja como diferencial más significativo el del factor
esclarecedor y unificador llamado Roberto, aparte de una renuente dependencia
entre los ex-presidiarios; ellos se unen en un mutuo acuerdo tácito de
necesidad momentánea, una alianza que acabará ni bien llegué el camino
separador. En cambio, los de “Extraños… son un trío indisoluble y
necesariamente unido, ya que entre sí interactúan para su proacción. Su
disolución fue producto de una infortunada desatención, la cual pone fin a su
búsqueda del “paraíso”. Jarmusch parece llevar la contraria a esa máxima y
decir: todo lo que sirva a los fines de una narración tradicional hay que
quitarlo. Configurando así una “narración por ausencias” que va en contra de
los hábitos de la costumbre cinematográfica. Las presentaciones de los
personajes (salvo la de Waits) son a través de diálogos insustanciales, cuando
la policía los atrapa lo que nosotros vemos es la conversación (con toda la
insipidez de una conversación a tiempo real) en la que se deciden a dar el paso
que les llevará a la cárcel, no vemos casi su detención, juicio o ingreso en
prisión, sólo una tremenda elipsis y luego la cárcel. Con la fuga igual, nada
de preparativos ni ejecución del plan (que es lo que una película convencional
nos mostraría o incluso lo que sería el nudo de la misma, pero que aquí es
engullido por una elipsis descomunal); en la posterior huída no se recrea en
persecuciones, sólo en conversaciones, de nuevo y aparentemente,
insustanciales... Las propias relaciones de los personajes están configuradas a
través de diálogos de escasa profundidad en apariencia, nada de un desarrollo
convencional de personalidades. Incluso ahí Jarmusch omite lo “esencial” y se
queda con lo que normalmente no está en las películas.
Llena
los silencios recitando en italiano poemas de Walt Whitman y Robert Frost,
grandes poetas norteamericanos. Alimenta el diálogo con elementos de esperanza
e imaginación (pinta una ventana en la pared de la celda). Para Jarmush, el
grupo es el instrumento que permite salir adelante y ser feliz, mientras el
individualismo mata el espíritu y empobrece la imaginación. La música tiene en
las obras de Jarmusch un papel preponderante: no es un efecto sonoro, sino un
complemento que aporta belleza. La música es de John Lurie y la canciones
("Jockey Full Of Bourbon" y "Tango Till They're Sore"), de
Tom Waits, ambos actores del filme. Además se ofrecen fragmentos,
extraordinariamente sugerentes, que combinan guitarra, percusión, trompeta,
banjo, trombón, bajo electrónico y violoncelo. La imagen, de Robby Müller
("París, Texas"), de gran belleza visual, aprovecha los contrastes
del claroscuro hasta las últimas posibilidades. Abundan las largas secuencias
donde la cámara se mueve con parquedad y evita cortes. Benigni interpreta su
papel con desenvoltura, gracia y brillantez. Nicoletta Braschi, esposa de
Benigni en la vida real, está acertada y cautivadora. Waits y Lurie cumplen con
corrección. Jarmusch a esas instancias ya era un distinguido autor de culto. En
nuestros tiempos, él se erige como el más importante cineasta indie. Su obra
produce el fenómeno de multiplicarnos emociones con el mismo esqueleto de
guión, de provocarnos reacciones nuevas con los mismos elementos… Ese es
Jarmusch, que titiritea la inoperancia, lo aburrido y acartonado para contarnos
obras maestras elípticas del morbo y la "acción"… tácitas e
implícitas del drama interno.
Me
enferma la palabra ‘ independiente’. Cada vez que escucho adjetivos como
‘caprichoso’ o ‘arriesgado’ saco mi revólver. Esas palabras se han convertido
en etiquetas que le colocan a los productos para poder venderlos. Todo aquel
que hace la película que quiere hacer, y que no es definida por el análisis de
mercado, es entonces ‘independiente’. Mis películas son hechas a mano. No son
pulidas. Como si hubieran sido hechas en un garage. Son, de alguna manera,
productos artesanales
Jim
Jarmusch.
Romper
con la forma estándar de inicio, nudo y desenlace y mostrar un estilo narrativo
distinto es la seña de identidad de Jim Jarmusch. El cineasta estadounidense se
ha convertido en uno de los más importantes representantes del verdadero cine
independiente contemporáneo. Fiel a sí mismo y siempre reconocible se merece el
adjetivo de autor, ya que detrás de cada una de sus obras se siente su
presencia y su estilo sincero y auténtico.
En este trabajo hablaré de tres de sus obras que forman una especie de trilogía: Extraños en el paraiso (Stranger than paradise, 1984), Bajo el peso de la ley (Down by the law, 1986) y Mistery train que cerró el ciclo en 1989. Estos tres filmes hablan de uno de los temas predilectos del director: la soledad del hombre contemporáneo, el vacío existencial que sufre y la abrumadora vida sin sentido de las ciudades estadounidenses.
“Una comedia-negra semi-neorrealista”, así es como define Jarmusch a Extraños en el paraiso, su segundo largometraje. Este filme, con el que ganó La camera d’Or en el Festival de Cannes, cuenta las aventuras de dos amigos neoyorkinos y la prima húngara de uno de ellos que, al haber ganado dinero en un timo de cartas, deciden ir a recoger a su prima a Cleveland (Ohio) y, después de pasar unos días allí, aprovechan el dinero que les queda para ir a Florida junto a ella, por la que ambos se sienten fascinados. A través de sus vivencias en Nueva York, Ohio y Florida los espectadores indagan y observan la atmósfera decadente de las ciudades de Estados Unidos. Los protagonistas van de un lugar a otro en un viaje que es tanto búsqueda como huída. La puesta en escena marca el ritmo de la película: la película está dividida en tres cortos y cada uno de ellos se basa en planos secuencias con un principio y fin en fundido a negro. Esto aporta a Extraños en el paraíso un carácter discontinuo, en el que no se trata de mantener al espectador enganchado a la trama, sino de que se pregunte por lo que sienten los personajes y por sus actitudes. Hay dos elementos que destacan en casi todas las películas del director de Dead man (1995): la fotografía y la música. Extraños en el paraiso, rodada en un blanco y negro deslocalizador, crea imágenes más cercanas al arte de la fotografía que al propio cine. Esta desorientación que se crea a través del uso del color tiene su sentido narrativo: no importan donde vayan, para los personajes del filme todo parece lo mismo, ya sea en el gélido invierno de Cleveland o en las paradisíacas playas de Florida: su desarraigo y su inconsistente vida no se alivian por ir de un lugar a otro. En un momento de la película Eddie le dice a su amigo Willie: “vas de un sitio a otro y todo te parece lo mismo”. Esto es lo que quiere expresar el director de Ohio: no importa donde te encuentres, todo es idéntico si antes no te has encontrado a ti mismo.
Por otra parte, la música es esencial en el filme, tanto en el plano diegético (Eva, la prima de Willie, siempre va acompañada de su cassette con la misma canción) como en el extradiegético que muestra la pesadez y la inestabilidad del carácter de los personajes con una banda sonora interpretada por John Lurie, personaje principal tanto en esta película como en la comentaré posteriormente, Bajo el peso de la ley. Jarmusch es un amante de la música y, de hecho, perteneció a un grupo durante varios años que tuvo que abandonar para dedicarse en cuerpo y alma el cine. Sin embargo, ese rasgo melómano siempre está presente en sus películas, tanto en la creación de las bandas sonoras, compuestas por reconocidos músicos (especialmente deslumbrante la de Dead man compuesta por Neil Young) como en los efectos de sonidos, a los que presta una especial atención.
Dos años después de estrenar Extraños en el paraíso, realizó la segunda película de esta serie, Bajo el peso de la ley, donde continúa explorando la superficialidad de la existencia y la incapacidad de comunicación del individuo contemporáneo. En esta ocasión son tres personajes masculinos interpretados por John Lurie, Tom Waits y Roberto Benigni los protagonistas de la obra. Tres hombres que, por distintas situaciones, (más bien trampas que les han tendido) comparten celda en la cárcel de la prisión de Luisiana. Gracias a un plan del italiano Bob consiguen escapar de la cárcel… no obstante, no sabían que se enfrentaban a importantes problemas de supervivencia una vez fuera de la prisión, en los pantanosos y salvajes territorios por los que se mueven. Bajo el peso de la ley es la más cómica de las tres películas y consigue una maravillosa combinación entre lo lírico y lo poético, logrando así formar una fábula minimalista sobre la vida y las relaciones humanas entre los tres presos. Los tres hombres son claros ejemplos de personajes jarmuschianos, tres perdedores, que intentan de manera insistente no pensar en la realidad, evitar el presente pensando siempre en el futuro. Así la prostituta que duerme con Jack le espeta: “Siempre piensas en el mañana porque andas jodiendo el presente”.
Con esta película Jarmusch reinventa el género carcelario ya que lo que menos le importa son las peripecias o la vida que se lleva en una prisión… De hecho, la explicación del plan de huida la obvia con una elipsis… eso no es lo esencial, no es necesario saber la estrategia que les hace escapar, lo que le interesa al cineasta es mostrarnos lo que nunca vemos en las películas, es decir, los momentos y los diálogos que aparentemente no tienen transcendencia y que en los filmes que siguen las reglas generales del cine los esconden a través de las elipsis.
El filme, aunque no lo esté de manera formal, parece dividido en pequeños cortometrajes. Jim Jarmusch adora este tipo de estructura: pequeños fragmentos de realidad unidos. Ese carácter discontinuo que es muy palpable en Extraños en el paraiso lo vuelve a ser aquí. La realidad de fuera, los paisajes y la arquitectura, fria, temible, insociable… vuelve a ser otro de los puntos más importantes de la obra. Su visión existencial, en mi opinión, es en Bajo el peso de la ley aún más notable que en Extraños en el paraíso y Mistery train. De una manera muy alegórica el final nos da la conclusión final de Jarmusch: Jack y Zack, después de haberse despedido de Bob, siguen su camino buscando un lugar donde empezar una nueva vida. Al llegar a un cruce de caminos tienen que elegir entre la derecha y la izquierda. Ante esta situación, se quedan pensativos pero finalmente se separan. “Cada uno que siga un camino distinto” parece decirnos el director cuando los dos personajes separan definitivamente su trayectoria vital… porque al fin y al cabo son unos solitarios que, al mismo tiempo que intentar escapar de esa vida, no saben ni quieren vivir de otra manera.
En 1989 cierra la trilogía rodando Mistery Train, su película narrativamente más compleja y la más diferente respecto a las dos anteriores. Jarmusch prueba esta vez con el uso del color, reflejando de este modo el peculiar y extravagante argumento del filme: compuesto por tres historias independientes que ocurren simultánealmente en el mismo lugar, en el Arcade Hotel de Memphis. Sólo un detalle, que será descubierto a medida que pasan los minutos, les une: la presencia, de uno u otro modo, del rey del rock, Elvis Presley.
En la primera historia, titulada Lejos de Yokohama vemos a una pareja de jóvenes japoneses, Jun y Mizuko que llegan a Memphis a pasar unos días de vacaciones, especialmente atraídos por la figura del rey del rock que vivió y murió en su mansión Graceland de Memphis. Este corto, está formado, escena tras escena, por lo que se conoce “tiempos muertos”, es decir, tiempos sin transcendencia. Estos minutos son aprovechados por Jarmusch para mostrarnos la solitaria ciudad de Memphis: antes de que se hospeden en el hotel Arcade hacen un recorrido por la ciudad que destila melancolia y pasividad. La pareja japonesa pasa la noche en el hotel hablando sobre las diferencias y similitudes entre Memphis y Yokohama y comparando la figura y el mito de Elvis con otros grandes objetos o personas de leyenda: la estatua de la libertad, Madonna…
En este trabajo hablaré de tres de sus obras que forman una especie de trilogía: Extraños en el paraiso (Stranger than paradise, 1984), Bajo el peso de la ley (Down by the law, 1986) y Mistery train que cerró el ciclo en 1989. Estos tres filmes hablan de uno de los temas predilectos del director: la soledad del hombre contemporáneo, el vacío existencial que sufre y la abrumadora vida sin sentido de las ciudades estadounidenses.
“Una comedia-negra semi-neorrealista”, así es como define Jarmusch a Extraños en el paraiso, su segundo largometraje. Este filme, con el que ganó La camera d’Or en el Festival de Cannes, cuenta las aventuras de dos amigos neoyorkinos y la prima húngara de uno de ellos que, al haber ganado dinero en un timo de cartas, deciden ir a recoger a su prima a Cleveland (Ohio) y, después de pasar unos días allí, aprovechan el dinero que les queda para ir a Florida junto a ella, por la que ambos se sienten fascinados. A través de sus vivencias en Nueva York, Ohio y Florida los espectadores indagan y observan la atmósfera decadente de las ciudades de Estados Unidos. Los protagonistas van de un lugar a otro en un viaje que es tanto búsqueda como huída. La puesta en escena marca el ritmo de la película: la película está dividida en tres cortos y cada uno de ellos se basa en planos secuencias con un principio y fin en fundido a negro. Esto aporta a Extraños en el paraíso un carácter discontinuo, en el que no se trata de mantener al espectador enganchado a la trama, sino de que se pregunte por lo que sienten los personajes y por sus actitudes. Hay dos elementos que destacan en casi todas las películas del director de Dead man (1995): la fotografía y la música. Extraños en el paraiso, rodada en un blanco y negro deslocalizador, crea imágenes más cercanas al arte de la fotografía que al propio cine. Esta desorientación que se crea a través del uso del color tiene su sentido narrativo: no importan donde vayan, para los personajes del filme todo parece lo mismo, ya sea en el gélido invierno de Cleveland o en las paradisíacas playas de Florida: su desarraigo y su inconsistente vida no se alivian por ir de un lugar a otro. En un momento de la película Eddie le dice a su amigo Willie: “vas de un sitio a otro y todo te parece lo mismo”. Esto es lo que quiere expresar el director de Ohio: no importa donde te encuentres, todo es idéntico si antes no te has encontrado a ti mismo.
Por otra parte, la música es esencial en el filme, tanto en el plano diegético (Eva, la prima de Willie, siempre va acompañada de su cassette con la misma canción) como en el extradiegético que muestra la pesadez y la inestabilidad del carácter de los personajes con una banda sonora interpretada por John Lurie, personaje principal tanto en esta película como en la comentaré posteriormente, Bajo el peso de la ley. Jarmusch es un amante de la música y, de hecho, perteneció a un grupo durante varios años que tuvo que abandonar para dedicarse en cuerpo y alma el cine. Sin embargo, ese rasgo melómano siempre está presente en sus películas, tanto en la creación de las bandas sonoras, compuestas por reconocidos músicos (especialmente deslumbrante la de Dead man compuesta por Neil Young) como en los efectos de sonidos, a los que presta una especial atención.
Dos años después de estrenar Extraños en el paraíso, realizó la segunda película de esta serie, Bajo el peso de la ley, donde continúa explorando la superficialidad de la existencia y la incapacidad de comunicación del individuo contemporáneo. En esta ocasión son tres personajes masculinos interpretados por John Lurie, Tom Waits y Roberto Benigni los protagonistas de la obra. Tres hombres que, por distintas situaciones, (más bien trampas que les han tendido) comparten celda en la cárcel de la prisión de Luisiana. Gracias a un plan del italiano Bob consiguen escapar de la cárcel… no obstante, no sabían que se enfrentaban a importantes problemas de supervivencia una vez fuera de la prisión, en los pantanosos y salvajes territorios por los que se mueven. Bajo el peso de la ley es la más cómica de las tres películas y consigue una maravillosa combinación entre lo lírico y lo poético, logrando así formar una fábula minimalista sobre la vida y las relaciones humanas entre los tres presos. Los tres hombres son claros ejemplos de personajes jarmuschianos, tres perdedores, que intentan de manera insistente no pensar en la realidad, evitar el presente pensando siempre en el futuro. Así la prostituta que duerme con Jack le espeta: “Siempre piensas en el mañana porque andas jodiendo el presente”.
Con esta película Jarmusch reinventa el género carcelario ya que lo que menos le importa son las peripecias o la vida que se lleva en una prisión… De hecho, la explicación del plan de huida la obvia con una elipsis… eso no es lo esencial, no es necesario saber la estrategia que les hace escapar, lo que le interesa al cineasta es mostrarnos lo que nunca vemos en las películas, es decir, los momentos y los diálogos que aparentemente no tienen transcendencia y que en los filmes que siguen las reglas generales del cine los esconden a través de las elipsis.
El filme, aunque no lo esté de manera formal, parece dividido en pequeños cortometrajes. Jim Jarmusch adora este tipo de estructura: pequeños fragmentos de realidad unidos. Ese carácter discontinuo que es muy palpable en Extraños en el paraiso lo vuelve a ser aquí. La realidad de fuera, los paisajes y la arquitectura, fria, temible, insociable… vuelve a ser otro de los puntos más importantes de la obra. Su visión existencial, en mi opinión, es en Bajo el peso de la ley aún más notable que en Extraños en el paraíso y Mistery train. De una manera muy alegórica el final nos da la conclusión final de Jarmusch: Jack y Zack, después de haberse despedido de Bob, siguen su camino buscando un lugar donde empezar una nueva vida. Al llegar a un cruce de caminos tienen que elegir entre la derecha y la izquierda. Ante esta situación, se quedan pensativos pero finalmente se separan. “Cada uno que siga un camino distinto” parece decirnos el director cuando los dos personajes separan definitivamente su trayectoria vital… porque al fin y al cabo son unos solitarios que, al mismo tiempo que intentar escapar de esa vida, no saben ni quieren vivir de otra manera.
En 1989 cierra la trilogía rodando Mistery Train, su película narrativamente más compleja y la más diferente respecto a las dos anteriores. Jarmusch prueba esta vez con el uso del color, reflejando de este modo el peculiar y extravagante argumento del filme: compuesto por tres historias independientes que ocurren simultánealmente en el mismo lugar, en el Arcade Hotel de Memphis. Sólo un detalle, que será descubierto a medida que pasan los minutos, les une: la presencia, de uno u otro modo, del rey del rock, Elvis Presley.
En la primera historia, titulada Lejos de Yokohama vemos a una pareja de jóvenes japoneses, Jun y Mizuko que llegan a Memphis a pasar unos días de vacaciones, especialmente atraídos por la figura del rey del rock que vivió y murió en su mansión Graceland de Memphis. Este corto, está formado, escena tras escena, por lo que se conoce “tiempos muertos”, es decir, tiempos sin transcendencia. Estos minutos son aprovechados por Jarmusch para mostrarnos la solitaria ciudad de Memphis: antes de que se hospeden en el hotel Arcade hacen un recorrido por la ciudad que destila melancolia y pasividad. La pareja japonesa pasa la noche en el hotel hablando sobre las diferencias y similitudes entre Memphis y Yokohama y comparando la figura y el mito de Elvis con otros grandes objetos o personas de leyenda: la estatua de la libertad, Madonna…
Un
fantasma es el título del segundo corto de Mistery train. En él, como en todas
las películas aquí comentadas, Jarmusch vuelve a la figura del extranjero, esta
vez se trata de una joven italiana que espera un vuelo en Memphis para
transportar el cadáver de su marido de vuelta a Roma. Después de volver a hacer
un recorrido por las depresivas calles de Memphis y de dejarse engañar dos
veces, se hospeda en el hotel Arcade. Allí comparte habitación con una chica de
la ciudad que va a huir al día siguiente para intentar olvidar a su ex novio
“Elvis” personaje delicuente que será protagonista en el siguiente corto.
Durante la noche en el hotel, a Luisa, la mujer italiana, se le aparece el
fantasma del verdadero Elvis. Simplemente se disculpa por haber aparecido en el
lugar equivocado y vuelve a desaparecer. Luisa, después de está mística
experiencia, queda inmersa en un estado de alucinación durante toda la noche.
Al día siguiente, las dos mujeres se despiden y, justo antes de abandonar la
habitación, al igual que la pareja asiática, escuchan un disparo de pistola.
Por último, el tercer corto titulado Perdidos en el espacio nos da la clave de unión entre los tres episodios independientes. Este capítulo comienza con el protagonista, Johnny y su amigo en un bar emborrachándose. Johnny está especialmente deprimido porque, además de perder su trabajo, también ha perdido a su novia (la compañera de habitación de Luisa en el corto anterior). Por culpa del alcohol y el mal genio se pone a “juguetear” en el bar con un pistola cargada. Su amigo llama a otros compañeros para que acudan a calmarle antes de que sea demasiado tarde. Cuando por fin lo consiguen sacar del bar, hacen una parada en una licoreria donde, casi de manera inconsciente, dispara al dueño en el pecho y le mata. Los tres amigos salen corriendo y huyen del lugar. No saben donde ir, pero finalmente van al hotel donde se concentran todos los personajes de Mistery train, al Arcade. El dueño del hotel es el cuñado de uno de ellos y les deja, sin hacerles preguntas, una habitación para que se refugien. Allí, tras pasar la noche totalmente alcoholizados, Johnny intenta sucidarse, el hermano de su ex novia (que es uno de los dos amigos que le acompañan) le intenta parar y se lleva accidentalmente el disparo en una pierna. A partir de este momento, huyen intentado buscar un hospital donde no les atrape la policia. En los últimos minutos de la película el coche en el que huyen los tres protagonistas de este último corto se cruza con el tren en el que la pareja de japoneses vuelven de las vacaciones y en el que va también Dee Dee, la ex novia de Johnny, en busca de otro entorno donde vivir.
En Mistery Train la figura de un mito tan potente como Elvis da significado de tres maneras distintas a las vidas de los personajes principales, totalmente independientes entre ellos. Jarmusch con su gusto por revisar su país, en esta cinta disfruta trantando el mítico sur de Estados Unidos ligado al blues y el rock. La figura del mayor mito musical de la historia del sur de Estados Unidos funciona en tres niveles diferentes. En el primero y más simple, como un chiste que sirve de conexión entre los tres cortometrajes durante todo el rodaje, especialmente en dos casos: la figura del rey en un cuadro en todas las habitaciones del hotel a la que, ni mucho menos, se ignora y la canción Blue Moon que en las tres historias escuchan los protagonistas.
Jarmusch también muestra como la cultura japonesa siente profunda admiración por los mitos, las fábulas y leyendas de Estados Unidos. Pero no desde un sentido de interés por la investigación o porla Historia , sino abrazando únicamente la vertiente
más superficial, la que se ve en la televisión, la que se estampa en las
camisetas… Así Mizuko, la joven japonesa, dedica parte de la noche en el hotel
a seguir completando un album que elabora cuidadosamente donde compara el
rostro de Elvis con estatuas populares y con otros mitos similares (La estatua
de la Libertad ,
Madonna…). Por ello, viven del mito, de la superficialidad, de la realidad
fantástica que esconden todas las figuras que fascinan a los individuos por el
hecho de que han fascinado a muchos tiempo atrás.
Mientras que la pareja de japoneses se mueven en busca del mito, Luisa, la mujer italiana protagonista de la segunda historia, entra en Memphis por casualidad. No obstante, a ella también le afecta las peculiares tradicciones del sur de Estados Unidos. El director de Flores rotas (Broken flowers, 2005) nos muestra como cada persona que pisa el sur de Estados Unidos entra en contacto con su legado histórico, voluntaria o involuntariamente. De hecho, en un bar un hombre le cuenta una gran historia sobre un encuentro que tuvo con el verdadero Elvis, en el que le regaló un peine para que se lo diera precisamente a ella, a una chica llegada de Roma… lógicamente, la joven italiana no se lo cree, aún así, para quitárselo de encima le da el dinero que le pide. Posteriormente, en el hotel ve al verdadero fantasma…¿es fantasia?, ¿es realidad?, ¿no es la realidad más que las fantasias que crea nuestra mente? Esto es lo que parece preguntarse Jarmusch. Si la figura de Elvis era admirada por la pareja japonesa, en el tercer corto se da la visión inversa de la estrella de rock. Johnny, debido a su aspecto físico muy similar al de Elvis, no soporta verlo y, lo primero que hace al llegar al hotel, es pedirle a su compañero que de la vuelta al cuadro en el que aparece el rostro de la estrella, que está harto de ver su cara en todos lados. Así en Mistery Train la figura- mito pasa de ser adorada a ser despreciada, pero nunca indiferente.
En este filme todos los personajes parecen estar algo dementes, desiquilibrados y, aunque son completamente distintos entre ellos, sí hay una frase que se repite en los tres grupos de los distintos cortos: ¡Vaya hotel, ni siquiera tiene tele! La televisión y los medios que ayudan a abstenerse de sus vacías y solitarias vidas, este objeto es el que buscan para seguir pasando sus días, apartados de la realidad.
Por último, el tercer corto titulado Perdidos en el espacio nos da la clave de unión entre los tres episodios independientes. Este capítulo comienza con el protagonista, Johnny y su amigo en un bar emborrachándose. Johnny está especialmente deprimido porque, además de perder su trabajo, también ha perdido a su novia (la compañera de habitación de Luisa en el corto anterior). Por culpa del alcohol y el mal genio se pone a “juguetear” en el bar con un pistola cargada. Su amigo llama a otros compañeros para que acudan a calmarle antes de que sea demasiado tarde. Cuando por fin lo consiguen sacar del bar, hacen una parada en una licoreria donde, casi de manera inconsciente, dispara al dueño en el pecho y le mata. Los tres amigos salen corriendo y huyen del lugar. No saben donde ir, pero finalmente van al hotel donde se concentran todos los personajes de Mistery train, al Arcade. El dueño del hotel es el cuñado de uno de ellos y les deja, sin hacerles preguntas, una habitación para que se refugien. Allí, tras pasar la noche totalmente alcoholizados, Johnny intenta sucidarse, el hermano de su ex novia (que es uno de los dos amigos que le acompañan) le intenta parar y se lleva accidentalmente el disparo en una pierna. A partir de este momento, huyen intentado buscar un hospital donde no les atrape la policia. En los últimos minutos de la película el coche en el que huyen los tres protagonistas de este último corto se cruza con el tren en el que la pareja de japoneses vuelven de las vacaciones y en el que va también Dee Dee, la ex novia de Johnny, en busca de otro entorno donde vivir.
En Mistery Train la figura de un mito tan potente como Elvis da significado de tres maneras distintas a las vidas de los personajes principales, totalmente independientes entre ellos. Jarmusch con su gusto por revisar su país, en esta cinta disfruta trantando el mítico sur de Estados Unidos ligado al blues y el rock. La figura del mayor mito musical de la historia del sur de Estados Unidos funciona en tres niveles diferentes. En el primero y más simple, como un chiste que sirve de conexión entre los tres cortometrajes durante todo el rodaje, especialmente en dos casos: la figura del rey en un cuadro en todas las habitaciones del hotel a la que, ni mucho menos, se ignora y la canción Blue Moon que en las tres historias escuchan los protagonistas.
Jarmusch también muestra como la cultura japonesa siente profunda admiración por los mitos, las fábulas y leyendas de Estados Unidos. Pero no desde un sentido de interés por la investigación o por
Mientras que la pareja de japoneses se mueven en busca del mito, Luisa, la mujer italiana protagonista de la segunda historia, entra en Memphis por casualidad. No obstante, a ella también le afecta las peculiares tradicciones del sur de Estados Unidos. El director de Flores rotas (Broken flowers, 2005) nos muestra como cada persona que pisa el sur de Estados Unidos entra en contacto con su legado histórico, voluntaria o involuntariamente. De hecho, en un bar un hombre le cuenta una gran historia sobre un encuentro que tuvo con el verdadero Elvis, en el que le regaló un peine para que se lo diera precisamente a ella, a una chica llegada de Roma… lógicamente, la joven italiana no se lo cree, aún así, para quitárselo de encima le da el dinero que le pide. Posteriormente, en el hotel ve al verdadero fantasma…¿es fantasia?, ¿es realidad?, ¿no es la realidad más que las fantasias que crea nuestra mente? Esto es lo que parece preguntarse Jarmusch. Si la figura de Elvis era admirada por la pareja japonesa, en el tercer corto se da la visión inversa de la estrella de rock. Johnny, debido a su aspecto físico muy similar al de Elvis, no soporta verlo y, lo primero que hace al llegar al hotel, es pedirle a su compañero que de la vuelta al cuadro en el que aparece el rostro de la estrella, que está harto de ver su cara en todos lados. Así en Mistery Train la figura- mito pasa de ser adorada a ser despreciada, pero nunca indiferente.
En este filme todos los personajes parecen estar algo dementes, desiquilibrados y, aunque son completamente distintos entre ellos, sí hay una frase que se repite en los tres grupos de los distintos cortos: ¡Vaya hotel, ni siquiera tiene tele! La televisión y los medios que ayudan a abstenerse de sus vacías y solitarias vidas, este objeto es el que buscan para seguir pasando sus días, apartados de la realidad.
Después
de este resumen de las tres películas ahora haré una síntesis, del porqué las
he englobado juntas y de sus características comunes, también presentes, aunque
en menor medida, en casi toda la filmografía de Jarmusch. En esta
trilogía, como dije al inicio, se nos habla de la soledad existencial del
hombre. Los personajes de este autor no tienen ni moral de héroes ni de
antihéroes: son seres escépticos que no creen en nada, ni siquiera en sí
mismos. Por eso, para poder sobrevivir espiritualmente, o bien se agarran a la
capa más superficial de la vida (en el caso de Mistery train) o se embarcan en
un viaje por una vida sin sentido, en un camino de huida y búsqueda infinito
(más especialmente visible en Extraños en el paraíso y Bajo el peso de la ley).
Sus personajes viven en una continua y profunda desilusión y ni siquiera los
viajes que realizan de un lugar a otro les aportan un aire nuevo a su interior.
Con este ciclo de películas Jarmusch también nos ofrece una mirada irónica de los Estados Unidos de la década de los 80. Nos habla de la farsa del “sueño americano”, de la decadencia en las ciudades, de la falta de optimismo, de las almas sin dueño, y, fundamentalmente, de la falta de comunicación existente entre los distintos individuos y las terribles consecuencias que esto acarrea.
Este problema de la falta de comunicación lo representa en estas tres películas con la figura del extrajero: Eva, la prima de Hungría (Extraños en el paraíso), Bob, el preso italiano (Bajo el peso de la ley) y la pareja de japoneses y la mujer italiana (Mistery train) . El intruso en tierras de norteamerica le sirve de medio para exponer ciertos aspectos de la cultura de su país. En las tres películas vemos las diferencias entre las distintas culturas pero, al mismo tiempo, parece que el director nos lanza la siguiente pregunta: ¿no son en el fondo todos los sitios iguales?, ¿no son sólo diferencias externas, aparentes?
Esta idea de el individuo en tierras extrañas no se limita sólo a las distintas naciones o territorios, sino más bien al sentimiento de ser extranjero en tu propia casa, extraño en tu propio origen, en tu país… Así el personaje de Willie defiende a ultranza que es americano y no quiere saber nada de su país de origen, Hungría, ni siquiera oír hablar en su idioma nativo.
Por ello, los personajes jarmuschianos son seres egocéntricos e individualistas. Esto se debe a su desarraigo, no poseen el sentimiento de pertenencia a nadie ni a nada y por ello padecen la soledad y el vacío del que no son capaces de liberarse.
A esta insociabilidad y a la falta de comunicación están dedicados el resto recursos cinematográficos de las tres películas. Para empezar, su carácter discontinuo. Sus filmes no tienen un engranaje exacto, no se sigue por la regla de causa-efecto. Al contrario, son escenas casi independientes que se unen para formar una historia nueva. En ellas abundan los silencios, los diálogos rotos… sus películas parecen en ocasiones pura improvisación, a pesar de que Jarmusch, como gran literato que es, cuida al máximo los guiones y los diálogos.
Otro rasgo ligado con el anterior que, en mi opinión, es el más característico del director, es la elaboración de las secuencias a partir de los tiempos muertos. Respecto a esto, el mismo Jarmusch explica lo siguiente: “Hago películas sobre las pequeñas cosas que ocurren entre los seres humanos. En la mayoría de las películas, si un chico recibe una llamada de teléfono de su novia, el siguiente plano que se insertará en la sala de montaje será el del chico llegando a la puerta de la casa de su novia. Sin embargo, yo estoy más interesado en lo que le ocurre de camino a la casa que en las otras dos secuencias. ¿Qué vio el chico en el tren? ¿Qué comió? A mí me interesa lo que ocurre en el medio”.
La intención de mostrar la realidad sin adornos le llevan a una puesta en escena minimalista pero por ello no deja de ser poética. La fotografía hace que, en muchas de las películas de este autor, cada fotograma sea una postal, una obra de arte sobre la pura realidad. Pero si hay que reconocerle una virtud a Jim Jarmusch, es su actitud perfeccionista y su ambición por controlar absolutamente todos los aspectos de la obra. En cierta ocasión declaró que no entendía como ciertos cineastas sólo usan como inspiración otras películas. Para él todo lo que rodea su vida le vale de influencia. Por eso, otra de las grandes cualidades de esta trilogía es la representación de la arquitectura típica de la zona donde rueda. Los personajes que recorren las calles más desoladoras crean una especie de simbiosis entre las callejuelas por donde van y sus estados de ánimo.
Por último, como anteriormente mencioné, la música es esencial en la obra de Jarmusch, tanto que llegó a declarar que si Los Ramones no hubieran existido, probablemente no hubiera filmado ninguna película. Algunos de sus filmes parecen hechos exclusivamente para poder utilizar las melodías que él adora. Siempre ha defendido su modo tan personal de crear a partir de la música: escuchar canciones y dejar que la mente cree a partir de lo que despierta en ella la música. No es casualidad que en Extraños en el paraíso, en los primeros minutos, antes de que diga ni una sola palabra, vemos a Eva que pone en su casette “su canción”, que la acompaña mientras da el primer paseo por Nueva York. También es significante que en Bajo el peso de la ley los dos protagonistas, John Lurie y Tom Waits, en la vida real sean músicos muy del gusto del cineasta y que los ha solicitado como compositores para algunas de sus películas. Sin olvidar que uno de los momentos claves de unión entre las tres historias de Mistery Train se produce cuando, cada grupo de personajes, en su propia historia, escucha la canción Blue Moon de Elvi’s Presley.
Por ello, por esta trilogía y por el resto de su filmografía, se puede sin miedo y sin pecar de valentía declarar a Jarmusch como un cineasta independiente, un verdadero artesano que elabora sus películas para expresar lo que el siente, lo que el piensa y lo que a él le apetece contar. Gana dinero para hacer películas y no hace películas para ganar dinero. Así, mediante sus películas, como a los verdaderos autores, se conoce a Jim Jarmusch, un hombre con alma de poeta, de músico y, sobre todo, de cineasta.
Para finalizar, expongo una declaración que termina de explicar, en palabras del propio director, su visión del cine y, por tanto, de la vida.
Pregunta: Muchos de tus personajes parecen estar tocados por la soledad y la melancolía, ¿qué expresas con esto?
Respuesta: “Mi propia soledad y melancolía (Risas). Esto es parte de la vida y siempre me he sentido como un forastero en muchas formas -¡estoy seguro que no puedes imaginar porqué! Pero en la misma forma que utilizo el humor, la incomunicación y cosas que surgen de malentendidos. Todas esas cosas coexisten, entonces, trato de que coexistan en un personaje o en una película”.
Con este ciclo de películas Jarmusch también nos ofrece una mirada irónica de los Estados Unidos de la década de los 80. Nos habla de la farsa del “sueño americano”, de la decadencia en las ciudades, de la falta de optimismo, de las almas sin dueño, y, fundamentalmente, de la falta de comunicación existente entre los distintos individuos y las terribles consecuencias que esto acarrea.
Este problema de la falta de comunicación lo representa en estas tres películas con la figura del extrajero: Eva, la prima de Hungría (Extraños en el paraíso), Bob, el preso italiano (Bajo el peso de la ley) y la pareja de japoneses y la mujer italiana (Mistery train) . El intruso en tierras de norteamerica le sirve de medio para exponer ciertos aspectos de la cultura de su país. En las tres películas vemos las diferencias entre las distintas culturas pero, al mismo tiempo, parece que el director nos lanza la siguiente pregunta: ¿no son en el fondo todos los sitios iguales?, ¿no son sólo diferencias externas, aparentes?
Esta idea de el individuo en tierras extrañas no se limita sólo a las distintas naciones o territorios, sino más bien al sentimiento de ser extranjero en tu propia casa, extraño en tu propio origen, en tu país… Así el personaje de Willie defiende a ultranza que es americano y no quiere saber nada de su país de origen, Hungría, ni siquiera oír hablar en su idioma nativo.
Por ello, los personajes jarmuschianos son seres egocéntricos e individualistas. Esto se debe a su desarraigo, no poseen el sentimiento de pertenencia a nadie ni a nada y por ello padecen la soledad y el vacío del que no son capaces de liberarse.
A esta insociabilidad y a la falta de comunicación están dedicados el resto recursos cinematográficos de las tres películas. Para empezar, su carácter discontinuo. Sus filmes no tienen un engranaje exacto, no se sigue por la regla de causa-efecto. Al contrario, son escenas casi independientes que se unen para formar una historia nueva. En ellas abundan los silencios, los diálogos rotos… sus películas parecen en ocasiones pura improvisación, a pesar de que Jarmusch, como gran literato que es, cuida al máximo los guiones y los diálogos.
Otro rasgo ligado con el anterior que, en mi opinión, es el más característico del director, es la elaboración de las secuencias a partir de los tiempos muertos. Respecto a esto, el mismo Jarmusch explica lo siguiente: “Hago películas sobre las pequeñas cosas que ocurren entre los seres humanos. En la mayoría de las películas, si un chico recibe una llamada de teléfono de su novia, el siguiente plano que se insertará en la sala de montaje será el del chico llegando a la puerta de la casa de su novia. Sin embargo, yo estoy más interesado en lo que le ocurre de camino a la casa que en las otras dos secuencias. ¿Qué vio el chico en el tren? ¿Qué comió? A mí me interesa lo que ocurre en el medio”.
La intención de mostrar la realidad sin adornos le llevan a una puesta en escena minimalista pero por ello no deja de ser poética. La fotografía hace que, en muchas de las películas de este autor, cada fotograma sea una postal, una obra de arte sobre la pura realidad. Pero si hay que reconocerle una virtud a Jim Jarmusch, es su actitud perfeccionista y su ambición por controlar absolutamente todos los aspectos de la obra. En cierta ocasión declaró que no entendía como ciertos cineastas sólo usan como inspiración otras películas. Para él todo lo que rodea su vida le vale de influencia. Por eso, otra de las grandes cualidades de esta trilogía es la representación de la arquitectura típica de la zona donde rueda. Los personajes que recorren las calles más desoladoras crean una especie de simbiosis entre las callejuelas por donde van y sus estados de ánimo.
Por último, como anteriormente mencioné, la música es esencial en la obra de Jarmusch, tanto que llegó a declarar que si Los Ramones no hubieran existido, probablemente no hubiera filmado ninguna película. Algunos de sus filmes parecen hechos exclusivamente para poder utilizar las melodías que él adora. Siempre ha defendido su modo tan personal de crear a partir de la música: escuchar canciones y dejar que la mente cree a partir de lo que despierta en ella la música. No es casualidad que en Extraños en el paraíso, en los primeros minutos, antes de que diga ni una sola palabra, vemos a Eva que pone en su casette “su canción”, que la acompaña mientras da el primer paseo por Nueva York. También es significante que en Bajo el peso de la ley los dos protagonistas, John Lurie y Tom Waits, en la vida real sean músicos muy del gusto del cineasta y que los ha solicitado como compositores para algunas de sus películas. Sin olvidar que uno de los momentos claves de unión entre las tres historias de Mistery Train se produce cuando, cada grupo de personajes, en su propia historia, escucha la canción Blue Moon de Elvi’s Presley.
Por ello, por esta trilogía y por el resto de su filmografía, se puede sin miedo y sin pecar de valentía declarar a Jarmusch como un cineasta independiente, un verdadero artesano que elabora sus películas para expresar lo que el siente, lo que el piensa y lo que a él le apetece contar. Gana dinero para hacer películas y no hace películas para ganar dinero. Así, mediante sus películas, como a los verdaderos autores, se conoce a Jim Jarmusch, un hombre con alma de poeta, de músico y, sobre todo, de cineasta.
Para finalizar, expongo una declaración que termina de explicar, en palabras del propio director, su visión del cine y, por tanto, de la vida.
Pregunta: Muchos de tus personajes parecen estar tocados por la soledad y la melancolía, ¿qué expresas con esto?
Respuesta: “Mi propia soledad y melancolía (Risas). Esto es parte de la vida y siempre me he sentido como un forastero en muchas formas -¡estoy seguro que no puedes imaginar porqué! Pero en la misma forma que utilizo el humor, la incomunicación y cosas que surgen de malentendidos. Todas esas cosas coexisten, entonces, trato de que coexistan en un personaje o en una película”.
FA
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