El mundo está muriendo. Los seres humanos tienen varios años de esterilidad, y la humanidad está condenada a desaparecer. Londres, base de movimientos importantes en la historia del hombre, es la sede del caos en un futuro no muy lejano: el miedo a la migración se refleja en murallas y en toques de queda, guerras terroristas, y el mundo en el 2027 no parece un sitio grato para vivir.
Theo Faron (un magistral Clive Owen), en ese mundo donde parece que sólo queda conformarse, se enfrenta a un reto inesperado y a un juego de fe, ideales, oportunidad y conflicto social; tras la muerte del ser humano más joven del mundo –una espiral hacia la muerte, ya que no hay más nacimientos- su antigua compañera le ofrece una vía al mayor de los compromisos: la posibilidad de ayudar al mundo como jamás se ha hecho, la oportunidad de implicarse en el traslado ilegal de una mujer, un hecho que aspira a cambiar el modo de ver la migración y la humanidad.
Como si la historia no fuera suficientemente intensa, la cámara se mueve junto con los personajes provocando reacciones, siguiendo de forma constante -e impactante- a los protagonistas en un juego de emociones y realismo como pocas veces se ha narrado, en un trabajo excepcional del director Alfonso Cuarón, y una fotografía impecable y gloriosa de Emmanuel Lubezki. Las imágenes de este dueto logran, de nuevo y como siempre, llevarnos más allá de la historia y nos ofrecen momentos técnicamente sublimes, capaces de dejarnos sin aliento en los asientos de la sala de cine.
Con persecuciones en motocicleta o momentos de guerra filmados con una soltura que hace creer que el director se ha destacado desde siempre en el género de acción (debido a la brillantez mostrada en secuencias que no había filmado nunca), y con un ritmo tremendo que nos da breves pausas en las emociones sólo para darnos un golpe gigante posterior (hippies fumando hierba, juegos con pelotas de ping-pong, ...), Cuarón nos traslada a un mundo complejo, con clichés y un final que para algunos será demasiado simple para todo lo que lo precede, y nos lleva a un mundo que se sitúa entre la Ciencia Ficción y la realidad extrapolada. Impactante, dejará estómagos afectados por la carga emocional.
El elenco, correctísimo, incluye entre sus méritos a Julianne Moore y a un entrañable Michael Caine.
Una maravilla, de lo mejor del año, y una clara muestra de talento. El mundo entero hablará del naturalismo de la cinta, del viaje emocional intenso, y de la grandeza del director y su fotógrafo.
Theo Faron (un magistral Clive Owen), en ese mundo donde parece que sólo queda conformarse, se enfrenta a un reto inesperado y a un juego de fe, ideales, oportunidad y conflicto social; tras la muerte del ser humano más joven del mundo –una espiral hacia la muerte, ya que no hay más nacimientos- su antigua compañera le ofrece una vía al mayor de los compromisos: la posibilidad de ayudar al mundo como jamás se ha hecho, la oportunidad de implicarse en el traslado ilegal de una mujer, un hecho que aspira a cambiar el modo de ver la migración y la humanidad.
Como si la historia no fuera suficientemente intensa, la cámara se mueve junto con los personajes provocando reacciones, siguiendo de forma constante -e impactante- a los protagonistas en un juego de emociones y realismo como pocas veces se ha narrado, en un trabajo excepcional del director Alfonso Cuarón, y una fotografía impecable y gloriosa de Emmanuel Lubezki. Las imágenes de este dueto logran, de nuevo y como siempre, llevarnos más allá de la historia y nos ofrecen momentos técnicamente sublimes, capaces de dejarnos sin aliento en los asientos de la sala de cine.
Con persecuciones en motocicleta o momentos de guerra filmados con una soltura que hace creer que el director se ha destacado desde siempre en el género de acción (debido a la brillantez mostrada en secuencias que no había filmado nunca), y con un ritmo tremendo que nos da breves pausas en las emociones sólo para darnos un golpe gigante posterior (hippies fumando hierba, juegos con pelotas de ping-pong, ...), Cuarón nos traslada a un mundo complejo, con clichés y un final que para algunos será demasiado simple para todo lo que lo precede, y nos lleva a un mundo que se sitúa entre la Ciencia Ficción y la realidad extrapolada. Impactante, dejará estómagos afectados por la carga emocional.
El elenco, correctísimo, incluye entre sus méritos a Julianne Moore y a un entrañable Michael Caine.
Una maravilla, de lo mejor del año, y una clara muestra de talento. El mundo entero hablará del naturalismo de la cinta, del viaje emocional intenso, y de la grandeza del director y su fotógrafo.
La Zona 3100
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