En Reno, Helen (Claire Trevor) se acaba de divorciar de un esposo eventual y se aloja en la pensión de una vieja excéntrica (Esther Howard). La última noche antes de regresar a San Francisco, conoce a Sam, un atractivo galán (el frío e inexpresivo Lawrence Tierney), quien, en un arrebato de celos, mata a su novia (Isabel Jewell) y al amante de ésta (Tony Barrett). Helen descubre los cadáveres pero, en vez de denunciar el hecho, se marcha de la pensión sin decir nada y regresa en tren a su ciudad. Por casualidad (o no) comparte el viaje con Sam con quien termina enredándose en un affaire, a pesar de que Helen está nuevamente comprometida, esta vez con un rico (Phillip Terry). Para estar cerca de ella, Sam se casa con la hermanastra de Helen (Audrey Long), también integrante de la clase acomodada, trayendo a vivir en la misma casa a su amigo (Elisha Cook). A todo esto, una especie de Oliver Hardy detectivesco (Walter Slezak) está tras la pista del crimen... Bueno, a pesar de que la historia está llena de romances, engaños, melodrama y el aire fatídico del film noir, y nos es mostrada con vivo interés por parte del director Robert Wise, es de notar que tanto él como la plana mayor del reparto, deben luchar para imprimir coherencia a las varias idas y vueltas de personajes y trama. Felizmente, el oficio de Claire Trevor, la solvencia de los secundarios y los variados episodios que se suceden en la pantalla, alejan la atención de los huecos de lógica, y nos permitirá minimizar sobre el final la sensación de insatisfacción sobre el modo de contar la historia y el porque ningún personaje nota que Sam es un psicótico.
La zona 3096
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