Goodbye Solo es la última película de Ramin Bahrani, ese joven director/escritor estadounidense que nos sorprendió -al menos a mí- hace un par de años con esa carga de profundidad titulada Chop Shop. En su nueva obra vuelve a conseguir la fórmula mágica que convertía a aquella en algo tan especial: nos muestra lo más trágico de nuestra existencia sin dejar ver ningún tipo de artificio, pero garantizando que guardemos un muy buen recuerdo de nuestro rato ante la pantalla. Fórmula reservada a los clásicos del séptimo arte.
También repite sencillez de planteamiento con una historia que bien podría ocurrirnos o ocurrir cerca nuestra. Y también lo vuelve a hacer a través de una narración muy atada en principio a un tiempo y un lugar. Los protagonistas en este caso son el taxista de origen senegalés Solomon (maravillosamente interpretado por Souleymane Sy Savane) y uno de sus clientes habituales, el anciando y desesperado William (Red West, en la imagen de arriba). La improbable relación entre los dos abre la puerta a muchos de los temas claves de nuestras sociedades actuales, especialmente al de las relaciones con esa gente con la que compartimos nuestras vidas -en el tren, en el parque, en el taxi…- sin llegar a conocernos ni tan siquiera superficialmente y al de la soledad (en este caso, como opción de vida consciente).
También repite sencillez de planteamiento con una historia que bien podría ocurrirnos o ocurrir cerca nuestra. Y también lo vuelve a hacer a través de una narración muy atada en principio a un tiempo y un lugar. Los protagonistas en este caso son el taxista de origen senegalés Solomon (maravillosamente interpretado por Souleymane Sy Savane) y uno de sus clientes habituales, el anciando y desesperado William (Red West, en la imagen de arriba). La improbable relación entre los dos abre la puerta a muchos de los temas claves de nuestras sociedades actuales, especialmente al de las relaciones con esa gente con la que compartimos nuestras vidas -en el tren, en el parque, en el taxi…- sin llegar a conocernos ni tan siquiera superficialmente y al de la soledad (en este caso, como opción de vida consciente).
La Zona 2999
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