TRATANDO DE BESAR A LA LUNA
Tratando de besar la luna comienza con un fragmento de una
de las video-cartas que Robert Kramer intercambió con Dwoskin entre 1991 y
2000. Sobre cuatro planos fijos de fotos y cuadros colgados en la pared, un
escritorio con unas anotaciones y una ventana que da hacia la calle, escuchamos
la voz de Kramer: “Hace unos días, Steve, tuve un sueño. Era como si… Soñaba
contigo o para tí. Por la mañana sólo quedaban fragmentos. En una habitación
sin luz o en el jardín… lo escribí, ya ves, para no olvidarlo. En una
habitación sin luz o en el jardín, era el fin del mundo. Decías… decías que no
podías reaccionar. Y en una habitación sin luz o en el jardín, el mundo se
acababa. Decías que no podías reaccionar o decir otra cosa debido al doctor o a
la enfermera, pero era un error en el sueño, debido a la luz azul y blanca
proyectada por la televisión en la puerta de vidrio de la habitación. La luz de
un coche de policía, confuso. Era, de todos modos, el fin del mundo”. Las
películas de Dwoskin tienen una estructura muy parecida a la de este relato.
Cada escena es una pieza que compone un rompecabezas cuya imagen final no es
del todo inteligible. Cada escena está trabajada como si fuera una unidad
absolutamente independiente del todo. Para construirlas, Dwoskin pone en juego
una enorme cantidad de recursos de montaje, de formas de registro, de
sonorización, de simulaciones actorales y de utilización de archivo. La
estructura resultante es muy similar a la de un sueño: un flujo audio-visual
cuya lógica interior es la de la disyunción. Al igual que en el relato de
Kramer, cada escena tiende, en mayor o menor grado, a derivar en ideas
abstractas. (FILMAFFINITY)
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