Louise, una mujer joven e inquieta, siente la necesidad de tener un espacio propio al margen de su posesivo novio. Para ello, alquila un pequeño apartamento en París. Convencida de que todavía no está preparada para la vida de pareja, Louise se embarca en una serie de relaciones superficiales, sólo para descubrir que uno no sabe lo que tiene hasta que lo ha perdido. Cuarta entrega de la serie "Comedias y proverbios".
Con uno de los títulos más sugerentes de toda su filmografía, Eric Rohmer nos presentaba la cuarta entrega de sus “Comedias y proverbios”. Sus precedentes, La mujer del aviador (La femme de l'aviateur, 1980), La buena boda (Le beau mariage, 1981) y Pauline en la playa (Pauline à la plage, 1983) habían sido todo un éxito de público y crítica, por lo que el cineasta francés gozó de una libertad total para abordar esta historia (muy similar a las tres anteriores), escrita tres años antes. Los films de Rohmer no pueden engañar a nadie. Las señas de identidad de estos títulos, y de casi todas sus películas, eran la capacidad de aprehender la cotidianidad de los personajes y la transparencia y simplicidad (al menos en aparencia) de la puesta en escena.Como redactor de “Cahiers du Cinéma”, Eric Rohmer estableció los postulados teóricos de su posterior obra, haciendo especial énfasis en lo que definió como “cine de prosa”. ¿Cómo debía ser este cine?, ¿en qué consistía?. El “cine de prosa” tendría que ser un cine de realización transparente, sin estridencias técnicas y con un estilo en el que debía predominar el sentido de la narración tal y como lo entendían clásicos hollywoodenses como, por ejemplo, John Ford o Howard Hawks.Con las cartas boca arriba en la mesa y cambiando la épica de Ford y Hawks por la cotidianidad de nuestros días, Rohmer retrata con aparente sencillez a unos personajes, jóvenes y adolescentes, frágiles y desvalidos, que se muestran al espectador como el pálido reflejo de su rostro en un espejo.Las noches de la luna llena es una comedia triste, o un melodrama alegre, que sigue los parámetros del vodevil romántico y la comedia de enredo. El proverbio que ilustra el film dice así: “quien tiene dos mujeres, pierde el alma; quien tiene dos casas, pierde el seso”. Evidentemente, la protagonista de la historia perderá alma y razón y, por tanto, el meollo no está en hacia dónde va la historia sino en los entresijos de la misma. Más allá del proverbio, la película retrata a la juventud de la época hablándonos de la conflictividad de la vida en pareja, de la fugacidad del amor, de la libertad y de la necesidad de los espacios de libertad individual. La sinopsis del film (es imposible hablar del cine de Rohmer sin desentrañar el argumento, ya que éste modela la estructura de la narración) nos presenta a Louise (Pascale Ogier), una joven diseñadora parisina de clase media. Tiene dos casas: el apartamento moderno, situado en las afueras de París, de su pareja, y su viejo apartamento en el centro de París. Louise pretende disfrutar del segundo para poder recrearse en sus salidas nocturnas sin molestar a Rémi (Tcheky Karyo) y sueña con poder convertirlo en un refugio de libertad individual en el cual reposar. Louise se relaciona con otro hombre: Octave (Fabrice Lucchini), un amigo confidente, compañero de correrías y escritor egocéntrico, pedante hasta la médula. A partir de aquí, fiestas, conversaciones y nuevos personajes mueven los engranajes del relato.Los personajes de Rohmer no son de una pieza. Pueden resultar, al mismo tiempo, atractivos o repulsivos, marionetas del destino o seres admirables. No obstante, por ser personajes muy anclados en la realidad, acostumbran a ser comprensibles y cercanos para el espectador. En el cine de Rohmer no existen las verdades absolutas. Así, Louise no parece carecer de certeza cuando le explica a Rémi que necesita arreglar su apartamento de Paris para oxigenar su alma y su pareja, aunque no tardamos en ver que su discurso no es más que un disfraz para justificar su interesada conducta. Tampoco parece que Rémi obre mal cuando muestra sus reticencias a este hecho, argumentando que teme perderla. A nuestros ojos, sus celos son un posicionamiento lógico ante el egoísmo de Louise. También el personaje de Octave puede resultar pedante, aunque su aparente frivolidad no empaña la veracidad de sus redichas frases. Todos ellos llenan la película con su presencia y su verborrea. A pesar de ésta, los films de Rohmer poseen un tono de ligereza que proviene de la humanidad que desprenden los personajes, evitando caer en el pozo del discurso dogmático.Las noches de la luna llena es bastante más que conversaciones filmadas. Entre ellas, el azar se cuela sigilosamente llevando la trama de la historia a destinos no previstos. La película se desliza suavemente, sin accidentes, sin exageraciones ni situaciones límite. Lo mejor del film es una escena en la que Louise y Octave filosofan en un café. En ella nace la sospecha de que Rémi tiene una relación con una amiga de Louise. Rohmer la filma haciendo un uso preciso del montaje, del espacio y del fuera de campo, negándose a mostrar y sugiriendo, creando un suspense puramente cinematográfico.Rohmer cierra la película de manera circular. Los planos finales son equivalentes a los del inicio, exceptuando que el movimiento de cámara se realiza en sentido inverso y que en el segundo vemos a Louise marchándose del apartamento de Rémi, con la relación sentimental de la pareja rota y un destino incierto como futuro más inmediato. El cine de Rohmer, como la vida, es así, natural y más elaborado de lo que las aparencias indican. (Texto de J. A. Souto Pacheco, tomado de Miradas de Cine)
FA 3672
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