Se juzga a Dominique Marceau por el asesinato de Gilbert Tellier. Los abogados luchan implacablemente tratando de elaborar una explicación de por qué esa chica guapa, ociosa y voluble ha dado muerte a ese director, lleno de talento y ambición, recién salido del conservatorio. ¿Pasión, venganza, desesperación o accidente? Testifican los conocidos de Gilbert así como los antiguos amantes de Dominique y su hermana, Anne, estudiante de violín y prometida de Gilbert. Los datos que van proporcionando progresivamente estos testigos pintan un cuadro de las personalidades de Dominique y Gilbert mucho más fino y definido que el de las elocuentes y convincentes alegaciones de los abogados.
Aunque sea casi un desconocido para las nuevas generaciones, Henri-Georges Clouzot (1907-1977) fue uno de los abanderados del cine francés de posguerra, debido a un indudable dominio técnico del diálogo, el encuadre, el ritmo y la ambientación.
Ese dominio se impuso a una cosmovisión amarga y cínica del mundo, la sociedad y las relaciones humanas, y le granjeó un prestigio que, en los años 50, trascendió fronteras.
Con El salario del miedo(1953) y Las diabólicas(1955), Clouzot afirmó una reputación de narrador implacable y conciso de materiales que se movían entre el suspenso y el sadismo, como ecos distorsionados de su época.
El mote de “Hitchcock francés” que se ganó por entonces tenía su fundamento en la similitud que había entre ambos cineastas en la manipulación emocional del espectador, en la detallada planificación de la puesta en escena y en el tratamiento inclemente, a veces brutal, que dispensaban a los actores.
Mientras en Hitchcock hay una elaboración irónica de los arquetipos y una inversión de las expectativas del orden burgués, en Clouzot acecha una misantropía desprovista de humor, que se nutre de un realismo contrastado, no por sórdido menos sensual. En ese sentido, Clouzot fue un heredero de la literatura realista del siglo XIX (Dickens, Balzac), tamizada por una fuerte dosis de nihilismo nietzscheano y por otro tanto de expresionismo alemán, corriente que absorbió durante su estadía en los estudios Babelsberg, a principios de los años 30.
A fines de 1960 falleció su esposa y colaboradora, Vera, y el hombre duro se quebró en una depresión. Emergió de ella con un proyecto que revolucionaría el cine, le daría una lección a los jóvenes incordios de la Nouvelle Vague y restauraría su castigado prestigio. Se trataba de una historia sobre los celos que corroen a una pareja en vacaciones, protagonizada por Romy Schneider y Serge Reggiani, y se llamaría L’Enfer(El Infierno). (Pa-Digital)
Dominique Marceau (Brigitte Bardot) es una joven y seductora mujer a quien le gusta exprimir al máximo la vida. Tras una relación tormentosa con el ex novio de su hermana y ante la noticia de que volverá con ésta para casarse, pierde el control y lo mata de un disparo. En el juicio, Dominique tendrá que enfrentarse a un duro tribunal para demostrar que realmente lo amaba y que no fue un asesinato premeditado.Bardot está maravillosa y demuestra que, aparte de ser una mujer hermosa, es una excelente actriz.
Henri-Georges Clouzot compone aquí un excelente retrato de una época con costumbres rígidas y moral inflexible, en la que la libertad de acciones y pensamiento, la pasión vital, y la búsqueda transgesora del amor y la felicidad por parte de una mujer era, en sí mismo, un grave e imperdonable delito. (Mundo Plath)
FA 3688
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