Masaaki
Yuasa (Kaiba, Kemonozume) no
ha sido, hasta hace poco, un creador muy prolífico. De hecho, ha estado
trágicamente desaprovechado, trabajando fundamentalmente como director de
animación en esa vulgar serie de dibujos animados japoneses conocida como Crayon
Shin Chan. Conociendo ahora del talento de este hombre, uno se pregunta qué
hacía de hormiga obrera en un estudio de animación cuando su vocación era algo
más grande. Tal vez sea verdad que el tiempo pone a cada quien en su lugar, él
al fin pudo lucirse en 2004 con su primera película: Mind Game.
¿Cómo explicar Mind Game? Sencillamente no se puede.
¿De qué trata? Bueno, digamos que narra las aventuras de Nishi, un joven dibujante
de mangas que se cruza con su novia del instituto un día, y decide seguirla
para ver si ella le hace caso. No suena muy interesante, ¿verdad? Pues un
simple suceso como ese es la plataforma de despegue para un disparatado
caleidoscopio cinematográfico, algo así como la cueva de las maravillas de la
animación bizarra. Porque Mind Game llega dispuesta a romper todos
los moldes del cine de animación, pretende quebrar cualquier tipo de convención
y darle la vuelta salvajemente, para zarandearla después en un universo
desquiciado, expresionista y colorido.
Vamos, que nada aquí se parece siquiera remotamente a lo
típico y tópico. Describir esta película es casi imposible, y cualquier detalle
que de os estropearía las sorpresas. Sólo puedo decir que yo, personalmente, no
conozco nada igual: Mind Game es un género en si mismo. Es extraña,
increíblemente graciosa, un torrente de creatividad que no da ni un respiro,
una especie de tripazo de LSD de lo más entretenido y entrañable. Bien puede
encantaros, bien desesperaros, pero esta película explora los conflictos más
clásicos del universo- el amor, el sexo, la identidad y la confianza- a través
de formas que sólo una mente como la de Masaaki Yuasa es capaz de
concebir.
FA 4427
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