miércoles, 13 de noviembre de 2013

Varieté (Ewald André Dupont, 1925)

Un acróbata deja su familia por una joven, dedicándose a realizar ejercicios de acrobacia con ella en el trapecio. Un día, un famoso trapecista les invita a ambos a unirse a su show de Berlín. (FILMAFFINITY)

Aunque las listas de mejores películas suelen ser tantas como sus autores, resulta digno de considerar que Varieté esté en la lista de los 10 mejores films seleccionados por Billy Wilder. El genio y el talento de Wilder creo que es un axioma universalmente reconocido por lo que sus opiniones nunca caen en saco roto.

Claro que esta clasificación data de 1952 (publicada en la revista Sight and Sound) y desde entonces ha llovido bastante, y en mi opinión Varieté ha perdido posiciones en el ranking, pero aún así es un trabajo interesante de un director bastante olvidado, cuyo paso al cine sonoro resultó, como para otros muchos, un cambio traumático y cuya trayectoria americana se redujo a films de bajo presupuesto y endeble calidad.

Producida por Erich Pommer (UFA), impulsor de cineastas como Lang o Murnau, y de películas como Metrópolis o El ángel azul y fotografiada por Karl Freund de quien lo mínimo que se debe decir es que desarrolló la iluminación expresionista y dirigió en 1932 La momia (excelente) y en 1935 Las manos de Orlac, remake de la obra de Wiene del 24, Varieté tenía casi todos los números para convertirse en un trabajo de calidad. Y si a ello le añadimos un actor suizo inolvidable Emil Jannings, Oscar al mejor actor en la primera edición (1928) por dos películas La última orden y El destino de la carne, pues el éxito estaba casi asegurado.



Respecto al film, quiero distinguir entre fondo y forma. El fondo es una historia convencional de amores, engaños y seducciones varias de esas que acaban inexorablemente mal. La misma y repetitiva historia que existe desde que el mundo es mundo. Nada original. Pero, ¡ah, amigos!, el secreto está en la forma. En esa forma donde reinan las expresiones y no se echan de menos las palabras. Les diré que la vi subtitulada en italiano y que mis conocimientos del idioma de Verdi no van más allá del Sapore di sale, de la Piccolisima serenata y del Volare bajo la ducha. Pero aquí tan solo hace falta fijarse, mirar atentamente, dejarse llevar por las sugerencias, por algún que otro momento onírico superpuesto a la realidad, e incluso por la propia corpulencia de Jannings y su mirada absolutamente demoledora.

He leído algo acerca de que en el expresionismo alemán la prueba de fuego de un actor se supera cuando transmite sensaciones al espectador hasta de espaldas. Este es el caso. Jannings transmite fuerza, solemnidad, brío, determinación, contundencia e incluso miedo. El mismo miedo que destila una mirada fija y perdida a la vez. La misma contundencia que hace grande una película. Inconmensurable Emil Jannings.

Si, Wilder sabía mucho de cine. (FATHER CAPRIO, FilmAffinity)
Es probable que el terceto Pommer-Freund-Jannings reste autoría e imagen al realizador pero aun así no hay que ser demasiado injustos con Ewald André Duppont considerado uno de los mejores "francotiradores" del cine europeo y cuya trayectoria estoy tratando de recuperar con Piccadilly (1929).

FA 7358

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