En legítima defensa
El cineasta francés Henri-Georges Clouzot (1907-1977) partió
de una novela del belga Stanislas-André Steeman (1908-1970) para la dirección
de su primer largometraje, (L'assasin habite au 21, 1942), y regresó a la
narrativa de este autor para crear en la tercera de sus once películas larga un
policíaco donde un matrimonio que atraviesa una difícil etapa sentimental es
implicado en un asesinato. El director dota a la trama básica con la atmósfera
romántica y sombría de los bajos fondos: centros nocturnos, estaciones de
policía y departamentos habitados por prostitutas, lesbianas y pornógrafos. En
la mejor tradición del cine negro francés, Clouzot sienta un importante
precedente de su séptimo largometraje y más conocido trabajo, El salario del
miedo (Le salaire de la peur), por el que recibió un inusual doble
reconocimiento, al ser galardonado con los máximos premios de los festivales de
Cannes y de Berlín en 1953.
El suspenso; ese estado de expectación ante lo que va a
suceder y que puede hacer que nuestra respiración se acelere, conoce en el cine
pocos maestros. Henri-Georges Clouzot, fue uno de ellos y supo ganarse ese
sitial con historias construidas para llevar nuestras emociones al límite.
El maestro nació en Niort, departamento de Deux-Sevres al
Oeste de Francia, un 20 de noviembre de 1907. Al terminar sus estudios de
secundaria, se manifiesta como un joven de múltiples intereses, como las
ciencias matemáticas, el Derecho y una carrera en la Marina de su país, llegando
incluso a prepararse para el ingreso a esta última; sin embargo no lo logra por
sufrir de miopía. Posteriormente, ejerce la crítica cinematográfica en
L’Opinion, y a los veintinueve años se convierte en asistente de dirección
de Anatole Litvak y E. A. Dupont, para luego desempeñarse como
guionista en diversas películas.
El enfermarse de tuberculosis y otras circunstancias
personales lo alejan del cine durante varios años en los cuales consolida sus
ideas y expectativas como realizador, las mismas que desarrollaría entre los
años 1942 y 1968 con filmes que se caracterizarían por una precisión en el
trabajo del suspenso y la puesta en escena.(...)
Una desinhibida y ambiciosa cantante de music-hall es el
tormento de su marido quien no puede soportar los celos que le produce su
actitud. Una noche sospechando que la mujer lo engaña, decide asesinarla junto
a su supuesto amante, dirigiéndose a casa de éste. No obstante, una vez allí,
sólo encuentra al hombre que yace muerto tendido en el piso de la sala.
Basada en una novela del escritor Stanislas A.
Steeman, “En legítima defensa”, es una muestra del más puro film noir
con elementos bastante reconocibles: Una mujer que despierta todos los ánimos
sensuales; la pesadilla fatalista que persigue al hombre que llegó en el
momento menos indicado, expuesto a un azar que lo puede condenar por ser un
perdedor. Y es que para el cine negro esta condición de perdedor generalmente
no da ninguna tregua. Se puede planificar muy bien un crimen, pero siempre
surgirá algo inesperado que cambie el curso del protagonista y que hará que se
convierta en víctima de su mala fortuna.
Sin embargo, esta película no sólo aborda los tópicos
usuales de esta clase de cine, sino que agrega elementos que la hacen aún más
intensa. El director puso en el tapete un tema tan controvertido para la época
como la homosexualidad femenina, tratándolo con una mirada abierta, sin ánimo
de emitir ningún juicio moral o aleccionador, marcando una clara diferencia con
los realizadores de Hollywood que por las limitaciones establecidas en el
Código Hays, no construían historias o personajes que no pudieran pasar el
filtro de la censura. El Festival de Venecia de 1947, supo reconocer el talento
de Clouzot, otorgándole el León de Oro a la mejor dirección, hecho que
significó su retorno por todo lo alto, luego de la suspensión sufrida tras la
realización de “El Cuervo”. (Leny
Fernández, La Cinefilia no es Patriota)
"No podemos, ya no podemos hacer películas
intemporales. No podemos desembarazarnos de los problemas actuales. Vivimos
junto a ellos. Cerrar los ojos ante estos problemas, ya sean de tipo social,
moral, o de lo que usted quiera, sería un signo de pereza, de indiferencia, de
pobreza intelectual. " Henri-Georges Clouzot
FA 4673
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