Un envejecido actor, Byron Orlock, decide dejar el cine al
ver cómo sus películas de terror no son más que un mero anacronismo, porque la
violencia que se produce cada día en la vida real supera con creces a la que
sus filmes reflejan en la pantalla. Sin embargo el joven y ambicioso director
de cine Sammy Michaels le convence para rodar un último papel, diferente de
todos cuantos interpretara con anterioridad.
Intelectual refinado, cinéfago declarado y ferviente
admirador de la era dorada del cine estadounidense, Bogdanovich fue uno de los
miembros más ilustres de la generación de "moteros tranquilos y toros
salvajes" (según la denominación creada por el crítico e historiador
cinematográfico Peter Biskind), es decir, el conjunto de directores que desde
finales de la década de 1960 hasta la llegada de los conservadores años de la
década de 1980 (o sea desde Easy Rider hasta Toro Salvaje)
revolucionaron la industria estadounidense que vivía sumida en la desorientación
más absoluta desde el derrumbamiento del sistema de producción clásico. Estos
cineastas (Martin Scorsese, Paul Schrader, William Friedkin, Francis Ford
Coppola, Brian De Palma, George Lucas, Steven Spielberg o el propio
Bogdanovich) introdujeron nuevos temas y enfoques (menos acomodaticios y más
comprometidos) y, sobre todo, nuevas formas visuales, a medio camino entre la
devoción por los grandes maestros del cine clásico y la vanguardia más descarada.
Tras Targets, Bogdanovich se convirtió de la noche a la mañana en uno de
los jóvenes directores más deseados gracias a la hermosa y nostálgica La
última película (The Last Picture Show, 1971), un éxito rotundo al que
siguieron las no menos célebres Qué me pasa doctor (What’s Up Doc,
1972), Luna de Papel (Paper Moon, 1973) y Daisy Miller (1974).
Tras el fracaso de Así empezó Hollywood (Nickelodeon, 1976), su
carrera cayó en picado y ninguno de sus títulos posteriores consiguió mejorar
su situación ante la cada vez más despiadada industria estadounidense. Las más
mediocres Todos rieron (They All Laughed, 1981), Máscara (Mask,
1985), Texasville (1990) y Esa cosa llamada amor (This
Thing Called Love, 1993) –más la inédita en pantalla grande El maullido
del gato (Cat’s Meow, 2001)–, conforman un triste corpus de filmes que, a
pesar de algún acierto aislado, desmerecen la calidad que mostraban sus
primeras películas.
Targets se gestó según los peculiares parámetros del sistema de producción de Corman, es decir: el productor aseguraba una total libertad creativa siempre y cuando el director se ciñese al reducido presupuesto y al consabido aprovechamiento de planos heredados de otras producciones Corman. Tras encontrase con el insigne productor en una reunión de Hollywood, éste le propuso a Bogdanovich dirigir su primera película pero le puso una serie de condiciones: el filme tenia que estar protagonizado por Boris Karloff pero sólo podía rodar con él unos pocos días ya que eran los que tenía contratados para una producción anterior, además tenía que recuperar alrededor de 20 minutos de metraje de El Terror (The Terror, 1965), un filme de Corman que había sido protagonizado por el propio Karloff, y, por último, no debía sobrepasar los 125.000 dólares de presupuesto (una cifra del todo irrisoria). Si Bogdanovich cumplía estos requisitos, Corman le prometía libertad total en la escritura del guión y en el control absoluto de la obra. Cualquier cineasta con dos dedos de frente hubiera puesto el grito en el cielo ante semejante (y sádica) propuesta pero Bogdanovich aceptó debido a su ansiedad por dar el salto de la crítica a la dirección cinematográfica. Junto a su mujer de entonces, Polly Platt, comenzó a perfilar el guión (en el que también colaboró de manera decisiva Samuel Fuller), labor que se alargó durante semanas ya que la pareja se veía incapaz de casar un filme victoriano de horror como era El Terror con un proyecto de suspense contemporáneo que era la idea que tenía en mente Bogdanovivh. Finalmente la (sensacional) solución fue realizar un ejercicio de estilo meta-fílmico en el que Karloff se interpretase a sí mismo (aunque con un nombre distinto, Byron Orlok): un mítico y envejecido actor especialista en cine de horror gótico que, tras visionar su último filme (precisamente El Terror de Corman), decidía abandonar la profesión ya que consideraba que ese tipo de cine era una mera antigualla que no podía competir con los miedos de la sociedad contemporánea: repleta de masacres, guerras y asesinos en serie. De esta manera, Bogdanovich podía introducir secuencias enteras de la producción de Corman que sirvieran de contrapunto a la historia que él quería contar: la tenebrosa peripecia de un enloquecido psicópata, Bobby Thompson (encarnado por Tim O’Kelly e inspirado en la figura de Charles J. Withman, el célebre francotirador de Texas) que, tras innumerables asesinatos, acaba acechando al mismo Orlok. Bogdanovich se reservó el papel de director de Orlok, un personaje que en sí mismo era una proyección de su ideal de cineasta: impetuoso, cinéfilo, ambicioso y con grandes ínfulas de autor.
Auténtico filme bisagra que une las formas clásicas del cine de horror y los nuevos enfoques del terror contemporáneo,Targets es un sorprendente filme de tesis sobre la necesidad de reformar las constantes genéricas de una corriente cinematográfica (las midnight movies en este caso) pero sin necesidad de renunciar a los hallazgos estilísticos creados por las generaciones de cineastas anteriores. Bogdanovich mira con respeto y cariño al cine gótico pero, a la vez, firma su testamento debido a que, en plena fiebre renovadora de la década de 1960, los filmes de sudario, mausoleos y espíritus malditos, para poder sobrevivir debían reformarse y adaptarse a las miedos de las nuevas generaciones pero sin perder los principales rasgos estilísticos que los hicieron únicos: poder de sugerencia, tensión atmosférica y capacidad metafórica.
Estrenada en 1968, una fecha indispensable en la evolución del cine de horror ya que coincidieron a la vez los estrenos de obras tan definitivas como La noche de los muertos vivientes (The Night of the Living Dead), de George A. Romero, La semilla del diablo (Rosemary’s Baby) de Roman Polanski y El estrangulador de Boston (The Boston Strangler), de Richard Fleischer, la ópera prima de Bogdanovich es un claro ejemplo de cine que se mira a sí mismo, de ficción que intenta revolucionar sus propios mecanismos y de narración que tiene como objetivo la destrucción de sí misma. (...) (Texto de Juan Carlos Matilla, tomado de Judex)
Targets se gestó según los peculiares parámetros del sistema de producción de Corman, es decir: el productor aseguraba una total libertad creativa siempre y cuando el director se ciñese al reducido presupuesto y al consabido aprovechamiento de planos heredados de otras producciones Corman. Tras encontrase con el insigne productor en una reunión de Hollywood, éste le propuso a Bogdanovich dirigir su primera película pero le puso una serie de condiciones: el filme tenia que estar protagonizado por Boris Karloff pero sólo podía rodar con él unos pocos días ya que eran los que tenía contratados para una producción anterior, además tenía que recuperar alrededor de 20 minutos de metraje de El Terror (The Terror, 1965), un filme de Corman que había sido protagonizado por el propio Karloff, y, por último, no debía sobrepasar los 125.000 dólares de presupuesto (una cifra del todo irrisoria). Si Bogdanovich cumplía estos requisitos, Corman le prometía libertad total en la escritura del guión y en el control absoluto de la obra. Cualquier cineasta con dos dedos de frente hubiera puesto el grito en el cielo ante semejante (y sádica) propuesta pero Bogdanovich aceptó debido a su ansiedad por dar el salto de la crítica a la dirección cinematográfica. Junto a su mujer de entonces, Polly Platt, comenzó a perfilar el guión (en el que también colaboró de manera decisiva Samuel Fuller), labor que se alargó durante semanas ya que la pareja se veía incapaz de casar un filme victoriano de horror como era El Terror con un proyecto de suspense contemporáneo que era la idea que tenía en mente Bogdanovivh. Finalmente la (sensacional) solución fue realizar un ejercicio de estilo meta-fílmico en el que Karloff se interpretase a sí mismo (aunque con un nombre distinto, Byron Orlok): un mítico y envejecido actor especialista en cine de horror gótico que, tras visionar su último filme (precisamente El Terror de Corman), decidía abandonar la profesión ya que consideraba que ese tipo de cine era una mera antigualla que no podía competir con los miedos de la sociedad contemporánea: repleta de masacres, guerras y asesinos en serie. De esta manera, Bogdanovich podía introducir secuencias enteras de la producción de Corman que sirvieran de contrapunto a la historia que él quería contar: la tenebrosa peripecia de un enloquecido psicópata, Bobby Thompson (encarnado por Tim O’Kelly e inspirado en la figura de Charles J. Withman, el célebre francotirador de Texas) que, tras innumerables asesinatos, acaba acechando al mismo Orlok. Bogdanovich se reservó el papel de director de Orlok, un personaje que en sí mismo era una proyección de su ideal de cineasta: impetuoso, cinéfilo, ambicioso y con grandes ínfulas de autor.
Auténtico filme bisagra que une las formas clásicas del cine de horror y los nuevos enfoques del terror contemporáneo,Targets es un sorprendente filme de tesis sobre la necesidad de reformar las constantes genéricas de una corriente cinematográfica (las midnight movies en este caso) pero sin necesidad de renunciar a los hallazgos estilísticos creados por las generaciones de cineastas anteriores. Bogdanovich mira con respeto y cariño al cine gótico pero, a la vez, firma su testamento debido a que, en plena fiebre renovadora de la década de 1960, los filmes de sudario, mausoleos y espíritus malditos, para poder sobrevivir debían reformarse y adaptarse a las miedos de las nuevas generaciones pero sin perder los principales rasgos estilísticos que los hicieron únicos: poder de sugerencia, tensión atmosférica y capacidad metafórica.
Estrenada en 1968, una fecha indispensable en la evolución del cine de horror ya que coincidieron a la vez los estrenos de obras tan definitivas como La noche de los muertos vivientes (The Night of the Living Dead), de George A. Romero, La semilla del diablo (Rosemary’s Baby) de Roman Polanski y El estrangulador de Boston (The Boston Strangler), de Richard Fleischer, la ópera prima de Bogdanovich es un claro ejemplo de cine que se mira a sí mismo, de ficción que intenta revolucionar sus propios mecanismos y de narración que tiene como objetivo la destrucción de sí misma. (...) (Texto de Juan Carlos Matilla, tomado de Judex)
"Targets se filmó en 18 días totales: 12 en el
autocinema y exteriores; el resto en interiores diversos. Filmamos todas las
escenas con Boris en cinco días con sus noches. Costó la fabulosa cantidad de
125 mil dólares." Peter Bogdanovich
FA 4676
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