Una cinematografía tan heterogénea y poblada como la italiana, con muchos años en los que la producción ha superado los 200 largometrajes, y con su notable nivel, incluye muchas personas singulares, muchas aportaciones genuinas, dominadas, por encima de influencias, tendencias o escuelas, por la propia creatividad, a veces, sencillamente, la genialidad. Pocas, sin embargo, de la envergadura y la constancia de Ermanno Olmi, cuya obra, que se dilata ya a lo largo de más de medio siglo, es dificil de catalogar y tan radicalmente suya que imposibilita la imitación. (...) (...)Hay dos grandes etapas en el cine de Ermanno Olmi, una primera claramente definida por el realismo, que evoluciona desde unos orígenes muy cercanos al neorrealismo -el propio realizador reconoce su admiración por cineastas como Roberto Rosellini- a un estilo muy propio, definido, entre otros aspectos, por el detallismo y la capacidad documental –siempre presente en él-, pero donde no se busca una denuncia política –no es el realismo del Pasolini de Accatone o Mamma Roma- y tampoco se percibe voluntad de un análisis ideológico. A lo sumo, a través del hombre bien concreto, el problema social, preferentemente la deshumanización de la empresa (El Empleo, I Fidanzati). Esa etapa, que culmina en 1978 con El árbol de los zuecos, destacada muestra de lo que se ha llamado "realismo poético", pasa en la década de los ochenta, tan complicada para el realizador, a otra muy diferente, la de la parábola, definida, además de por el abandono del puro realismo anterior, por el recurso a actores profesionales, antes muy excepcional, y también a argumentos de procedencia literaria –Joseph Roth en La leyenda del santo bebedor, Dino Buzatti en El secreto del bosque viejo, Jorge Luis Borges en Cantando dietro i paraventi, o la propia Biblia en Génesis, la creación y el diluvio. Y nuevas preocupaciones, como las ecológicas, y en especial las vinculadas a la pérdida de la cultura rural. En una y otra etapa hay muchas e importantes constantes. Desde luego el talante independiente y al margen de oportunismos o modas. La mirada humanitaria o si se quiere cristiana, pero en todo caso de un cristianismo nada conformista –"Dios deberá rendir cuenta de todo el sufrimiento del mundo", dice el protagonista de Cien clavos-. El también alude en alguna entrevista a esa religiosidad y precisa, a propósito de El árbol de los zuecos: "no es la religiosidad de las oraciones, sino la religiosidad del hombre que acepta el desafio de vivir". El destacado sacerdote y crítico Antonio Balletto, columnista de La Repúbblica, opinaba que si hay un cine religioso mero espectáculo, como sería Los Diez Mandamientos de Cecil B. de Mille, hay también un cine religioso dominado por el misterio, como el Génesis de Olmi. (...) (...) La crítica habla de una "trilogía del trabajo" a propósito de sus tres primeros largometrajes, Il tempo si é fermato (El tiempo se ha detenido,1959), Il posto (El Empleo, 1961) e I fidanzati (Los novios, 1963). Es cierto que toda la filmografia del realizador está presidida por un nítido respeto al mundo del trabajo, pero en esta última película al curioso devenir laboral del protagonista –norteño enviado por su empresa al sur, a Sicilia-, rumbo contrario al usual en el mundo laboral italiano en esos años, se sobrepone su historia sentimental, su novia, Liliana, también trabajadora. El mundo del trabajo es relevante para Olmi, que no cursa estudios universitarios y que recuerda con frecuencia el día invernal de 1947, tenía 15 años, en que comenzó a trabajar en la gran empresa eléctrica italiana, la Edisonvolta; (...) (...) Esta trilogía, dice Brunetta, "ilumina la otra cara de la Italia del ‘boom’ y mide sobre todo la distancia cultural, social y económica entre personas que reaccionan al cambio y a la pérdida de puntos de apoyo". (...) (...) Por otro lado, el cine de Olmi aparece como cine moroso, detallado, de lenta evolución, muchos de sus films tienen una larga duración –aunque en su mayoría han sido dolorosamente acortados por el director en el montaje-, como en tantas otros aspectos de su cine, Olmi va aquí, en la consideración del tiempo cinematográfico a contracorriente: "el cine convencional ha acostumbrado al espectador a una serie de condensaciones de la acción, de manera que se suprimen lo que yo llamo tiempos muertos. Se salta de aquí para allá, como en la publicidad, y en general a la gente le parece fantástico. Lo que yo propongo es exactamente lo contrario de todo eso. Me gustaría hacer una película sobre un único instante, una fracción de segundo que pueda llenar horas de cine", declara en 1989 a Adriano Picardi y Angelo Signorelli.(Texto de Antonio Checa Godoy ,tomado del pdf Ermanno Olmi, un cine tan serio como la verdad )
Con Il posto (El empleo, 1961), Olmi alcanza ya una notable popularidad. Y nos ofrece una obra madura. Domenico, un joven de clase media-baja de la periferia de Milán, va a conseguir su primer empleo. Asistimos a los exámenes y pruebas –alguna casi surrealista que ha de superar, y a su ingreso en una gran empresa, desesperanzador en principio, porque el puesto que consigue es de repartidor interno del correo. Pero la muerte de un empleado hará posible que acceda a un trabajo administrativo, y tenga una mesa con cajones, un flexo...Olmi es implacable con el mundo burocrático y deshumanizado de la empresa, por más que esa empresa organice actos o fiestas como la de fin de año; refleja con amable dureza, pero sin mensaje ideológico, la competencia y envidias internas en un mundo gris, sin atractivo alguno para una juventud resignada ante la falta de alternativas. Domenico conoce en los exámenes a Antonietta y hará amistad con la chica, que tiene las mismas aspiraciones y los mismos problemas que él y que obtendrá plaza de mecanógrafa. El trabajo es necesario, pero entre todos lo convertimos en tarea penosa.Pocas veces el cine ha reflejado con mayor detalle y credibilidad como el sistema devora,engulle a una persona, en el caso el joven e ingenuo protagonista, pero, también, como va separando a Domenico y Antonietta. (Texto de Antonio Checa Godoy, tomado de "La belleza del trabajo. El Cine de Ermanno Olmi")