Contraté un asesino a sueldo (I Hired a Contract Killer –
Finlandia, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Suecia – 1990)
Dirección: Aki Kaurismäki
Guión: Aki Kaurismäki
Intérpretes: Jean-Pierre Léaud, Margi Clarke, Kenneth Colley, Joe Strummer, Peter Graves
Guión: Aki Kaurismäki
Intérpretes: Jean-Pierre Léaud, Margi Clarke, Kenneth Colley, Joe Strummer, Peter Graves
por Diego Maté
Resistiré. Veinte años antes de El puerto, en 1990
Kaurismäki ya estaba haciendo algo parecido a un cine verdaderamente
internacional: trabaja con la estrella de la nueva ola francesa Jean-Pierre
Léaud (que también participa en El puerto), filma en Londres y abundan las
referencias al cine y la cultura norteamericana de décadas anteriores. Contraté
un asesino a sueldo es una coproducción realizada entre cinco países pero
la película en ningún momento deja de mostrarse como una obra enteramente
personal, atravesada por los temas y el estilo de su director. Es que
Kaurismäki siempre fue, en cierta forma, un director “internacional” porque su
cine cruza barreras territoriales y temporales múltiples pero sin perder el
punto de referencia, sin olvidarse que cualquier cine, incluso el menos fijado
espacialmente, necesita de un centro, de un origen más o menos claro del cual
partir y al cual poder volver. Contraté… es una película de idas y
vueltas, de desplazamientos: los personajes se mueven constantemente, cambian
rápidamente de lugar (casa, trabajo, bar), de estado sentimental (solos, de
novios) y laboral (de una escena a otra se pasa de ser empleado a desocupado, y
después a trabajar clandestinamente en un bar). Estos cambios se perciben con facilidad
porque Kaurismäki, fiel a su estilo, no intenta explicarlos o justificarlos a
través de alguna psicología al uso: las cosas, buenas y malas, simplemente
ocurren (shit happens), y no hay reglas de ficción que vengan en auxilio de los
personajes.
Pero esos desplazamientos también se dan en un sentido más
amplio. Del cuadro sutilmente desencantado que muestra a una clase trabajadora
explotada (encarnada en Henri Boulanger) se pasa a los gestos y el tono del
policial negro más estereotipado posible; es decir, del comentario sobre la
actualidad del mundo el director pega un salto hacia el pasado seguro del cine
más genérico y codificado, casi como si el relato de uno pudiese contribuir a
suturar las grietas sociales del otro. En esto radica una parte fundamental del
cine del finlandés, y es también lo que más lo diferencia del grueso de la
producción con aires de posmoderna: en Kaurismäki no hay homenaje ni cita
gratuitos sino que, si hay una recuperación de una memoria del cine (o de un
cine, porque la memoria kaurismäkiana es muy selectiva), ese salvataje se lleva
a cabo como una manera de aliviar y mejorar la existencia en el presente. ¿Qué
le queda a Henri después de ser despedido intempestivamente sino jugar a
introducirse en un submundo propio del film noir? La cinefilia de
Kaurismäki nunca es cómoda, al contrario, siempre se revela como un acto de
vitalidad último que le permite a sus criaturas vislumbrar aunque más no sea
una pequeña esperanza.
Esa vitalidad es la de los géneros, la del mejor cine norteamericano,
la de la fuerza y la aspereza de la literatura hard boiled, la de algunos
grandes del cine francés (como Bresson y Melville). Se trata, además, de un
gesto de compasión: ¿cómo sería ver a los derrotados que pueblan las películas
de Kaurismäki sentados en un bar, tomando sin el consuelo de saberse rodeados
de los signos y los tics más estereotipados? ¿Qué sería, por ejemplo, de los
Franks de Sindicato de calamares sin los anteojos negros, los onliners y
la pose de tipos duros y hoscos? Probablemente, solo unos borrachos tristes y
fracasados incapaces de servir para otra cosa que no fuera un cine miserable e
infeliz. Entonces, volviendo a Contraté un asesino a sueldo: ¿qué sería de
Henri, ahora desocupado y con una vida solitaria y deprimente, sin la alegría
de poder inventarse una trama cinematográfica que incluye peligros, asesinos
con ética y chicas duras (pero lindas) para enamorarse? En medio de tanta
película que se sirve del cine de otra época de manera aburrida e irresponsable
solo recurriendo a la cita y la referencia fáciles, la de Kaurismäki es una
verdadera estética de la resistencia.
FA 4841
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