Yuichi es un adolescente que vive en un pueblo cercano
a Tokio y está obsesionado con la cantante de pop Lily Chou Chou. Su admiración
por ella le lleva a crear una página web dedicada a ésta (Lily-philia). En esta
página se trata de explicar, entre otras cosas, el significado del éter, una
especie de energía que emana de las canciones de Lily, la cual provoca un
cierto tipo de sentimiento, sensación o estado mental. Un nuevo miembro con el
nombre de Blue Cat se une a la discusión y empieza a conectar con Philia...
(FILMAFFINITY)
Fluyendo entre nubes de éter
ES el espacio de Cult Movie en Miradas quizás el más
personal para cada uno de los redactores y colaboradores de la revista. En él
no tenemos que defender con argumentos nuestras apreciaciones críticas, tampoco
tenemos que ofrecer juicios a favor o en contra, sólo destapar nuestras
verdaderas inclinaciones a través de un film que nos parece especial, que ha
significado algo para nosotros y queremos reivindicar, con el que nos sentimos
próximos y que ocupa un importante lugar en nuestra memoria.
Cada cinéfilo tiene en su interior una serie de películas
que le han marcado, con las que se siente identificado, que entroncan con su
manera de entender el cine, con su sensibilidad. A veces, una película se
convierte en parte de uno mismo, va siempre contigo y nunca te abandona. Eso me
ocurrió a mí conTodo sobre Lily cuando la descubrí. Fue un regalo de
cumpleaños que nunca olvidaré, de parte de una persona especial que me conocía
lo suficiente como para saber que ésa iba a ser una película imprescindible en
mi vida. Lo que no podía imaginar cuando hace unos meses decidí hacer mi cult
de este año sobre All about Lily Chou Chou, era que fuera a editarse en
DVD. Lo hace de la mano de Notro Films, y es una estupenda oportunidad para
acercarse a una de las películas clave dentro del cine contemporáneo japonés y
por supuesto para conocer a su director, Shunji Iwai, uno de los grandes poetas
de la imagen moderna.
Esta es la historia de un idilio, mi idilio con Todo
sobre Lily. Desde el momento que mis ojos se cruzaron con su portentoso
arranque quedé rendida, maravillada ante la enigmática belleza que escondían
sus imágenes. En una pantalla en negro comienzan a aparecer mensajes como si se
tratara de un foro de Internet que se refieren a una cantante pop de nombre
Lily Chou-Chou. Se ilumina la pantalla y vemos como la cámara planea inestable
sobre unos hermosos verdes campos de arroz, balanceándose suavemente y poniendo
de manifiesto la inclinación del terreno. En medio de ese espacio, solo,
incomunicado del resto del planeta, se encuentra un muchacho que escucha la
música de Lily, una música etérea, dulce pero a la vez hiriente... hipnótica.
Imagen, música e Internet por primera vez conjugados en una
pantalla para expresar todo el sentimiento de desorientación al que están
abocados los jóvenes de las nuevas generaciones. Nunca una escena pudo ser más
metafórica y representativa, captar con tan extrema precisión el espíritu de
confusión y fragilidad que reina en nuestro tiempo. Una época en la que se ha
sustituido el contacto físico con las personas de nuestro entorno por la
comunicación impersonal que generan los espacios virtuales, una época en la que
ya no se permiten los sentimientos, en la que cualquier acto emocional es
juzgado, cuestionado desde el plano de la irracionalidad, en la que las
sensaciones reales han dejado de existir en beneficio de las irreales y
ficticias.
La sociedad está sufriendo un cambio, una mutación de la que
a veces no somos conscientes, pero que afecta a los comportamientos, a la
manera en la que nos relacionamos con el mundo, a la forma en la que
canalizamos nuestros miedos e inseguridades, nuestro resentimiento o nuestro
dolor. A veces, parece que todo aquello sobre lo que hemos construido nuestra
existencia vaya mucho más rápido que nosotros mismos, de forma que no podemos
adaptarnos a sus condiciones y exigencias. Aquellos que ya tenemos una cierta
edad sólo podemos observar con resignación y adaptarnos como podemos a las
nuevas reglas del juego. Sin embargo... ¿qué pasa con los jóvenes? Quizás ellos
sean los más perjudicados, los que se sienten más desatendidos en medio de todo
este proceso de deshumanización, porque... si los mayores no somos capaces de
salir adelante en nuestro estancamiento, ensimismados como estamos ante
nuestros propios problemas... ¿de qué manera podemos ayudar a las nuevas
generaciones, hijas bastardas de nuestra propia incompetencia?
El cine japonés ha tratado este tema con insistencia en los
últimos años, demostrando que es en la actualidad el termómetro que controla de
forma más infalible las pulsiones por las que se rige la civilización moderna.
Directores como Hideaki Anno (Love & Pop —1998—, Shiki-Jitsu/Ritual —2000—, Cutie
Honey —2004—), Masato Harada (Bounce ko-gals —1997—), Kiyoshi
Kurosawa (Bright Future —2003—), Isao Yukisada (Go —2001—) o Takashi
Miike (Visitor Q —2001—), se han encargado de diseccionar los modos de la
juventud de su país desde una postura a veces crítica, otras simbólica o
fabuladora, y por último, la más valiosa, aquella que procede de la captura
directa, vivencial y experiencial.
De todos ellos, Shunji Iwai es el que mejor ha sabido
canalizar este tema para convertirlo en la base constitutiva de todo su
universo fílmico. La alienación de la juventud y su desarraigo son sin duda los
vértices temáticos de su obra, desde su primer trabajo significativo, Fireworks (1993)
hasta su último film, Hana y Alice (2004). La infancia, la
adolescencia y el paso a la edad adulta, los conflictos que se infieren de este
camino de crecimiento, de maduración, la desorientación vital y la angustia que
trae consigo, ese vacío emocional que se siente y que nadie es capaz de
apaciguar, todas las preguntas y los interrogantes que se quedan sin tener una
respuesta clara... ese es el delicado material que utiliza Shunji Iwai para la
construcción de sus relatos.
En Todo sobre Lily estos elementos se conjugan de
una manera especial, cobrando un nuevo significado, más doloroso, más hiriente
si cabe. Los jóvenes protagonistas de la película se convierten casi en entes
abstractos, seres indefinidos dentro de una sociedad que no los entiende ni se
preocupa por aceptarlos. Sin ningún tipo de referente paterno, hijos de
familias desestructuradas, crecen al abrigo de la orfandad espiritual, tomando
la pose de rebeldía como única forma de liberar su rabia y dolor frente al
mundo. Su inocencia ya se ha perdido para siempre, son niños que han tenido que
crecer demasiado rápido, y adoptan las actitudes de los mayores, pero sin los
mecanismos de protección que otorga la experiencia y la madurez. Por eso su
fragilidad emocional es extrema, su vulnerabilidad casi siempre se encuentra a
flor de piel. Estas situaciones producen desajustes en sus comportamientos. Las
niñas se prostituyen y sus compañeros de clase ejercen de proxenetas, los
chicos ejercen la violencia sin ningún tipo de miramientos: roban, violan,
extorsionan, humillan... la amoralidad se ha instalado en su código ético y su
única voluntad es avanzar mediante impulsos autodestructivos. ¿Cómo se llega a
esta situación? ¿Está realmente la sociedad creando monstruos? Los personajes de Todo
sobre Lily son incapaces de integrarse dentro del mundo real. Por eso
crean a su alrededor universos obsesivos que los ayuden a evadirse de su
entorno como única manera de calmar esa sensación de incomprensión que llevan
en su interior, esas carencias emocionales que han provocado que entre ellos y
todo lo demás se haya creado una barrera infranqueable. La música de Lily
Chou-Chou se convierte en su válvula de escape, su refugio, en una realidad
paralela donde se sienten seguros y a salvo. Para ellos, ese lugar se llama Éter.
¿Cómo definir el Éter de Lily? El Éter es dolor, un lugar de paz
eterna. Eso dicen sus admiradores. Para mí, sólo Lily es real, sólo
el Éter es una prueba de que estoy vivo. Quizás se trate de llenar ese
vacío inconmensurable que tienen en su interior, esa soledad que les hiere en
lo más profundo, y por supuesto, una manera de canalizar toda su rabia y su
odio. En una de las escenas, uno de los protagonistas se encuentra otra vez en
esos campos de arroz que comentábamos al principio, oyendo la música de Lily, y
exclama un grito desgarrador de dolor. El efecto estremecedor no se puede
definir con palabras.
Así es Todo sobre Lily, así es el cine de Shunji Iwai,
arrebatadoramente bello, poético, cautivador, pero irremediablemente
perturbador e hiriente. Para mí, es uno de los grandes creadores de nuestros
días, uno de los que mejor ha sabido capturar la dicotomía, la encrucijada
en la que se sitúa el cine contemporáneo. Sin embargo, ningún festival de los
supuestamente importantes (sólo se pudo ver en España gracias al BAFF en su
edición de 2002) se ha molestado nunca en programar sus películas, ninguna
publicación le ha dedicado una sola línea, ninguna distribuidora nos ha
permitido hasta el momento descubrirlo.
Muchos dicen que el cine oriental es una moda. No estoy de
acuerdo. Es una moda para todos aquellos que lo toman como una pose, que acuden
a él con un afán de esnobismo, de apariencia de modernidad. Occidente mira a
oriente cuando le interesa... ¿cuando tiene por en medio intereses
económicos...? Deberíamos preguntarnos porqué sólo participan en Cannes, Berlín
o Venecia las obras de Tsai Ming-liang, Hou Hsiao-hsien, Hong Sang-soo o
Apichatpong Weerasethakul. ¿No será porque están financiadas con dinero
europeo? El año que estos autores no estrenan película, desaparece el cine
oriental del Festival de Cannes... ¿no es esto sospechoso, precisamente cuando
la industria japonesa, hongkonesa y tailandesa se encuentran en un momento
inmejorable? Por favor, abramos un poco los ojos y no dejemos que nos
manipulen... investiguemos por nuestra cuenta, fomentemos nuestra curiosidad...
es la única manera de tener el control sobre aquello que queremos ver, no
aquello que quieren que veamos. Hay muchos directores esperando ser
descubiertos, muchas joyas que jamás se estrenarán en nuestras pantallas y que
no tienen porqué ser de directores consagrados porCahiers du Cinéma para
que su calidad sea excelente. Hablo de oriente porque es lo que más conozco,
pero también lo hago extensivo al resto de cinematografías. El cine no se
construye a través de un par de autores, sino a través de un magma de
referencias multiformes que abarcan desde el aspecto más comercial, al más
experimental e innovador.
Muchos son los que llevan vaticinando la muerte del cine
como disciplina. Buscan cómo este puede evolucionar a partir de su propia
esencia. Sin embargo la realidad es otra. El cine se enriquece con la mezcla de
otros discursos, porque es un arte que engloba muchas categorías en su
interior. Y si la sociedad cambia, el cine tiene que avanzar con ella, darle lo
que pide y lo que necesita. Por eso resulta tan importante la
experimentación en el plano formal y narrativo, una experimentación que abra
caminos, que sea capaz de conceptuar la imagen fílmica como espejo directo de
las tensiones que atraviesan nuestro espectro multirreferencial. Por eso me
gusta Shunji Iwai, y otros directores como Katsuhito Ishii, Takeshi Kitano, Shinya
Tsukamoto, Takashi Miike o Shinji Aoyama, porque son hijos de su tiempo, y
expresan en sus discursos los choques y las conexiones que se establecen entre
todas y cada una de las disciplinas que configuran el paradigma audiovisual
para integrarlo en un único sistema que aglutine la literatura, la música, el
videoclip, el vídeo arte, el ensayo, el cómic, el manga, las nuevas
tecnologías...
En ese aspecto, Shunji Iwai es un artista total: él compone
muchas de las bandas sonoras de sus películas, escribe novelas que después
adapta para la gran pantalla, crea historias ilustradas, dirige vídeo-clips,
anuncios para televisión, crea campañas publicitarias por Internet... Sólo hay
que fijarse en la forma como nació Todo sobre Lily para que
percibamos hasta dónde es capaz de desarrollar su talento creativo. Iwai creó
un icono inexistente de la música, Lily Chou-Chou y escribió un libro, en parte
autobiográfico, en el que vertió sus experiencias juveniles en su pueblo de
procedencia. Pero entonces quiso ir más allá, quiso materializar a Lily, y en
colaboración con el compositor Takeshi Kobayashi construyó a su alrededor un
andamiaje musical que le proporcionara una personalidad concreta, entre
misteriosa y evanescente, turbia y sensual, delicada e hipnótica... Así, una
vez configurada esta diosa ficticia de la canción japonesa, organizó un foro en
Internet, una especie de Club de Fans en el que los aficionados iban
describiendo lo que para ellos significaba la música de Lily. Con todas esas
conversaciones, todos esos retazos de impresiones que los internautas iban
escribiendo en la web, volvió a remodelar su libro, y a partir de ahí construyó
el guión de lo que sería la película. Por eso, a lo largo del film son tan
importantes los mensajes que van apareciendo en la pantalla, ya que son ellos
el germen de todo el entramado narrativo. A partir de ellos nos introducimos en
la vida de unos jóvenes, en las peripecias que se desarrollan a lo largo de
varios años en el instituto, de los cambios emocionales que van produciéndose
en su interior, de la evolución a la que se van sometiendo durante su
desarrollo. Sus aparentemente intrascendentes aventuras van conformando un
mosaico de miradas desesperanzadas ante la realidad a la que deben enfrentarse.
Al principio existe un camino para la felicidad a través de la amistad, sin
embargo se produce en el film un momento de inflexión en el que todo el
universo que los personajes habían construido a su alrededor se desmorona, y a
partir de ahí sus destinos se regirán por las consecuencias de vivir en la
desesperación de haber convertido en un infierno su existencia.
Iwai describe poco a poco, como si en realidad estuviera
realizando un documental acerca de la vida de este grupo de amigos, la monótona
cotidianeidad de sus personajes, haciendo especial hincapié en sus anhelos y
deseos más profundos, como si su cámara fuera sensible a la evolución de sus
comportamientos a través de su intimidad más secreta. Por eso los vemos llorar
solos, desahogarse, gritar, sufrir en silencio, pero también disimular, hacerse
los valientes, los insensibles ante situaciones que no saben cómo abordar.
En el plano de la imagen se evidencia la procedencia de
Shunji Iwai dentro del campo de la publicidad y del vídeo-clip. Pero cuidado,
no lo digo de una manera despectiva. Puede que otros directores hayan recogido
una herencia negativa de esta parcela de su experiencia profesional, pero en el
caso de Iwai este sabe aprovechar al máximo los recursos de la imagen de manera
que es capaz de erigirla como unidad mínima de condensación. Por eso es
especialista en crear momentos capaces de sintetizar todo el poder de
significación de una película. Son instantes mágicos, recorridos por un lirismo
arrebatador y una emoción sobrecogedora. Yo los llamo momentos Iwai, y en
cada una de sus películas podemos aislar dos o tres que se instalan en nuestra
memoria de manera permanente. En Todo sobre Lily hay muchos, pero yo
me quedo con dos. Ambos tienen que ver con la figura de la niña prostituta que
encarna Yû Aoi: cuando esta pasea junto al protagonista, Yuichi, de camino a
casa después de haberse acostado con un cliente y le da el dinero que ha conseguido.
Se siente sucia y perdida, lo arroja al suelo y lo aplasta y corre hacia un río
cercano donde se sumerge para intentar lavar su conciencia. Más tarde, cuando
descubre que ya no hay salvación para ella, justo antes de suicidarse, juega
con unas cometas, siendo ese su último momento de felicidad. Iwai contrapone la
altura que alcanzan esas cometas con la de la torre por la que se despeña la
chica, y la condensación dramática a la que da pie con una simple imagen, es
sencillamente sublime.
Todo sobre Lily es una película muy triste, muy
dolorosa. En ella no existe la posibilidad de redención de sus personajes, no
hay salida para ellos. Por eso su visión crea un irremediable poso de
melancolía, de malestar sordo que ni siquiera es apaciguado por los Arabescos de
Debussy y la música de Lily Chou-Chou. La textura de Todo sobre Lily es
esponjosa, casi de ensueño, de vaporoso tono lo-fi, pero lo que en ella
ocurre es tan brutal que el contraste no deja de producir una sensación de
encogimiento, de malestar emocional agudo.
Recuerdo la primera vez que la vi. Pasaron varios días hasta
que pude recuperarme, pero desde entonces, me hice fan de Lily Chou-Chou. Es
una lástima que sea una artista inexistente, porque me encanta su música.
Aunque quizás, esa sea la gran paradoja que explora el film: la necesidad que
tenemos en la actualidad de encontrar algo que nos motive, con lo que nos
podamos sentir identificados... aunque en realidad sepamos que todo es una gran
mentira.
FA 4863
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