En 1943, una patrulla de soldados americanos desembarca en una isla del Pacífico con la intención de comprobar la existencia de bases operativas japonesas. La acción se lleva a cabo a pesar de los enfrentamientos entre mandos y subordinados.
Una primera característica que marca Los desnudos y los muertos es su radical empeño en reivindicar y mostrar siempre al hombre que hay detrás del soldado. El hecho de que los ejércitos uniformicen a sus soldados puede hacernos creer que éstos adquieren así una nueva naturaleza, y una compañía que desfila puede pretender ser un armazón de elementos intercambiables. En las antípodas de esta perspectiva, Mailer se esfuerza siempre en una recreación de los tipos humanos diversos que el azar convierte en compañeros de armas. (...)
Tras el desembarco en la isla, la obra se desarrolla en dos escenarios diferentes. El primero de ellos describe la cima de la cadena de mando y se centra sobre todo en las complejas relaciones entre el general Edward Cummings, jefe de las tropas usamericanas y su asistente, el teniente Robert Hearn. Cummings, procedente de una familia acomodada del Medio Oeste, es un hombre de extraordinaria inteligencia y rara personalidad. Recién licenciado de la academia, es enviado a Europa durante la I Guerra Mundial, donde observando en el frente el avance de los soldados bajo fuego enemigo, experimenta algo que tiene la fuerza de una revelación: "Estaban todos esos hombres y algún hombre por encima de ellos que les daba órdenes, que cambiaba tal vez para siempre la materia de sus vidas. En la oscuridad, mira fijamente el campo, fascinado por la visión más grande que había tenido su alma. Eran cosas que se podían hacer. Mandar todo aquello. La intensidad de su emoción, la cólera, la exaltación, el ansia indefinida y poderosa lo sofoca." (...)
Convertido en general, Cummings juega su partida de ajedrez con piezas que son hombres que sufren y mueren, pero desarrolla sobre todo ideas políticas para el futuro, ideas cercanas al fascismo, de las que trata confidencialmente con Hearn, muchacho de buena familia y talante liberal, trasunto del propio Mailer, que trata de defender sus puntos de vista. Dice Cummings en cierta ocasión: "Históricamente, el fin de esta guerra es transformar el potencial de estados Unidos en energía cinética. El concepto de fascismo es mucho más sabio que el concepto de comunismo si piensas un poco, puesto que está arraigado profundamente en la naturaleza real de los hombres; tuvo la desgracia de iniciarse en un país inapropiado, en un país que carecía del poder intrínseco necesario para desenvolverlo plenamente. En Alemania, dada esa frustración básica de sus limitados medios materiales los excesos habían de ser inevitables. Pero el sueño de Alemania, la idea que la mueve es perfectamente plausible. -Cummings se enjugó la boca-. Como dices tú, Robert, y no del todo mal, hay un proceso de ósmosis. Estados Unidos hará suyo ese sueño, lo está haciendo ahora mismo." Estos diálogos, escritos en los años cuarenta, resultan de un lucidez sorprendente cuando observamos la historia de las décadas siguientes: "Eres un tonto si no te das cuenta de que éste habrá de ser el siglo de la reacción, tal vez el reino milenario de ella. Es la única idea de Hitler que no me parece completamente disparatada." Cuando Cummings expone las ventajas de reprimir brutalmente a los soldados, porque así "la rabia que acumulan, los hace pelear mejor" y "como no pueden ametrallarnos a nosotros apuntan a otra parte", Hearn le responde: " el riesgo es demasiado grande, si perdemos la guerra habremos provocado una revolución." (...)
En el otro extremo del escalafón nos encontramos con los componentes de un pelotón implicado en numerosas acciones de combate, una asombrosa galería de seres humanos que dibujan la diversidad de una sociedad uniformizada en el retablo sangriento de la guerra. Tipos como Julio Martínez de origen mejicano, dominado por el miedo, pero explorador insustituible, orgulloso de su empleo de sargento, o el también sargento Sam Croft, líder natural del pelotón, militar "ejemplar", brutal y autoritario, cuya motivación profunda es sólo una innata y patológica crueldad, y que en plena refriega, "ansiaba el latido rápido y tenso que sentiría en la garganta después de matar a un hombre." (...)
Los dos escenarios descritos terminan por unirse cuando Cummings, molesto por algunos desaires de Hearn, decide enviarlo al frente y el teniente es agregado al pelotón antes presentado, al que en ese momento se encomienda una peligrosa misión de reconocimiento tras las líneas japonesas. El libro narra después los detalles de ésta, el enfrentamiento inevitable por el mando entre Croft y Hearn, que representan polos opuestos de autoritarismo brutal y racionalidad compasiva, la muerte en combate de este último y la tensión extrema del grupo sometido a la locura de Croft en un avance desesperado hacia ninguna parte. El final de la patrulla coincide con el de la campaña en la isla, concluida con sorprendente facilidad en ausencia de Cummings por el torpe e inseguro mayor Dalleson gracias a la debilidad de las líneas japonesas.A los sesenta años de su publicación, Los desnudos y los muertos sigue atrapando al lector con su extraordinario retablo humano, su investigación brillante de las sensaciones y emociones de los hombres en la guerra y la lucidez de algunas de sus intuiciones políticas. La industria que se lucra con los conflictos bélicos precisa una cobertura ideológica que se exhibe procaz en todos los medios controlados por el poder. En estas condiciones, dibujar el rostro más veraz de uno de estos conflictos, usando sabiamente todos los recursos literarios, y mostrar con amoroso detenimiento algunas de sus intrahistorias, acaba regalándonos una contundente revelación de lo que es la guerra en realidad. El general piensa recostado en su cama y los soldados mueren en la selva. Con su profundización en las relaciones entre Cummings y Hearn, Los desnudos y los muertos es tal vez solamente la crónica de un homicidio, gestado morosamente y ejecutado casi por azar, pero lo que debe sorprendernos es cómo este crimen queda perfectamente camuflado entre los protocolos de mando y la carnicería de la guerra.
(Texto de Jesús Aller, tomado de aquì)
Walsh dirigió en 1958 una versión cinematográfica del best-seller “Los desnudos y los muertos”. RKO compró los derechos y la censura hizo lo que pudo para despedazar y suprimir parte de lo que se iba a rodar por no parecer conveniente que la novela de Norman Mailer con toda su salsa posible apareciese así al público. La lucha era tensa y los censores fueron los que ganaron, mutilaron la cinta, la cortaron y parte de ella era tan endeble que con sólo soplar daba una impresión de desmoronamiento, pero otra parte estaba llena de un estilo duro y de una dirección excelente, con lo cual, de sus cimientos Walsh logró dejar en su sitio lo que ciertos buitres permitían. (Fantascopìa)
FA 4028
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