Las Tres coronas del marinero
En la que seguramente es la película más aclamada de su vasta filmografía -y la que además precipitó ese año su consagración definitiva (marcada por un número especial que le dedicara la revista Cahiérs du Cinema)-, Raúl Ruiz elabora un notable proyecto cinematográfico en el cual se cruzan la narrativa de viajes, la problemática del exilio y una serie de referentes que incluyen desde la mitología chilota del Caleuche, hasta reflexiones en torno a la condición del tiempo y la memoria. Es increíble que más de dos décadas después de su realización, al ver esta película sea posible dilucidar la mayor parte de las búsquedas expresivas de la filmografía ruiziana: una narración que fluye rompiendo la articulación de un eje central, diseminada en múltiples tramas superpuestas, en series de relatos alternados sin resolución, que rompen el supuesto del continium temporal - espacial; un marcado atrevimiento formal que se vierte en el uso de recursos estéticos y visuales de amplia gama, permanentes movimientos de cámara, variados puntos de tiro de los planos y complejos contrastes en la composición del cuadro (al punto que intenta voluntariamente no repetir nunca una misma posición de cámara, así como usar todo tipo de artificios técnicos para intervenir la uniformidad de la creación de las imágenes, léase lentes bifocales y gran angulares, trucajes ópticos, filtros bicromáticos, etc.), así como una constante iluminación de exteriores de impronta no realista - connotativa; por último, juegos de referencias múltiples que abarcan tanto la literatura y la reflexión filosófica, como las historietas populares y el cine mismo. Pero quizá una de las máximas sorpresas que uno se lleva al sumergirse en esta película es esa extraña sensación de una perfecta familiaridad de lo desconocido que producen los trabajos de Ruiz, como si se invirtiera para nosotros, espectadores de un chile puesto en encrucijada, la lógica freudiana de lo ominoso: en vez de que lo familiar se comience a percibir completamente extraño, experimentamos la inusual extrañeza doble de la identificación con parajes ignotos, situaciones inéditas o personajes lejanos, a la manera de un déja-vu filmográfico, como si todos los puertos y marinos de Las tres coronas... no pudieran sino finalmente referir, recordar, retornar siempre, a Valparaíso.
FA 4014
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