martes, 18 de agosto de 2009

RUMBA (2008)

(Francia-Bélgica, 2008, habl. en francés).

Guión y dir.: D. Abel, F. Gordon, B. Romy. Int.: F. Gordon, D. Abel, B. Romy, F. Martz, C. Morel.

Volviendo a casa, tras haber ganado un concurso de baile, una pareja de docentes felices (ella, profesora de inglés, él de gimnasia) ve alterada sus vidas por culpa de un infeliz que se les cruza en el camino. Él pierde la memoria, ella una pierna. Consecuencia de ello, tendrán luego otras pérdidas, y hasta afrontarán el riesgo de la más inesperada separación. ¿Estamos viendo un drama? Al contrario. Aunque parezca mentira, ésta es una comedia ingeniosa, original, muy divertida y gratificante, con algo de fábula y mucho del eterno cine mudo, que nos hace reír de las desgracias y salir felices de la sala. Lo mejor que se vio en el reciente Festival de Pinamar.Matrimonio en la vida real, Dominique Abel y Fiona Gordon son dos payasos de optimismo contagioso, y así son, también, sus personajes. A veces, pero sólo a veces, inconscientes del inmenso drama que los rodea, esos personajes siguen adelante con sus vidas. Pueden ponerse tristes, pero siguen lo más normal posible. Caen y se levantan, tal como los autores y actores mismos lo dijeron en francés, tiempo ha: «C'est la histoire d'un couple qui tombe puis se reléve, qui retombe puis se rereléve, qui reretombe puis se rerereléve, qui rerere.», y encima se aman. Un solo chiste verbal tiene la película, y está al comienzo, más bien un chiste de sonido, cuando la profesora empieza a extender una frase que los niños deben repetir aunque no entiendan, ni se les entienda, nada. El resto es casi todo visual, con mucha gracia y riqueza, tanto actoral como de encuadre, con aplicadas referencias a la estética de los 50: los ambientes, la escena del accidente en un atardecer de color hitchcockiano, los demás colores, la ropa de baile, la admirable escena donde bailan las sombras de los personajes, cuando ellos ya no pueden hacerlo, el manejo de los tiempos, el mundo inocente y extrañado, en fin, de ese último gran cómico del cine mudo que fue Jacques Tati. Ellos no lo imitan, porque tienen sus propios recursos y un estilo propio, trabajado en dúo, pero sintonizan con él, y en cierto modo lo heredan. Acá además los acompaña Philippe Martz, que el año pasado nos visitó con Bernie Collins, presentando su obra cómico-poética «A Wonderful Life». Resumiendo, una película deliciosa, recomendable, y que termina en el momento justo, como para dejar con ganas de seguir viendo. Igual caben dos observaciones. Ciertos chistes de Fiona con muletas o prótesis pueden incomodar a algún espectador quisquilloso, aunque no sean de humor negro. Y el que espere rumbas, que compre galletitas. Aquí se escuchan sones y boleros. En todo lo demás, un deleite.


LA ZONA 2849

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