Ulises
Dublín, 16 Junio de 1904. Stephen Dedalus, poeta aficionado y católico a machamartillo se encuentra en un típico día irlandés a Leopold Bloom, un judío de mediana edad, que ejerce sobre él la influencia del padre que ha perdido. Bloom pasará el día en un funeral, visitará unos pubs y acabará en el prostíbulo de la Bella Cohen. Su mujer espera el regreso de su marido en su lecho, cual Penélope hizo en Ítaca con Ulises.
Parte del monólogo de Molly
el sol brilla para tí me dijo el día que estábamos acostados entre los rododendros sobre la puerta de Howth con el traje de tweed gris y sombrero de paja el día que conseguí que se me declarara sí primero le pasé el pedacito de pastel que tenía en mi boca y era año bisiesto como ahora sí hace 16 años Dios mío después de ese largo beso casí me quedé sin aliento sí me dijo que yo era una flor de la montaña sí entonces somos flores todo el cuerpo de una mujer sí esa fue la única verdad que me dijo en su vida que él entendía lo que era una mujer y yo sabía que siempre podría hacer de él lo que quisiera y le di todo el placer que pude llevándolo a que me pidiera el sí y primero yo quería contestarle sólo miraba hacia el mar y hacia el cielo y estaba pensando en tantas cosas que él no sabía de Mulvey del señor Stanhope y de Hester y de papá y del viejo capitán Groves y de los marineros que juegan al todos los pájaros vuelan y al salto de cabra y al juego de los platos como lo llamaban en el muelle y el centinela frente a la casa del gobernador con la cosa alrededor de su casco blanco pobre diablo medio asado y a las chicas españolas riendo con sus chales y sus peinetas y los griteríos de las ventas por la mañana los griegos y los judíos y los árabes y el diablo sabe quién más de todos los extremos de Europa y de Duke Street y el mercado de aves todas cloqueando delante de lo de Larby Sharon y los pobres burros resbalando medio dormidos con sus arreos a la sombra en los escalones y las grandes ruedas de las carretas de toros y el viejo castillo de edad milenaria sí esos hermosos moros todos de blanco y con turbantes que son como reyes pidiéndole a una que se siente en una minúscula tienda y Ronda con las viejas ventanas de las posadas los ojos que espían ocultos detrás de las celosías para que su amante bese los barrotes de hierro y las tabernas de puertas entornadas en la noche y las castañuelas y la noche que perdimos el barco en Algeciras el guardia haciendo su ronda de sereno con su linterna y oh ese horroroso torrente oh y el mar el mar carmesí a veces como el fuego y las gloriosas puestas de sol y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas las extrañas callejuelas y las casas rosadas azules y amarillas y los jardines de rosas y jazmines y de geranios y de cactos y Gibraltar cuando yo era chica y donde yo era una Flor de la Montaña sí cuando me puse la rosa en el cabello como hacían las chicas andaluzas o me pondré una colorada sí y cómo me besó bajo la pared morisca y yo pensé bueno tanto da él como otro y después le pedí con los ojos que me lo preguntara otra vez y después él me preguntó si yo quería sí para que dijera sí mi flor flor de la montaña y yo primero lo rodeé con mis brazos y lo atraje hacia mí para que pudiera sentir mis senos todo perfume sí y su corazón latía frenéticamente y sí yo dije quiero sí.
FA 3823
No hay comentarios:
Publicar un comentario