Siete directores realizan conjuntamente este documental en contra de la implicación estadounidense en Vietnam. Pese a estar dividida en segmentos, el autor de cada uno de ellos nunca fue indicado, siendo estos únicamente deducibles por su estilo.
Fotogramas que captan, en la urgencia del tiempo real, el acontecimiento. Pero sobre todo fotogramas atravesados por las propias interrogaciones, búsquedas y rechazos que se manifestaron en él.
Mayo del 68: reacción en cadena, irrupción imprevista de una crítica social generalizada, huelga salvaje extendida a la producción y la sociedad entera, reapropiación de la calle, emergencia de nuevas formas de (auto)organización, expresión, enunciación y comunicación directa. Un movimiento imprevisible -nadie lo vio venir, no fue la gota que colma el vaso tras un proceso clásico de acumulación de fuerzas; ilocalizable -recorre Francia entera con intensidad variable; irrepresentable -no hay centro ni dirección ni ideología hegemónicos; e inidentificable, al ser producto del cruce y la contaminación entre sujetos sociales distintos: estudiantes, obreros, campesinos, trabajadores intelectuales, inmigrantes.
El cine en torno a Mayo del 68 es político no sólo porque documente, sea altavoz o denuncia de situaciones de opresión o lucha, sino porque la concepción, producción y circulación de las películas aparecen imantadas, en su factura, por las cuestiones esenciales que planteó el movimiento: la autonomía, la superación de las fronteras sociales, el surgimiento de nuevas subjetividades, la negación de toda forma de representación (política, sindical, intelectual)… Por las mismas preguntas que abrió al acontecimiento: ¿cómo puede expresarse un movimiento que rechaza “la indignidad de hablar por otros” en todos los planos, no sólo mediático, político o sindical, sino también cultural, artístico o intelectual? ¿Qué vuelve política a una imagen? ¿Qué hace militante al cine militante?
Alain Badiou describe Mayo del 68 como un suceso extraordinariamente ambiguo e impuro, todavía enigmático y, precisamente por ello, fuente viva de interrogación para el pensamiento crítico. Pero la memoria siempre depende de una decisión sobre el presente. Por ejemplo, la “memoria reactiva”, que se construye a la vez desde instancias mediáticas, políticas y culturales, trata desde hace 40 años de domesticarlo, secar la fuente, reducir su riqueza y complejidad a la caricatura de un movimiento puramente estudiantil, acantonado en el Barrio Latino, un conflicto generacional, ávido de liberación de costumbres y nuevas formas de vida (“más flexibles, abiertas, permisivas”). Un momento clave de “la transición liberal hacia una nueva modernidad”. La voluntad de esa memoria es la de despolitizar el presente. Para ello, identifica Mayo del 68 con la trayectoria y la palabra de algunos portavoces escogidos del movimiento, convertidos luego con los años en arrepentidos de la crítica social y principales difusores de esa lectura despolitizadora. Por el contrario, nuestro acercamiento al 68 confiere centralidad a la crítica radical de la representación en todos los órdenes, así como a la creación colectiva y anónima de otras formas de comprender y practicar lo político: espacios autónomos de enunciación y organización, nuevas modalidades del vínculo entre el “yo” y el “nosotros”, interrogantes sobre la función social del saber o del trabajo o del propio cine. Así, apostamos por traer a un presente que asocia invariablemente política y sistema de partidos un recuerdo intempestivo y conflictivo: la búsqueda de espacios de lo político fuera, al margen y contra la política instituida. (...)
La formación de grupos como los Medvedkin, ARC o Dziga Vertov, ya anunciada por la labor común de cineastas desarrollada durante la realización de Loin du Vietnam, responde a una nueva actividad horizontal y cooperativa que se opone a la estricta y jerárquica división piramidal de tareas tal y como impone tradicionalmente la industria cinematográfica. Asumen una de las dimensiones cruciales del propio Mayo, como fue el carácter anónimo y colectivo del movimiento. Esta nueva forma de hacer valoriza sobre todo la igualdad, la vivencia común y la apertura hacia el otro. Una práctica y también una invitación: el anonimato de los cinétracts, equivalente al de los carteles de Mayo, con los que comparten técnicas sencillas e impacto visual, puede entenderse desde esta perspectiva como un modo de afirmar la posibilidad de cualquiera para utilizar el medio cinematográfico.
La Charnière es el ejemplo en vivo de otro rasgo fundamental del cine en torno a Mayo. Éste no se concibe como algo acabado en sí mismo, sino que busca prolongarse en los efectos que produce, seguirlos y motivarlos. Todos los mensajes pueden ser asimilados en y por el infinitamente elástico aparato digestivo capitalista. La politicidad no puede reducirse entonces al mensaje. El cine debe ser además recurso activo de organización, debate, interrogación, vínculo. Agnès Varda afirmaba de Loin du Vietnam que era en primer lugar una herramienta de trabajo para militantes. Pol Cèbe hablaba también sobre este carácter útil (pero no utilitario) del cine de los Grupos Medvedkin. ¿Como una octavilla? Eso quizá explicaría la cantidad de películas que no han llegado a nosotros, como algunos cinétracts o metraje del grupo ARC y de las producciones Zanzibar. Si el aura se opone en la obra artística a su perfectibilidad y reproductibilidad, este cine sería completamente “anti-artístico”: por un lado, su sentido se “completa” en la discusión con los públicos (generales y específicos) a los que se busca; por otro, su naturaleza misma anima a que sus propuestas sean actualizadas, reutilizadas, resignificadas, multiplicadas, infinitamente desviadas.Fue precisamente tal voluntad de “crear un público” la que hizo chocar a Loin du Vietnam con los canales de distribución dominantes que imposibilitaron una circulación libre de la copia, abriéndose con ello un nuevo desafío, una nueva dimensión de politicidad del cine: la necesidad de crear otros circuitos, autónomos e independientes, donde la recepción no estuviera media(tiza)da por los propietarios de los canales tradicionales. Así nació SLON, cooperativa independiente impulsada por Chris Marker y que aún funciona hoy bajo el nombre de Iskra. Otra tentativa es la que se plantea desde los Estados Generales del Cine. (Texto originalmente en Catálogo “Con y contra el cine. En torno a Mayo del 68”. Barcelona: Fundació Antoni Tàpies, 2008, Sevilla: UNIA arteypensamiento, 2008)
FA 3855
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