domingo, 8 de mayo de 2011

Yilmaz Güney - Umut (1970)

Esperanza
Cabbar trabaja de chófer transportando gente en su viejo carro tirado por un caballo. Apenas gana para dar de comer a mujer e hijos, y sus deudas cada vez van en aumento. Sufrirá penurias una tras otra, al mismo tiempo que un amigo suyo está convencido de que hay un tesoro enterrado en alguna parte, y Cabbar mantiene la esperanza de conseguir dinero con la lotería. (FILMAFFINITY)

Cine social y político en estado puro sin renunciar a la belleza

Esta película de Yilmaz Güney fue comparada con toda justicia con las películas de todo un monstruo del cine italiano como fuera Roberto Rossellini. Entre otras muchas cosas esta cinta del año 1970 fue considerada la precursora de la corriente neo-realista en Turquía. El metraje es verdaderamente estremecedor, su dramatismo está al alcance de pocos maestros y se respira en cada uno de sus minutos. En lo que a mí respecta he sentido mi alma encogerse a lo largo de todo éste. La realidad que mostró en su momento una película como ésta iba dirigida a despertar conciencias, a iluminar la oscuridad de millones de vidas frente a las que muchos de los que tuvieron la oportunidad de ver este film pasaban de largo. Yilmaz Güney actuará como protagonista en el papel de Cabbar realizando, por cierto, una excelente interpretación. En cualquier caso los actores empleados por éste no eran profesionales. En cuanto a los escenarios de grabación éstos no fueron preparados, sino que las condiciones de vida que se muestran en el film son reales. Los esfuerzos de Güney por mostrar la vida familiar de las capas más bajas de la población del modo más fiel posible convierten a películas como ésta en verdaderos documentos históricos dignos de tener en cuenta para todo aquel que pretenda acercarse a la realidad social de aquellos tiempos.

El impacto que causó en las autoridades el visionamiento de la película llevó a éstas a prohibirla, si bien (como ocurriera con cierta película española) ésta será sacada a escondidas del país con destino el Festival de Cannes, cuando éste a parte de ser una plataforma para la promoción del arte era a su vez un altavoz a través del cual se clamaba por la defensa de unos valores sociales y políticos. Esto obligó a las autoridades a relajar la censura que pesaba sobre el film y finalmente pudo ser emitido en abierto atrayendo la atención de la opinión pública y las clases medias turcas.

Aquí estamos ante una nueva prueba del activismo y compromiso de Yilmaz Güney con los más desfavorecidos. No obstante esta película contiene varios mensajes dignos de tener en cuenta:

En primer lugar es sobrecogedor constatar las condiciones de vida en las que se encuentra Cabbar, ahogado por las deudas, con una amplia familia que alimentar y muchos sueños que cumplir. De este modo vemos como se echa en manos de la lotería todas las semanas, esperando que de ahí vendría la solución de todos sus problemas. Finalmente, cuando la desgracia se ceve sobre él dejándolo sin sustento posible tras la pérdida de uno de sus caballos y la venta de su carro por parte de sus acreedores, cansados de esperar que Cabbar devuelva sus abultadas deudas éste se entregará a los ensueños de su amigo que espera encontrar un tesoro con la ayuda de un hodja. Aquí entra en juego toda la superstición instalada en la mentalidad del pueblo bajo turco, superstición que Güney ataca amargamente en el más puro sentido marxista ("la religión es el opio del pueblo") y hace que éste se entregue a vanas esperanzas mientras su vida pasa con mucha más pena que gloria. Sin embargo aún resulta más angustiante el hecho de que el final sea abierto, incierto: los tres hombres permanecen allí, en mitad de la nada en busca de su "última" esperanza quién sabe por cuánto tiempo más mientras la familia de Cabbar puede estar pasando auténticas penurias. En este sentido Güney muestra a Cabbar como el paradigma del hombre desclasado o del lumpemproletario, es decir, aquel que no tiene identidad y que decide ir sólo en busca de soluciones para mejorar su vida, entregarse a la fantasía en lugar de luchar por otras vías (políticas, hemos de suponer). Así el director nos enseña que no hay esperanza para aquel que se enfrenta sólo al mundo, cualquier solución ha de pasar por la movilización y la unidad de los desfavorecidos.

En cualquier caso la película deja detalles muy interesantes como la desempatía de las clases acomodadas hacia los más humildes (caso del señorito que se carga al caballo de Cabbar), la injusticia de las autoridades que siempre se ponen de parte del rico (Cabbar casi tiene que marcharse de la comisaría dando las gracias porque no lo denuncien), los problemas derivados del analfabetismo que dejan al hombre indefenso ante el mundo (Cabbar no puede saber lo que escribe el secretario en la declaración policial, ni tan siquiera es capaz de poner el periódico en la posición adecuada para comprobar su boleto de lotería), el sempiterno conflicto entre tradición y modernidad (los deseos de las autoridades municipales por eliminar los carros de caballos como medida de higiene y saneamiento del tráfico a pesar de que éstos son sustento de muchas familias), etc.
DAVILOCHI.
FA 4055

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