Cortázar: apuntes para un
documental intenta descifrar este enigma: como un escritor político, tan
representativo de los temores de la clase media argentina, se vuelve el
paradigma del escritor politicamente comprometido. La discusión de si hay uno o
dos Julio Cortázar se vuelve centro de la discusión. En 1963 el escritor visita
Cuba. Regresa maravillado y dispuesto a darse vuelta como un guante. (...) El
nuevo Cortázar decepciona a sus lectores naturales, los de la clase media mas
conformista. A los que antes interpretaba en sus miedos más profundos, ahora
los abandona por una causa a la que ellos temen. Pero tampoco conforma al que
deberá ser su nuevo publico, el de los militantes de izquierda, porque se
apropia de su ideario sin acabar de comprenderlo y, para colmo de males,
buscando sumarse a la gesta revolucionaria con más entusiasmo que coraje. Ese
giro inesperado en la obra de Cortázar es el eje que organiza el material y los
testimonios de este film documental.
Desde hace unos años, Eduardo
Montes-Bradley se empeña en retratar a los más importantes escritores
argentinos. Primero fue el tuo de Osvaldo Soriano (en Soriano: Un retrato),
seguido por Jorge Luis Borges (Harto The Borges) y Osvaldo Bayer (Los cuentos
del timonel). Ahora le llegó la hora a Julio Cortázar. Lejos de la
condescendencia y del mero acopio de datos biográficos, este realizador propone
una serie de miradas que desacralizan y sacan del bronce a estas insignes
figuras de nuestra cultura. Combinando numerosos testimonios con fragmentos de
películas caseras filmadas por el propio Cortázar, este film está organizado en
too a una supuesta contradicción entre el compromiso político del autor de
Rayuela y su obra literaria, en la que estarían representados algunos de los
valores de la clase media argentina. La narración comienza en 1963 cuando el
escritor, luego de visitar Cuba, regresa maravillado por la revolución y se
muestra dispuesto a “darse vuelta como un guante”. El punto de giro estaría
explicitado en “El libro de Manuel”, obra que deja insatisfechos a muchos de
sus lectores: la clase media siente que el escritor los abandona yendo en pos
de causas que ellos temen, la izquierda sospecha que su acercamiento es más un
gesto amistoso que un verdadero compromiso revolucionario. De acuerdo a lo
propuesto por Montes-Bradley, a partir de entonces, la personalidad de Julio
Cortázar se desdobla tal como lo hacen el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, los personajes
imaginados por Robert Louis Stevenson. Para graficar esta escisión de la personalidad,
el realizador inserta fragmentos de una de las peores transposiciones fílmicas
de la célebre novela: Abbott y Costello contra el hombre y el monstruo / Abbott
and Costello meet Dr. Jekyll and Mr. Hyde (Charles Lamont, 1953), protagonizada
por el famoso dúo de elementales humoristas y el siempre efectivo Boris
Karloff. Montes-Bradley insiste con este recurso intercalando algunas escenas
de Liliput tomadas de Los viajes de Gulliver / Gulliver’s Travels (Peter Hunt,
1977). Esta insistencia en la intertextualidad con otros textos fílmicos se
vuelve reiterativa y remite más a un gesto satírico del realizador que a un
legítimo aporte a la discusión. A diferencia del personaje de Jonathan Swift,
Cortázar no es un viajero, sino un turista: recorre los lugares con una mirada
distante y extrañada. Así lo atestiguan las secuencias filmadas por el escritor
en la residencia del embajador mexicano en la India (cargo que ocupaba Octavio Paz por
entonces), sus paseos con Aurora Beárdez por las calles de Delhi, o los veraneos
en la costa mexicana, Nicaragua y el Mediterráneo francés. Esta búsqueda del
exotismo lo llevó a maravillarse con las revoluciones cubanas y nicaragüenses,
para posteriormente dedicarles una ambigua adhesión. Esa timidez es la que le
reprocha Osvaldo Bayer porque, en 1980, no se sumó a su plan para
desestabilizar a la dictadura militar y prefirió ser cobarde a transformarse en
mártir. Esta mirada “turística”, lejana y poco comprometida, que arroja
Cortázar sobre algunos de los turbulentos acontecimientos que conoció en su
vida tiene una cercana correspondencia con la tibia mirada que Montes-Bradley
propone sobre la personalidad del escritor. Su difuso punto de vista sobre esta
polémica se preanuncia en la provisionalidad del título de su trabajo. Podría
pensarse ingenuamente que sólo se propone abrir el debate, pero eso nos
llevaría a preguntaos qué sentido tiene hacerlo hoy. La única respuesta que se
nos ocurre es que se trata de fuegos de artificios que anticipan el ensayo que
Montes-Bradley promete realizar próximamente.
Cortázar: apuntes para un documental intenta descifrar este enigma: como un escritor político, tan representativo de los temores de la clase media argentina, se vuelve el paradigma del escritor politicamente comprometido. La discusión de si hay uno o dos Julio Cortázar se vuelve centro de la discusión. En 1963 el escritor visita Cuba. Regresa maravillado y dispuesto a darse vuelta como un guante. (...) El nuevo Cortázar decepciona a sus lectores naturales, los de la clase media mas conformista. A los que antes interpretaba en sus miedos más profundos, ahora los abandona por una causa a la que ellos temen. Pero tampoco conforma al que deberá ser su nuevo publico, el de los militantes de izquierda, porque se apropia de su ideario sin acabar de comprenderlo y, para colmo de males, buscando sumarse a la gesta revolucionaria con más entusiasmo que coraje. Ese giro inesperado en la obra de Cortázar es el eje que organiza el material y los testimonios de este film documental.
Este es, con seguridad, el trabajo en el que Eduardo Montes-Bradley se mueve con más libertad y claridad de ideas. Aunque pertenezca al reducido grupo de documentales rodados sobre figuras ya fallecidas, Cortázar está vivo en toda su complejidad, complejidad que Montes-Bradley expone entre imágenes cinematográficas y testimonios de escritores que fueron influidos por su literatura en su comportamiento íntimo y político. El resultado es que la imagen pública de Cortázar se perfila en too a un terrible equívoco que asoló toda América Latina durante los años de la revolución y que tiene que ver con la confusión sobre la función del intelectual y sus interrelaciones con lo político, entendido esto último como comprensión del funcionamiento de las relaciones humanas más allá de lo que puedan dictar nuestro deseos. La causa está, según vemos de manera a veces indirecta a través de testimonios de escritores y amigos, en que las nuevas repúblicas latino-americanas interpretan el cosmos como si fuera un texto literario, en el cual la realidad humana se constituye a partir de la imaginación de sus autores. La ausencia de observación sobre la verdad del ser humano tal como esta es y no cómo nos gustaría que fuera se reduce en la película al famoso par de cómicos constituido por Abbott y Costello que saben ver mejor que un científico lo que es el ser humano en sus partes más oscuras. Cortázar se revela como un excelente escritor capaz de hacer posible el mundo para la distorsión perceptiva característica de los adolescentes en su proceso de autodescubrimiento. Esto es, por sí mismo, un logro fabuloso, teniendo en cuenta que esa es una edad en general abandona por la sociedad en los procesos de educación sentimental. Pero su éxito entre adultos inmersos en el mundo cultural y político revelaba que estos eran en el fondo adolescentes tardíos y que llevaban peligrosamente su ingenuidad no ya adolescente sino infantil a un mundo mucho más complejo en el cual no era posible seguir jugando, a riesgo de llevarse un tiro en la cabeza, razón que impidió a Cortázar volver a Argentina durante la última dictadura. Es curioso que ese miedo no le tomase en Nicaragua, en la cual la situación era tan caótica, o peor todavía, que en Argentina. Y curioso que todos los intelectuales que hablan en el documental quisieran a Cortazar como un santo inmolado para la revolución. Estos son los casos de Bayer y Cardenal, conscientes ambos de que la revolución necesitaba de mártires para su difusión publicitaria, reconociendo con ello que la revolución necesitaba de elementos literarios para consolidarse y mostrando sus carencias políticas intrínsecas a la revolución. Las únicas armas que Cortázar tenía para combatir el mundo cartesiano que estructuraba el mundo era la mirada aparentemente irracional e impávida de un gato que ve fisuras del mundo lógico en el goteo del agua antes de convertirse en una secuencia, como Horacio González comenta, o haber sabido representar la mirada ingenua y enamoradiza de una sociedad formada en las universidades, sin ningún contacto con la realidad, como afirma Ismael Viñas. Son palabras que vienen a cuestionar de nuevo lo que el propio Cortázar ya hizo: su incapacidad para tratar temas específicamente políticos desde la literatura. Y esto invalida la pretensión de considerar su lenguaje como una herramienta eficaz para tratar el eteo problema humano, como es la construcción de relaciones adultas. De esa manera la lectura de Montes-Bradley es que la revolución encaada por Cortázar, que se hizo símbolo de los valores políticos de su generación, es un texto evangélico en too del cual los hijos de la revolución literaria se sientan para transferir sus decisiones al mundo de la acción política en la cual van a tener que resolver políticamente el problema de la libertad y su vinculación con el mal. Este es un debate del cual Cortázar huyó repetidas veces, tal vez por su profunda humanidad, tal vez por su compromiso con la literatura o tal vez por su incapacidad para enfrentar el dolor del crecimiento que significaba asumirla Cuba comunista en toda su
cruda realidad. Allí se estaba haciendo una revolución en los dos campos
largamente aplazados por los Estados, como eran la educación y la salud, pero
en la que no era posible comprar una aspirina. Es Cuba, la isla del sueño
cortaziano, donde empieza el cuentista su división intea, que se situaba entre
los compromisos tomados demasiado tempranamente durante su adolescencia tardía
y la realidad dolorosa del mundo en el cual la guerra entre el bien y el mal
nunca es limpia. En esta guerra se debate la verdadera naturaleza humana capaz
de pegar un tiro aunque para ello deba saltarse los evangelios. Pero Cortázar
se murió y ya no está para reescribir el cosmos. Y tal vez no sería necesario
porque Cortázar vivió los límites de la literatura.
Cortázar: apuntes para un documental intenta descifrar este enigma: como un escritor político, tan representativo de los temores de la clase media argentina, se vuelve el paradigma del escritor politicamente comprometido. La discusión de si hay uno o dos Julio Cortázar se vuelve centro de la discusión. En 1963 el escritor visita Cuba. Regresa maravillado y dispuesto a darse vuelta como un guante. (...) El nuevo Cortázar decepciona a sus lectores naturales, los de la clase media mas conformista. A los que antes interpretaba en sus miedos más profundos, ahora los abandona por una causa a la que ellos temen. Pero tampoco conforma al que deberá ser su nuevo publico, el de los militantes de izquierda, porque se apropia de su ideario sin acabar de comprenderlo y, para colmo de males, buscando sumarse a la gesta revolucionaria con más entusiasmo que coraje. Ese giro inesperado en la obra de Cortázar es el eje que organiza el material y los testimonios de este film documental.
Este es, con seguridad, el trabajo en el que Eduardo Montes-Bradley se mueve con más libertad y claridad de ideas. Aunque pertenezca al reducido grupo de documentales rodados sobre figuras ya fallecidas, Cortázar está vivo en toda su complejidad, complejidad que Montes-Bradley expone entre imágenes cinematográficas y testimonios de escritores que fueron influidos por su literatura en su comportamiento íntimo y político. El resultado es que la imagen pública de Cortázar se perfila en too a un terrible equívoco que asoló toda América Latina durante los años de la revolución y que tiene que ver con la confusión sobre la función del intelectual y sus interrelaciones con lo político, entendido esto último como comprensión del funcionamiento de las relaciones humanas más allá de lo que puedan dictar nuestro deseos. La causa está, según vemos de manera a veces indirecta a través de testimonios de escritores y amigos, en que las nuevas repúblicas latino-americanas interpretan el cosmos como si fuera un texto literario, en el cual la realidad humana se constituye a partir de la imaginación de sus autores. La ausencia de observación sobre la verdad del ser humano tal como esta es y no cómo nos gustaría que fuera se reduce en la película al famoso par de cómicos constituido por Abbott y Costello que saben ver mejor que un científico lo que es el ser humano en sus partes más oscuras. Cortázar se revela como un excelente escritor capaz de hacer posible el mundo para la distorsión perceptiva característica de los adolescentes en su proceso de autodescubrimiento. Esto es, por sí mismo, un logro fabuloso, teniendo en cuenta que esa es una edad en general abandona por la sociedad en los procesos de educación sentimental. Pero su éxito entre adultos inmersos en el mundo cultural y político revelaba que estos eran en el fondo adolescentes tardíos y que llevaban peligrosamente su ingenuidad no ya adolescente sino infantil a un mundo mucho más complejo en el cual no era posible seguir jugando, a riesgo de llevarse un tiro en la cabeza, razón que impidió a Cortázar volver a Argentina durante la última dictadura. Es curioso que ese miedo no le tomase en Nicaragua, en la cual la situación era tan caótica, o peor todavía, que en Argentina. Y curioso que todos los intelectuales que hablan en el documental quisieran a Cortazar como un santo inmolado para la revolución. Estos son los casos de Bayer y Cardenal, conscientes ambos de que la revolución necesitaba de mártires para su difusión publicitaria, reconociendo con ello que la revolución necesitaba de elementos literarios para consolidarse y mostrando sus carencias políticas intrínsecas a la revolución. Las únicas armas que Cortázar tenía para combatir el mundo cartesiano que estructuraba el mundo era la mirada aparentemente irracional e impávida de un gato que ve fisuras del mundo lógico en el goteo del agua antes de convertirse en una secuencia, como Horacio González comenta, o haber sabido representar la mirada ingenua y enamoradiza de una sociedad formada en las universidades, sin ningún contacto con la realidad, como afirma Ismael Viñas. Son palabras que vienen a cuestionar de nuevo lo que el propio Cortázar ya hizo: su incapacidad para tratar temas específicamente políticos desde la literatura. Y esto invalida la pretensión de considerar su lenguaje como una herramienta eficaz para tratar el eteo problema humano, como es la construcción de relaciones adultas. De esa manera la lectura de Montes-Bradley es que la revolución encaada por Cortázar, que se hizo símbolo de los valores políticos de su generación, es un texto evangélico en too del cual los hijos de la revolución literaria se sientan para transferir sus decisiones al mundo de la acción política en la cual van a tener que resolver políticamente el problema de la libertad y su vinculación con el mal. Este es un debate del cual Cortázar huyó repetidas veces, tal vez por su profunda humanidad, tal vez por su compromiso con la literatura o tal vez por su incapacidad para enfrentar el dolor del crecimiento que significaba asumir
Horacio González, Claribel
Alegría, Manuel Antin, Ernesto Cardenal, Ismael Viñas, Carlos Montemayor, Rolo
Diez, Sergio Ramírez, Hugo Gutiérrez Vega, Tomás Abraham, Alejo Carpentier,
Octavio Paz, Osvaldo Bayer, Juan Madrid, Bruno Arpaia, Juan Carlos Onetti
FA 8441
No hay comentarios:
Publicar un comentario