lunes, 13 de octubre de 2014

Vampyr - Der Traum des Allan Grey (Carl Theodor Dreyer, 1932)

En esta película Dreyer nos introduce en un universo fantasmagórico por medio de imágenes expresionistas. Un joven viajero, Allan Gray, se aloja en un extraño castillo, cuya atmósfera densa y enrarecida recuerda la de las pesadillas. El joven comienza a tener espeluznantes visiones, de las cuales la más terrible es el descubrimiento de una mujer inconsciente que ha sido atacada por un vampiro en forma de bruja. El maestro Dreyer rueda en Francia esta personal visión del terror: un mundo onírico y sugerente, lleno de fantasmas y sombras que cautivan más por la fuerza de las imágenes que por lo terrorífico del relato. A pesar de que actualmente es considerada una obra maestra del género, en su día fue un rotundo fracaso, por lo que el director danés tardaría doce años en volver a rodar su siguiente película, "Dies Irae". (FILMAFFINITY)

Versión original alemana en alta definicion restaurada por transferencia digital en 1998 por Martin Koerber y la Cineteca di Bologna con comentario de audio del erudito Tony Rayns.

Primer largometraje sonoro del realizador danés Carl Theodor Dreyer (1889-1968). El guión, original de Dreyer y de su colaborador Christen Jul, se inspira en la obra “In a Glass Darkly” (1872), de Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873). Se rueda en escenarios naturales de Courtempierre y otras localidades francesas durante el verano de 1930. Producido por Nicholas de Gunzburg (Julian West) y Carl T. Dreyer para Tobis-Filmkunst, se estrena en mayo de 1932 (Berlin).

La acción dramática tiene lugar en Courtempierre (Francia) durante unos pocos días de 1930. El joven viajero aficionado a la pesca, Allan David Grey (West), se acomoda en una posada para pasar la noche. Le interrumpe el sueño un hombre mayor (Schutz) que le ruega que impida la muerte de su hija Léone (Schmitz) y le entrega un pequeño paquete sellado. A la mañana siguiente Grey es testigo del asesinato del propietario del castillo, al que reconoce como el hombre que le visitó durante la noche. Conoce a Gisèle (Mandel), hermana de Léone. Se pone de parte de los que luchan contra el mal: un viejo criado del castillo (Bras), su esposa (Babanini) y Gisèle, de la que se enamora. Se enfrenta a las acciones maléficas del médico del pueblo, doctor Marc (Hieronimko), y de su ayudante, un siniestro soldado con una pata de palo. El relato parece soñado por Grey: tiene discontinuidades, lagunas, escenas espectrales, pasajes oníricos y hechos sobrenaturales.

El film suma fantasía y terror. Expone un episodio de enfrentamiento contra las fuerzas del mal, representadas por personajes que actúan por cuenta de un ser maligno y misterioso, no identificado. Se sospecha de la bruja Marguerite Chopin (Gérard), fallecida hace años, atrapada entre la vida y la muerte, que no se arrepintió de sus pecados y que está sepultada en tierra no bendita.

El film es difícil de seguir porque así lo quiso el realizador. La narración presenta elementos característicos de confusión. Fragmenta el espacio y separa las partes de modo que el espacio escénico deviene un laberinto sin lógica aparente. Las referencias de espacio y tiempo de las imágenes no coinciden siempre con las del argumento. Presenta montajes en paralelo de acciones simultáneas o no, que confunden y desorientan. Los reflejos en cristales o espejos con frecuencia no se dan acompañados de la presencia que los causa. Las sombras son autónomas, se mueven por ellas mismas, tienen personalidad propia y realizan acciones humanas. Planifica el uso de la iluminación y del movimiento de cámara con el propósito de desorientar. Algunos pasajes describen hechos que poco o nada tienen que ver con el argumento. Cambia el punto de vista del narrador sin aviso ni explicación. Sitúa al espectador ante un relato construido con la lógica de un sueño. Se sirve de elementos dilatorios: llave que gira en la cerradura, puertas que se abren y se cierran solas, figuras espectrales, etc.

La atmósfera es densa, inquietante y opresiva. Se percibe la presencia del mal. La lucha que se entabla entre las fuerzas maléficas y las que tratan de destruirlas es incierta y desigual. Los medios a disposición del viejo criado y de Gisèle son escasos y débiles: en varias ocasiones ambos parecen más dos víctimas, como Léone, que dos esforzados luchadores con posibilidades de éxito o de supervivencia. El mal que se respira y se palpa es siniestro, terrorífico, espantoso. Grey, presente en todas las escenas, es el elemento que aporta ilación y confiere una cierta unidad a un relato pretendidamente confuso, fragmentado y disperso. Muestra los efectos del mal y sus amenazas, mientras demora la explicación de sus causas. Las dos fuerzas enfrentadas no entran en contracto directamente, sino sólo a través de sus servidores.

El film contiene representaciones iconográficas y emblemas de la muerte: hombre con la guadaña, río, campana, balsa, ángel de la posada, sombra del sepulturero, cuadro de la habitación de Grey, brebajes, calaveras, esqueletos, etc. Son escenas singulares el viaje de un ataúd contemplado desde el punto de vista del cadáver que transporta, el baile de sombras fantasmales en la fábrica abandonada, la pulsión del deseo que suscita Gisèle, la muerte de un malvado en el molino de harina, el secuestro de Léone, etc.

El estreno del film constituye un fracaso comercial que aleja a Dreyer de las cámaras durante 12 años. Hace el rodaje sin sonido para disponer de una gran movilidad de cámara. Posteriormente, en Berlín, añade unos breves diálogos. Los principales escenarios son la posada, el castillo, la fábrica en desuso, el molino de harina, el cementerio, el pantano, el río y la balsa. El guión se inspira en la obra “In a Glass Darkly”, del autor irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873), recopilación de relatos de misterio, entre los que se cuentan los titulados “Carmille” y “La taberna del dragón volador”. Se inspira además en Murnau, Poe y otros.

La música, de Wolfgang Zeller (“La Atlántida”, Pabst, 1932), ofrece una partitura orquestal, solemne, pausada, de notas alargadas y graves, que crea sensaciones de inquietud y temor. La fotografía, de Rudolph Maté (“La pasión de Juana de Arco”, Dreyer, 1928), se inspira en la estética expresionista alemana. Crea imágenes difuminadas, sobreimpresas e imprecisas, que refuerzan las sensaciones de irrealidad. Realiza un intenso trabajo de cámara, con espléndidos travellings. Compone un soberbio poema visual. (Miquel, FilmAffinity)

FA 8500

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