sábado, 11 de octubre de 2014

Trilogia: To livadi pou dakryzei (Theodoros Angelopoulos, 2004)

Eleni
1921. Tras la entrada del Ejército Rojo en Odessa, los refugiados griegos vuelven a su país. Ahí comienza la historia de amor entre Alexis y Eleni. Aunque se criaron juntos, su amor estorba al padre de él, que se siente muy solo tras la muerte de su esposa y desearía casarse con Eleni. Por eso, los dos jóvenes abandonan el pueblo, dirigiéndose a Salónica, aunque acabarán vagando por Grecia sin rumbo fijo y luchando para mantener intacto su amor...La película, primera parte de la trilogía que Angelopoulos está dedicando a la historia de Grecia a lo largo del siglo XX, sigue el recorrido de la pareja de enamorados, a través de la desolación imperante en los años treinta. Durante ese tiempo, Alexis aprovecha sus dotes naturales con el acordeón para ganarse la vida tocándolo. (FILMAFFINITY)

2004: Premios del Cine Europeo: Premio FIPRESCI de la crítica
2004: Festival de Berlín: Sección oficial de largometrajes

El concepto de "cine personal" se inventó para gente como Theo Angelopoulos. Nada de lo que se hace en cine hoy en día se parece a lo que él nos muestra. Habría que remontarse a un Dreyer, un Bresson o un Tarkovski para encontrar una manera perecida de enfrentar el hecho cinematográfico, de narrar, de visualizar, de valorar al público. Como ellos, realiza obras densas, complejas, contemplativas, ceremoniales; su cine entusiasma o repele al público como el de aquellos, resultando para algunos lento y aburrido, y para otros profundo e hipnótico. Trabaja con igual intensidad la composición de sus encuadres, la iluminación y el escenario, entre los que su cámara se mueve mirando reposada y profundamente los a menudo impactantes y hermosos, trágicos y conmovedores hechos que enfrenta. Sus planos secuencia meticulosamente planificados encuentran justificación no sólo en las interpretaciones que extrae de sus actores, sino sobre todo en los contrastes que nos asaltan en un mismo plano y en el ritmo hipnótico que consigue.

En esta línea de coherencia estilística y argumental se mueve su última obra. Acusado por algunos de inmovilismo, de autocomplacencia imitando su propio estilo, lo que me parece a mí más bien es que lo ha depurado, como ya hicieran otros como Woody Allen, Ingmar Bergman o los antes nombrados. Muchos de los grandes autores han hecho una sola película a lo largo de su carrera, y el griego no es una excepción. Y en su estilo visual se regodea para delectación de los que lo adoramos, rozando y a menudo cayendo en un esteticismo que encuentra en la poesía visual de su imaginería una plena justificación. Pero esta belleza no empaña la dureza ni el impacto emocional del relato. Al contrario que en las producciones de acción al uso, en las que la estética embellece la violencia y el sufrimiento trivializándolos, Angelopoulos consigue que el contrate resulte más impactante, impidiendo que para el espectador resulten indiferentes o se acostumbre a ellas. La profundidad de que dota y el respeto con el que trata a sus personajes —y con ellos al público—, no tiene parangón. Explora hasta el fondo de las historias, vivencias y experiencias de sus personajes, penetrando en sus conciencias y en sus actos con tal profundidad que acabas conociendo perfectamente cuales serán sus reacciones o sus puntos de vista sobre lo que quiera que se encuentren.

Y en este último trabajo el griego sublima muchos de estos aspectos, consiguiendo algunas de las imágenes más líricas de su carrera (entre lo poco que conozco, claro), y las emociones más puras e intensas. Quizá esa construcción de viaje iniciático psicológico y físico, tan característica suya, esté algo enmascarada por el recorrido histórico a través de la Grecia convulsa del periodo de entre guerras, pero la evolución de sus personajes no es muy distinta al Bruno Ganz de La eternidad y un día o al Harvey Keitel de La mirada de Ulises. Toma sin embargo las formas de la tragedia griega sometiendo a los inmaduros protagonistas, sobre todo a la mujer que da título a la película, Eleni (y con ella a los espectadores), a todos los sufrimientos a los que estaban —y desgraciadamente siguen estando hoy en día en la mayor parte del mundo exterior a nuestra burbuja— expuestas las mujeres.

Su tragedia comienza bastante antes que el rotundo inicio de la película, en el que un grupo de griegos huidos de la Rusia en guerra llega a Grecia pidiendo que les dejen instalarse en la orilla de un río junto al mar. El cabecilla del grupo ha adoptado como hija a una niña huérfana de nombre Eleni. Con el paso de los años la niña se enamorará de su hermanastro, pero al enviudar el padre este querrá desposar a Eleni, la cual huye con su amor perseguida implacablemente por el padre, el repudio de todos sus conocidos, y las desgracias de la historia. Su vida quedará marcada por la entrega en adopción de sus dos hijos, la partida del marido en busca de un futuro que no encuentran en su tierra, la 2ª guerra mundial que se lleva a la lucha a todos los hombres de su vida, la soledad y la locura. Tres brevísimas horas de descenso al abismo del corazón y la catarsis final con ese grito desgarrador que, medio año después de vista la película, aun resuena en mi interior como si hubieran sido mis propias cuerdas vocales las que vibraron con él.
Más que en otras de sus películas, Angelopoulos incide en el lado sentimental de la historia, pero es que hasta ahora ninguna de sus películas vistas por mí nos habían narrado una historia de amor. Pero tampoco es esto lo que más interesa a su director. Él utiliza personajes, paisajes, música y decorados como metáfora no sólo de una Grecia convulsa y dividida o de un tiempo complicado e insensible, sino de los sentimientos de sus personajes. Nunca luce el Sol en la Grecia de Angelopoulos. Niebla, lluvia, frío, oscuridad, un paisaje yermo y desierto, un manto de nubes en el cielo, como en el corazón de los protagonistas y del público. La música de EleniKaraindrou sólo es alegre en pequeños destellos, en algún baile o una fiesta celebrada entre unas ruinas, y siempre vuelve veloz a acongojar nuestros corazones.

La cinta, en palabras del propio director, es tan sólo la primera de una trilogía en que la protagonista nos paseará por la triste historia del siglo XX, con una segunda parte que saldrá de Grecia para hacer un recorrido por el tercio central del siglo ambientado en Rusia, Austria, Italia, llegando al final hasta la frontera Américo-canadiense. La tercera, sobre el final del siglo, transcurrirá íntegramente en Nueva York. Ni que decir tiene que ya estoy impaciente por gozar las dos siguientes partes, pues tras la visión de esta primera, para mí el acontecimiento cinematográfico del año pasado y una de las dos o tres mejores películas de lo que va de década, y conociendo lo poco que conozco de su director, no dudo que serán sublimes. (http://www.miradas.net/

FA 8495

No hay comentarios: