domingo, 27 de noviembre de 2011

René Clément - Gervaise (1955)


Basada en la novela de Émile Zola "L'Assomoir", narra los graves problemas de Gervaise, una joven del siglo XIX, cuyo marido es alcohólico y que al mismo tiempo hace todo lo posible por mantener unida a su familia.
“Gervaise está considerada como una de las mejores películas de René Clement y es, sin duda, una de sus obras más intensas e impactantes. El estilo casi neorrealista de Clément (similar al empleado en su anterior Jeux interdits, una obra más sentimentaloide) se adecua perfectamente a este poema oscuro sobre el sufrimiento humano que soporta la clase obrera, colocando así a la película bastante apartada de las adaptaciones contemporáneas de obras literarias… Con habilidad y autodisciplina consumadas, Clément logra impedir que la película acabe como un melodrama lloroso. En cambio, nos da una película que directamente se comunica con nuestros sentimientos humanos básicos provocando una respuesta emocional genuina, sin necesidad de sentimentalismo artificial. Para conseguir este propósito Clément hace uso de la música reponiendo en momentos de crisis música alegre (oída anteriormente en una escena feliz). Se invita así a la audiencia a compartir la breve lucecita de optimismo de Gervaise, de modo que, cuando luego llega el golpe, se comparte aún con más intensidad el dolor de la joven... La actuación de Maria Schell consigue que Gervaise no sea sólo un símbolo sino una persona de carne y hueso con la que la audiencia comparte emociones y obras. La actuación de François Périer (marido de Gervaise), cuya chocante figura de hombre hundido en el alcoholismo hace resaltar más aún la desesperación de Gervaise, colabora a hacer de esta película una pieza inolvidable del cine”. (Traducido y resumido de James Travers 2002, Films de France, por la incomparable Purita de Cultivadores de Culto)
Una de las deudas pendientes existentes en el seno de la crítica francesa –la emanada al amparo de la revista Cahiers du Cinema-, en torno a aquella salvaje demonización que ofreció de la generación de cineastas de posguerra que dominaba la cinematografía gala, es sin duda el maltrato que sufrió la figura de René Clément. El paso del tiempo ha permitido una reconsideración ante su obra, quizá centrada específicamente en la condición de merecido clásico lograda por PLEIN SOLEIL (A pleno sol, 1960). Sin embargo, y solo entre los títulos suyos que he alcanzado a ver, no me gustaría dejar de destacar el excelente y generalmente poco apreciado LES FELINS (Los felinos, 1964) o la merecidamente prestigiada JEUX INTERDITS (Juegos prohibidos, 1952). Ese aprecio hacia la figura de Clément, de alguna manera he podido ratificarlo al contemplar la posterior y realmente magnífica GERVAISE (1956), en la cual además se pueden apreciar numerosas de las virtudes que adornaron su andadura como realizador.
Adaptación del relato de Émile Zola L’Assomoir, transformado en forma de guión por el especialista Jean Aurenche, GERVAISE centra su mirada en la andadura vital sobrellevada desde su juventud por la joven protagonista de la historia –una espléndida María Schell, galardonada con el premio a la mejor interpretación femenina del Festival de Cannes- en un barrio humilde del norte de París a finales del siglo XIX. (...)
Como absoluta traslación del universo cruel, despiadado, y casi sin margen a la esperanza, emanado por Zola, Clément apuesta desde el primer momento por una ambientación y dirección artística absolutamente deslumbrante. Admirable reconstrucción de un París de fin de siglo, adueñado por las penurias y el desamparo, que adquiere un protagonismo y una vigencia tal en el relato, que casi se pueden “respirar” los olores fétidos, las alcantarillas o las atmósferas recargadas de las tabernas. Un trabajo realmente asombroso por su fidelidad –y no por el lucimiento del departamento de escenografía y vestuario-, que proporcionan a la ficción un alcance de veracidad que en algunos momentos llega a incomodar. En este sentido, su desarrollo dramático no evita la existencia de algunos tours de force absolutamente magníficos –la pelea inicial entre Gervaise y la hermana de la amante de Lantier, en la que se contempla el primer desnudo de trasero femenino del cine francés; el estallido de furia final de Henri, destrozando la lavandería, y culminado con un plano de grúa exterior de enorme dramatismo; los momentos finales de la pequeña hija de Gervaise, en la que se pondrá a prueba la destreza de Clément dirigiendo a jóvenes intérpretes-, pero en líneas generales el relato –que va punteado por la esporádica narración en off de la protagonista-, opta por una mirada que deja de lado los instantes en teoría más proclives al dramatismo más exacerbado. Es más que probable que el realizador galo intuyera que ya de por sí el contexto mostrado ofrecía con justeza ese elemento sombrío y degradante, paseando su cámara en interiores por momentos asfixiantes, viviendas presididas por paredes mugrientas, y en un entorno humano en donde poco bueno puede emerger de seres embrutecidos y alienados por el trabajo o el alcohol. Dentro de ese ámbito casi sin esperanza, solo sobresaldrán de la misma el hijo mayor de Gervaise –Etienne- y la figura del siempre prudente Goujet. (...)
GERVAISE es un título notable, revelador del interés que podía ofrecer ese cine francés generalizado con interesada injusticia como “académico” –otro tanto cabría decir de la misma calificación que recibían sus colegas británicos-, y de la que quizá tan solo se podría oponer una cierta tendencia a dilatar innecesariamente algunas de sus secuencias. Escasa oposición para un film que aúna densidad, veracidad, un preciso dibujo de caracteres, y unos perfiles no demasiado frecuentados en la pantalla, al que cabe unir la brillante aportación de Robert Juillard como operador de fotografía, y George Auric como compositor de su banda sonora. (Cinema de Perra Gorda)
FA 4992

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