domingo, 5 de junio de 2011

Alfred Hitchcock - Sabotage (1936)


El incendio provocado en una fábrica de armamento, supuestamente por una organización nazi, hace parecer accidentalmente a Barry Kane (Robert Cummings), un inocente trabajador como culpable del atentado. El joven, acosado por la policía, emprende un largo viaje a través del país norteamericano, tratando de desenmascarar a los verdaderos saboteadores.
En el transcurso del mismo, coincidirá con Pat Martin (Priscilla Lane), en principio reticente, pero con la que acaba unido sentimentalmente después de compartir noventa minutos de incidencias y de la experiencia que supone la convivencia con los numerosos y diversos personajes del iniciático viaje.

Como se puede apreciar, resumiendo la sinopsis, podríamos estar hablando de “Treinta y nueve escalones” en versión americana, o más tarde de “Con la muerte en los talones” en versión más sofisticada.
Incide pues Hitchcock repetidamente, en la angustia del inocente injustamente perseguido, y su urgente necesidad de demostrar el error por sí mismo, subrayando constantemente el aspecto de desamparo institucional y de soledad del protagonista, aunque se encuentre inmerso entre la anónima muchedumbre.

Otro aspecto que no hay que olvidar, es que esta película fue rodada en 1942. Los Estados Unidos, acababan de entrar en el conflicto mundial, y el cine de Hollywood iba a servir de excelente propaganda para la causa.
Es por esta razón, quizás, por la que Hitchcock incluye algunos apuntes “patrioteros”, de los que, en circunstancias normales, el director inglés ha huido siempre deliberadamente.

En cuanto al desarrollo del filme, aunque recupera el ritmo abandonado en sus filmes “psicológicos”, en ciertos momentos la película puede resultar algo monótona.
Las explicaciones (o excusas) del director a estos reproches, repercutirán directamente en la responsabilidad el productor. En base a un bajo presupuesto, le fueron impuestos unos protagonistas poco convincentes para Hitchcock. Además, las restricciones económicas impidieron una revisión y depuración cualificada del guión; y hasta tuvo que sufrir una precaria disposición de los medios adecuados para el rodaje. Pero, habrá que suponer, que era tiempo de guerra.

Quedarán, no obstante, escenas como las del expresionista sabotaje, el angustioso aislamiento de la pareja dentro de un concurrido baile público, o la metafórica secuencia del saboteador en lo alto de la Estatua de la Libertad.
Detalles que nos hablan de la calidad cinematográfica de Hitchcock, pero también de la premura impuesta por la industria; premuras y prisas incompatibles con un meticuloso trabajo, a lo largo de tan extensa producción.

FA 4123

Angel Lapresta

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