Un obrero discute con su capataz porque en unas tareas trabaja despacio y en otras con excesiva rapidez. Está casado con una mujer fea y mandona a la que oculta el dinero del jornal.
Sintiéndose cansado tras concluir la realización de Vacaciones (The Idle Class 1921), Charles Chaplin decide tomarse un descanso y se anima a emprender un viaje a Europa. Las experiencias del viaje son referidas por el cómico en el libro My Trip Abroad, que se publica poco después. De regreso a su país, Chaplin va a rodar para la First National el film Pay Day, ya que a pesar de contar con una compañía propia, la United Artists -la empresa que fundara en 1919 junto a sus colegas Douglas Fairbanks, Mary Pickford y David W. Griffith-, a Chaplin le quedan por rodar todavía dos películas más, hasta acabar el contrato con su actual productora. La película nos muestra la vida de un obrero de la construcción durante 24 horas. Para su exposición, Chaplin no sólo va a utilizar enormes dosis de humor, sino también una fuerte carga de ironía y amargura. Observemos su enfoque: el vagabundo Charlot, ha encontrado trabajo como peón. Felizmente casado con una malhumorada mujer, Charlot busca refugio en la taberna y los amigotes, con los que consigue olvidar la monotonía que supone su vida. La alegría artificial provocada por el alcohol, y su posterior resaca, dan paso al comienzo de una nueva jornada laboral, al no fructificar los intentos de Charlot por descansar. Frente a la vida errante del vagabundo, mostrado por Chaplin en su obra previa, el mundo de Charlot se ha reducido aquí considerablemente. Consiste únicamente en el proceso cíclico que constituye su itinerario: trabajocasa- taberna-casa-trabajo. No obstante, incapaz de defraudar a sus incondicionales, Chaplin no se olvida de endulzar este mensaje tan poco halagüeño, y nos demuestra además, con el despliegue de los espléndidos y abundantes gags que pueblan la cinta, que mantiene su genio humorístico intacto. La película se estrena el 2 de abril de 1922 y el público responde ante ella con entusiasmo. La crítica de la revista Photoplay recoge el significativo hecho de que el film hace reír a los acomodadores ¡incluso una semana después de su estreno!(Texto de Luis Enrique Ruiz, Tomado de Obras Maestras del Cine Mudo)
(...) Día de paga es una obra perfecta en todos sus puntos, estudiada sin que el estudio sea jamás visible, atestada de hallazgos que van desde lo burlesco a lo poético y que suelen unir ambas cosas: "Esa comicidad de superior esencia está muy próxima a lo que hoy llamamos poesía", escribía Philippe Soupault a propósito de Chaplin. En Pay Day podemos comprobar la verdad de esta afirmación. La mayoría de sus "gags", en especial los del montacargas, crean una especie de rítmico proceso al cual está sometido el mismo azar. Esta complicidad del azar había sido utilizada ya por Chaplin como elemento cómico. Volvió a servirse de ella en Luces en la ciudad. Y en cualquier ocasión, supo siempre sacar maravilloso efecto de las concordancias de lo imprevisto con las intenciones de Charlot. Otros hallazgos -como el de aquella escena en que Charlot entra, borracho, en la tienda de un salchichero ambulante, creyendo tomar el último tranvía- han brotado de una observación constantemente atenta, y descubren un aspecto satírico, lleno de sabor. Se le observa en el cuarteto nocturno de los borrachos y en el regreso de Charlot a casa. Tendríamos que citarlo todo en una película como ésta, en la que no aparece el más mínimo defecto. El decorado, reducido al mínimo - un andamiaje, una ventana, un rincón de la calle-, es atinado, tan sugestivo como quepa serlo y crea el ambiente desde un principio. En este sentido las escenas nocturnas bajo la lluvia son notabilísimas. "Pugna de la gracia y de la fuerza", dice con sagacidad O. J. Perder [Le Disque vert ]. Charlot llega retrasado a la obra y cree apaciguar la cólera de su capataz ofreciéndole graciosamente un nardo. Este desconcertante candor es admirable. Y, por fin, un fantástico fragmento juglaresco, el de Charlot atrapando con maestría los ladrillos que dos camaradas le lanzan a la vez. Este juego de destreza, rodado por una cámara que funciona al revés, tiene la belleza de un paso de baile. Día de paga es un ejemplo típico de la segunda manera de Chaplin, que apareció en ciertas películas de la Mutual, y que ahora halla aquí su perfección, si consideramos que El peregrino forma parte ya de su tercera época. En Día de paga vemos al genio espontáneo de Chaplin. Todavía no ha surgido la amarga filosofía de El circo, pero tampoco existe ya aquel desencadenamiento burlesco de la Keystone. El poeta, desligado de las incertidumbres formales, no ha tenido tiempo aún de reflexionar sobre su obra: su arte es libre (...) (Extracto de la monografía de Pierre Leprohon: Charles Chaplin, Rialp, 1961)
FA 4145
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