Bien podría ser un largo video de música depresiva, o una serie de propagandas para alguna exótica marca de cigarrillos importados, o de motos Yamaha. En lugar de cualquiera de esas opciones, Vincent Gallo decidió llamarla película y presentarla valientemente en Cannes. Era de noche cuando entramos al teatro y recuerdo que la película llevaba apenas una hora cuando la gente empezó a dejar el cine enfadada. Al final sólo nos quedamos los cuatro o cinco que estabamos tan ofendidos como para considerar una prioridad chiflar al cierre. Se quedó Gallo, también, pero en una esquina, no decía nada, no nos miraba siquiera. En algún momento se levantó, y cuando todos creimos que nos iba a decir algo, dejó el teatro por una puerta lateral y nosotros seguimos chiflando y aullando ofendidisimos. Cuando nos cansamos, salimos a caminar por la ciudad y nos detuvimos en un café. Estabamos sentados conversando y Gallo llegó y se sentó en la mesa del frente, nos miraba altivo con esa cara extraña que yo siempre confundo con la de Vincent Cassel. No dijo nada, no hizo nada, se tomó un café y se fue. Le dijo algo al mesero y al poco rato nos trajeron tres buenas botellas de vino, de parte de Gallo, de las que dimos buena cuenta acompañadas de una excelente orden de quesos que sugirió Tyler.
Vincent Gallo ha sido muchas cosas, pero por encima de todo es un tipo raro. Yo lo conocí porque Liliana me forzó a verme Buffalo'66 (Le va a encantar, Javier, LE-VA-A-EN-CAN-TAR), la vi y me gustó muchisimo. Me gustó por la historia, me gustó por Christina Ricci, me gustó por el personaje de Gallo, me gustó por el juego que propone la película, me gustó por la música...(She brings the sunshine to a rainy afternoon. // She puts the sweetness in, stirs it with a spoon. // She watches for my moods, never brings me down; // She puts the sweetness in, all around. // She knows just what to say to make me feel so good inside. // And when I'm all alone I feel I don't want to hide, hide, hide.)
... Quizás por eso, o quizás porque de todas maneras siempre lo hago, luego de verla inicié una busqueda exhaustiva de datos sobre Gallo. Luego de leer lo suficiente, concluí que lo añadiría a mi lista de poetas malditos contemporaneos favoritos y, para no olvidar mi desición, saqué la lista de mi archivo y procedí. Quedó de número diecisiete. Buen número, pensé, y guardé la lista.
No es sorpresa, pues, que luego de haber presenciado el fiasco en Cannes de primera mano, de todas maneras haya accedido a ver la versión recortada de The Brown Bunny, el producto de una concienzuda reedición de Gallo tras el resultado de su lanzamiento. La vi ayer con Jana y Ayhan. Fuimos al viejo teatro de siempre, me senté en mi hilera favorita, me aseguré que los parlantes laterales estuvieran donde deben estar y miré la pantalla para forzar telepáticamente el inicio de la película. Bastaron un par de minutos de fuerza mental continua para convencer a quien quiera que esté a cargo del proyector de que era hora de encenderlo. Se apagaron las luces, limpié mis gafas para poder verla con nuevos ojos y me puse en disposición de Gallo de nuevo. ¡Sorpréndame!, musité para mis adentros, y luego guardé silencio y me dejé sorprender.
Gallo es Bud, Bud es Gallo. Gallo hizo motociclismo un rato, Bud es un motociclista. Bud también es una especie de muerto viviente, o un fantasma, o un vaquero, o un hombre hecho de vapor, un rastro apenas, un espejismo. Bud mira hacia el suelo con esos ojos desorbitados y azules que comparte con Gallo y guarda su motocicleta en el compartimento trasero de su camioneta de Los Magnificos. Una travesía se inicia, va hacia Los Angeles, se detiene en cualquier parte, se encuentra con otros fantasmas, con mujeres con nombre de flores. Habla sobre Daisy. ¿Dónde está Daisy? (No sé) ¿Qué sucedió con Daisy? (No sé). Largas tomas siguen a Bud en su viaje, largas tomas a traves del parabrisas repleto de insectos aplastados, largas tomas recorriendo el pais de este a oeste. Es un largo y triste viaje, es doloroso ver el rostro de Bud eternamente compungido, derrotado, y no saber siquiera cual es la razón de su tormento. Eventualmente llegará a Los Ángeles, eventualmente se reencontrará con Daisy. Todos más o menos al mismo tiempo descubriremos qué sucedió entre los dos. Todos descubriremos la razón de la tristeza, pero para ese entonces, la tristeza será lo de menos. Me recordó The eternal sunshine of the spotless mind. En algún nivel, The Brown Bunny puede ser visto como un poema visual y oscuro sobre la soledad, la frustración y el olvido.
Es una película gráfica (muy gráfica) con una cámara inestable y vieja. La imagen es sucia, pierde el foco, lo recupera, tiembla. Todo eso es a propósito, quieren transmitirnos una cierta sensación de desasosiego, quieren también hacernos sentir que vemos algo que realmente sucede, quieren que creamos que Bud es Gallo y que Gallo es Bud. Como somos idiotas, caemos. Es una película silenciosa, hay pocos dialogos y la mayoría son incompletos, inconexos, inconsistentes... todo parece un sueño pero es demasiado real, demasiado doloroso, es de esos sueños que despiertan al más valiente, pero nadie se despierta. Al final, casi sin justificación, una escena de sexo fuertísima aumenta la sensación pesadillesca, pero en ese momento es uno el que quisiera no haberse quedado dormido y estar soñando semejante película.
Cuando se va a negro y aparecen los créditos y nos recuerdan que Gallo la escribió, dirigió y produjo, nos reimos y Ayhan dice que eso es lo que pasa cuando uno mete muchas drogas cuando joven. Nos reimos pero es una risa ahogada, películas de esas no lo dejan a uno reirse bien por un rato porque lo hacen sentirse sádico y hasta un poco sucio, testigo y cómplice de un crimen atroz. Algunos dicen que es narcisista, otros que es pretenciosa, otros que es ofensiva, otros la aplauden por su genial rebeldía, a todos les doy un poco de razón y a todos los contradigo, me cuesta tomar parte. Veala por las imágenes, veala como quien ve una instalación de una hora y media, veala si le gusta Gallo y tolera el cine extremadamente independiente. De lo contrario no la vea, perderá su tiempo.
Javier Moreno
FA 4087
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