martes, 7 de junio de 2011

Werner Herzog - The land of silence and darkness (1971)

“Cuando sueltas mi mano es como si estuvieras a kilómetros de distancia”.

Ésta es una de las frases con la que Fini Straubinger intenta describir su condición de sorda y ciega. Condición que la mantiene prácticamente aislada de lo que la rodea, en tanto los dos sentidos más importantes, que entregan al ser humano cerca del 90 por ciento de la información sobre su entorno, los tiene severamente dañados. Si no fuera por un lenguaje especial que se transmite con golpes y roces en la palma de la mano, Fini estaría además incomunicada. Fini, como tantos otros sordos ciegos siente el mundo con su tacto, su olfato y el gusto. Nada más.

Esta mujer alemana era una niña normal hasta que un día, tras caerse por la escalera de su casa, comenzó paulatinamente a perder la visión y la audición. A los veinte años se encontraba postrada en una cama intentando entender el mundo desde su oscura y silenciosa condición. Con el tiempo aprendió a comunicarse con un lenguaje tactisensible y decidió dedicarse a conocer y ayudar a otra gente como ella. El recorrido de Fini por diferentes centros, fundaciones y grupos de acogida y socialización de sordos ciegos, constituye la trama escencial del documental The land of silence and darkness del cineasta alemán Werner Herzog.

Hace un año casi exacto en Macul, un amigo me dijo que si él fuera cineasta filmaría cosas como por ejemplo “un juicio sintético a priori”, sólo que no sabía cómo hacerlo, tal vez por eso nunca se dedicó al cine. Nos invitó a mí y otro compañero a que pensáramos en el asunto. No vamos a decir que me quitó el sueño, pero digamos que a veces pensaba en el acertijo icónico planteado por este estimado. Creo que lo más cercano a esa imagen filosófica, que va más en contra de los planteamientos de Kant que a favor de su teoría del conocimiento, es la de un niño sordo y ciego de nacimiento duchándose en una piscina pública, emitiendo sonidos ilegibles para nosotros, que tal vez intenten expresar cómo se sienten las gotas de agua tibia en el cuerpo sin saber siquiera lo que es una gota. Ayudado por su padre el niño se dirige a la piscina y no sin miedo ingresa al agua y nada en medio de espasmos, comenzamos a escuchar una dramática canción y luego Herzog abre el plano para que veamos a Fini a orillas de la piscina “mirando” la escena (mirando está entre comillas porque, en tanto ciega y sorda es incapaz de ver lo que está sucediendo).

Herzog en busca de los límites de lo humano encuentra un joven ruso de 28 años sordo y ciego que jamás ha recibido ningún tipo de entrenamiento o culturización, el resultado es tan atractivo para el viejo Werner, que considera necesario filmar un plano fijo de cerca de 10 minutos del joven jugando con una pelota. Algo así como un Kasper Hauser no vidente y no oyente. Como todas las películas de este alemán La tierra del silencio y la oscuridad roza el morbo y la crueldad. Sin embargo algún tono de poesía, y el convencimiento de que las películas se hacen y se cuentan en imágenes, lo salvan de caer en el reportaje sensacionalista, del que por el contrario se distancia. La película nos invita a hacer el esfuerzo por imaginarnos la sensación de una persona que no ve ni escucha, y hace aparecer preguntas cómo: ¿Donde está esa persona? ¿Qué siente? ¿Distingue un lugar de otro? ¿Una persona de otra? Y peor aún si es sordo ciego de nacimiento: ¿Sabrá lo que es el amor? ¿Sabrá lo que es bueno y lo que es malo? Pero sobre todo: ¿sabrá que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos? ¿Ah?

FA 4164

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