Julia Roberts (Mujer bonita, La boda de mi mejor amigo), Julia Stiles (10 Cosas que odio de ti, Identidad desconocida), Maggie Gyllenhall (La secretaria) y Kirsten Dunst (El hombre araña, Las vírgenes suicidas). ¿Era posible hacer una mala película con todas estas bellas y notables actrices? La verdad, sí. Mike Newell no pudo llevar a buen puerto este proyecto, a pesar de contar también con buenos antecedentes, como Cuatro bodas y un funeral y Brasco.
La sonrisa de Mona Lisa cuenta la historia de una profesora de Arte recién recibida (Roberts), a la que parece que le encantan las misiones imposibles, ya que consigue empleo en la universidad más conservadora de Estados Unidos en los ‘50, lo que es decir mucho. Ni bien empieza el film, una voz en off –que es la de Dunst– se encarga de aclarar que esta profe es una bohemia de aquellas, feminista como pocas y decidida a cambiar las cosas, a hacer la diferencia. ¿Lo logrará? ¡Vaya misterio!
De ahí en más La sonrisa de Mona Lisa no esquivará un solo lugar común. El rechazo inicial de las alumnas sabelotodo, que se saben el programa de memoria y no tienen reparo en humillar a la inexperta profesora; la furia revanchista de la profe, que empezará a desarrollar a tal efecto temas fuera de programa; su amistad con la alumna-fiestera; el enfrentamiento con la alumna-arpía (que más tempreano que tarde volverá sobre sus pasos, no se alarmen); los consejos a la chica que se va a casar para convertirse en ama de casa… dejando de lado una posible carrera de jurisconsulta. Y muchos otros etcétera de la misma calaña.
Sí: una especie de La sociedad de los poetas muertos, en versión femenina, ambientada en los ‘50, con lindos trajes y buena música. Pero lo irritante no es la relación marcada con ese film que en 1989 protagonizara Robin Williams, sino la ausencia absoluta de los rasgos de tantas películas y teleseries que retrataron la relación profesor-alumno con honestidad. Dos ejemplos, entre muchos: Un detective en el Kinder, la graciosa y emocionante comedia de Ivan Reitman acerca de un policía obligado a infiltrarse en un jardín de infantes como maestro, y Boston Public, la impactante serie creada por David Kelley sobre las dificultades que enfrentan los profesores de un típico colegio de la zona urbana de Boston. En una y otra queda en claro que el que da no es sólo el profesor, sino también el alumno; que se trata de una relación recíproca. Que los alumnos distan de ser receptores pasivos a los que un adulto –como Roberts acá– se encarga de revelar las maravillas del mundo, y que además son seres capaces de demostrar una atención y una capacidad de afecto inigualables. Las dos partes salen ganando en este esquema… que está en las antípodas del que rige a La sonrisa de Mona Lisa.
Será que Newell no vio nunca estas creaciones. Debían ser productos muy poco prestigiosos para merecer su atención. Pero tendría que aguzar la mirada. Está por comenzar a filmar Harry Potter y el cáliz de fuego, basado en un libro que explora, entre otras cosas, la relación de amor y odio entre alumnos y maestros.
Rodrigo Seijas
FA 4064
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