El ser humano no es un pájaro
Entrelaza tres historias que ocurren en una ciudad metalúrgica del sudeste de Serbia: la de un hipnotizador, la de un trabajador acusado de homicidio, y la de un ingeniero maduro que debe dirigir el montaje de unas máquinas y vive una breve historia de amor con la joven peluquera Rajka.
Hipnosis totalitaria
Por su sutileza en la crítica del totalitarismo, por su virtuosismo en el manejo de la técnica y por el gran nivel de las actuaciones - entre ellas una excelente, como siempre, y bella Milena Dravic, muy joven - estamos ante una de las mejores películas producidas en el bloque de este. Por más señas hay que tener en cuenta la fecha en que fue producida, casi paralelamente a otras joyas de época como "O slavnosti a hostech" (1966) de Jan Nemec, prohibida en Checoslovaquia hasta la Revolución de Terciopelo. Sin embargo por entonces se daban reflexiones similares en torno a los límites de la libertad del individuo y el modo en que los Estados coartan ésta y, en última instancia, definen al hombre; así ocurría en Italia y Francia, buena muestra de ello sería la colección de cortometrajes "Amor y rabia" (1969), donde participaron Godard, Bertolucci o Pasolini, entre otros. Y lo interesante de trabajos como éste es que mientras en Europa occidental cientos de intelectuales seguían mostrando su adhesión a los ideales marxista-leninistas, trotskistas y maoistas Makavejev y otros como él se afanaban en el bloque del este por mostrar las graves deficiencias del socialismo real.
Nuevas y grandes transformaciones se abrían paso por entonces en Yugoslavia: Belgrado profundizaba en la autogestión de las empresas, algo característico de la Yugoslavia de Tito, de modo que dejaba un alto grado de responsabilidad en manos de éstas; además se dio entrada al comercio internacional según criterios del mercado. El propio film nos recuerda que por entonces el hombre llegaba a la luna, o al menos sus artefactos. Grandes progresos para la historia de la humanidad, sin lugar a dudas, pero como recuerda Makavejev la superstición seguía perviviendo entre los hombres, es decir, el avance moral e intelectual de la humanidad quedaba muy por detrás del de la ciencia y la técnica, lo cual ha tenido y tiene enormes consecuencias.
Desde el primer momento nos encontramos con ese estilo tan propio de Makavejev basado en el "collage" de estilos cinematográficos, desde el puramente documental hasta el propio de una película, pasando por la combinación de elementos del cine mudo (como podemos ver en parte de la banda sonora) donde experimenta con el componente más dramático del cine: la unión entre música y movimiento. Todo ello para llevar a cabo lo que el consideraría la alegoría de la Yugoslavia socialista, como voy a tratar de explicar.
En primer lugar vemos la clara separación entre técnicos y obreros: la sociedad sin clases muestra aquí su primera falla, la del trabajo intelectual frente al trabajo manual. Si por un lado tenemos a Jan, uno de los mejores ingenieros de Yugoslavia, por el otro tenemos a Barbulovic, representación del trabajador modélico para esos jóvenes que acuden al complejo industrial de Bor en un viaje escolar. Sin embargo éste rompe constantemente la dinámica del film, que no es otra que mostrarnos la, en un principio, ideal historia de amor entre Jan y Rajka reflejando el lado más oscuro de la degradación del hombre: alcoholismo, violencia de género, infidelidad, condiciones de trabajo insalubres, etc. Todo lo contrario al obrero modélico sostén y vanguardia de la sociedad socialista reflejado en la cartelería y los monumentos comunistas; un ser humano alienado que muestra su potencial subversivo de un modo ridículo, incapaz de vislumbrar y reaccionar ante lo que verdaderamente le oprime y le impide ser libre. No podemos hacernos idea del shock que pudo llegar a suponer la aparición de prototipos como el de Barbulovic en el cine de la época en sociedades fuertemente condicionadas por los estereotipos propagandísticos y educacionales. Junto a todo ello aparece una pionera preocupación por la contaminación generada como producto de los acelerados procesos de industrialización llevados a cabo en los países de Europa del este a la llegada del socialismo real, en este caso Yugoslavia. Las consecuencias de políticas de desarrollo a menudo irresponsables se sigen dejando notar hoy de forma muy visible en muchas regiones.
Pero más allá de eso lo que Makavejev trata de hacer es explorar los límites de la libertad humana, mostrándonos como la ideología y el amor se convierten en dos formas de hipnosis que impiden al ser humano percibir la realidad pero no lo inhabilitan para "llevar a cabo las órdenes más complejas, incluída matar". El director tuvo que sentir un dolor punzante en lo más profundo de su ser al ver en los años 90 hasta qué punto tenía razón.
La conclusión es que "el ser humano no es un pájaro" porque hay múltiples cadenas que le impiden volar: las relaciones sociales, las supersticiones, la religión, la ideología o el amor, tal y como apuntábamos antes. Menos aún podría serlo en un lugar como Bor del cual debieron huír hasta los mismos pájaros. De hecho es verdaderamente trágica la representación ofrecida por el hipnotista hacia el ecuador del film, cuando los propios obreros, entretenidos con sus chanzas, se ríen ante lo que no es más que la muestra de su propio drama colectivo. No es casualidad que la película finalice con la interpretación de la Novena Sinfonía de Beethoven, obra que en su día se caracterizó por tratar de romper con lo políticamente correcto y la razón en su sentido más estricto dando paso a la libertad y el sentimiento... pero los obreros que escuchan esa música tocada en su honor son incapaces de escuchar.Davilochi
Por su sutileza en la crítica del totalitarismo, por su virtuosismo en el manejo de la técnica y por el gran nivel de las actuaciones - entre ellas una excelente, como siempre, y bella Milena Dravic, muy joven - estamos ante una de las mejores películas producidas en el bloque de este. Por más señas hay que tener en cuenta la fecha en que fue producida, casi paralelamente a otras joyas de época como "O slavnosti a hostech" (1966) de Jan Nemec, prohibida en Checoslovaquia hasta la Revolución de Terciopelo. Sin embargo por entonces se daban reflexiones similares en torno a los límites de la libertad del individuo y el modo en que los Estados coartan ésta y, en última instancia, definen al hombre; así ocurría en Italia y Francia, buena muestra de ello sería la colección de cortometrajes "Amor y rabia" (1969), donde participaron Godard, Bertolucci o Pasolini, entre otros. Y lo interesante de trabajos como éste es que mientras en Europa occidental cientos de intelectuales seguían mostrando su adhesión a los ideales marxista-leninistas, trotskistas y maoistas Makavejev y otros como él se afanaban en el bloque del este por mostrar las graves deficiencias del socialismo real.
Nuevas y grandes transformaciones se abrían paso por entonces en Yugoslavia: Belgrado profundizaba en la autogestión de las empresas, algo característico de la Yugoslavia de Tito, de modo que dejaba un alto grado de responsabilidad en manos de éstas; además se dio entrada al comercio internacional según criterios del mercado. El propio film nos recuerda que por entonces el hombre llegaba a la luna, o al menos sus artefactos. Grandes progresos para la historia de la humanidad, sin lugar a dudas, pero como recuerda Makavejev la superstición seguía perviviendo entre los hombres, es decir, el avance moral e intelectual de la humanidad quedaba muy por detrás del de la ciencia y la técnica, lo cual ha tenido y tiene enormes consecuencias.
Desde el primer momento nos encontramos con ese estilo tan propio de Makavejev basado en el "collage" de estilos cinematográficos, desde el puramente documental hasta el propio de una película, pasando por la combinación de elementos del cine mudo (como podemos ver en parte de la banda sonora) donde experimenta con el componente más dramático del cine: la unión entre música y movimiento. Todo ello para llevar a cabo lo que el consideraría la alegoría de la Yugoslavia socialista, como voy a tratar de explicar.
En primer lugar vemos la clara separación entre técnicos y obreros: la sociedad sin clases muestra aquí su primera falla, la del trabajo intelectual frente al trabajo manual. Si por un lado tenemos a Jan, uno de los mejores ingenieros de Yugoslavia, por el otro tenemos a Barbulovic, representación del trabajador modélico para esos jóvenes que acuden al complejo industrial de Bor en un viaje escolar. Sin embargo éste rompe constantemente la dinámica del film, que no es otra que mostrarnos la, en un principio, ideal historia de amor entre Jan y Rajka reflejando el lado más oscuro de la degradación del hombre: alcoholismo, violencia de género, infidelidad, condiciones de trabajo insalubres, etc. Todo lo contrario al obrero modélico sostén y vanguardia de la sociedad socialista reflejado en la cartelería y los monumentos comunistas; un ser humano alienado que muestra su potencial subversivo de un modo ridículo, incapaz de vislumbrar y reaccionar ante lo que verdaderamente le oprime y le impide ser libre. No podemos hacernos idea del shock que pudo llegar a suponer la aparición de prototipos como el de Barbulovic en el cine de la época en sociedades fuertemente condicionadas por los estereotipos propagandísticos y educacionales. Junto a todo ello aparece una pionera preocupación por la contaminación generada como producto de los acelerados procesos de industrialización llevados a cabo en los países de Europa del este a la llegada del socialismo real, en este caso Yugoslavia. Las consecuencias de políticas de desarrollo a menudo irresponsables se sigen dejando notar hoy de forma muy visible en muchas regiones.
Pero más allá de eso lo que Makavejev trata de hacer es explorar los límites de la libertad humana, mostrándonos como la ideología y el amor se convierten en dos formas de hipnosis que impiden al ser humano percibir la realidad pero no lo inhabilitan para "llevar a cabo las órdenes más complejas, incluída matar". El director tuvo que sentir un dolor punzante en lo más profundo de su ser al ver en los años 90 hasta qué punto tenía razón.
La conclusión es que "el ser humano no es un pájaro" porque hay múltiples cadenas que le impiden volar: las relaciones sociales, las supersticiones, la religión, la ideología o el amor, tal y como apuntábamos antes. Menos aún podría serlo en un lugar como Bor del cual debieron huír hasta los mismos pájaros. De hecho es verdaderamente trágica la representación ofrecida por el hipnotista hacia el ecuador del film, cuando los propios obreros, entretenidos con sus chanzas, se ríen ante lo que no es más que la muestra de su propio drama colectivo. No es casualidad que la película finalice con la interpretación de la Novena Sinfonía de Beethoven, obra que en su día se caracterizó por tratar de romper con lo políticamente correcto y la razón en su sentido más estricto dando paso a la libertad y el sentimiento... pero los obreros que escuchan esa música tocada en su honor son incapaces de escuchar.Davilochi
FA 4119
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