"¿Esto era la muerte?" Frank Borzage
Smilin’ Through, tiene a John como protagonista, viejo y aún
triste por el recuerdo de su amada muerta hace 30 años. Un día le mandan a
cuidar a una nena, Kathleen, a la que se le han muerto sus padres, sobrina de
la amada Moonyean, la amada fallecida.
La filmografía de Frank Borzage (1894-1962) es un canto al
amor y sus poderes, tan cercanos a los de la imaginación liberada en los sueños
y a los del propio cine.Borzage no fue un artesano ocasionalmente inspirado,
sino uno de los grandes creadores del cine, con un número impresionante de
obras maestras. Cabe distinguir, tras un periodo de actor y de aprendizaje,
tres etapas básicas en su carrera. Desde 1925 a la extinción del cine mudo, cuyo
lenguaje siguió utilizando hasta 1929, y después solapadamente, tuvo éxito y
prestigio en la Fox ,
con libertad para elegir historias, actrices y técnicos. Entre 1930 y 1941,
Borzage siguió cosechando éxitos y pudo desarrollar con independencia una
febril actividad. Aunque más irregular, es su periodo de madurez, con sus
películas que más me entusiasman: Three Comrades (1938) y su complementaria The
Mortal Storm (1940); y la fantasmagoría irlandesa Smilin" Through (1941),
Disputed Passage (1939), The Shining Hour (1938), Man"s Castle (1933), o
su primer acercamiento a la crisis de Alemania tras la derrota en la Primera Guerra
Mundial, Little Man, What Now? (1934) y primera de las cuatro con Margaret
Sullavan; Green Light (1936) y Mannequin (1937), o su célebre adaptación de
Hemingway, A Farewell to Arms (1932); más History is Made at Night (1937) y
Living on Velvet (1934), o su Liliom (1930), adaptación de Molnar muy distinta
de la posterior de Fritz Lang. Entre multitud de intérpretes magníficos, los
más representativos son Joan Crawford, Loretta Young, Helen Hayes, Jeanette
MacDonald, Spencer Tracy, Robert Young, Robert Taylor, Gary Cooper, Charles
Boyer, Clark Gable, Errol Flynn y Marlene Dietrich en una comedia a caballo
entre Lubitsch y Sternberg, Desire (1936).En su etapa de supuesta decadencia,
desde la entrada en guerra de los EEUU hasta su última película, Borzage se
resignó a la marginación, pues sólo la pobreza y el anonimato le permitían
seguir dirigiendo, a veces con medios miserables, con actores desconocidos y
con largos periodos de paro entre una y otra, las películas que sentía el deber
y el deseo de hacer, entre las que no escasean maravillas ignoradas como
I"ve Always Loved You (1946), Till We Meet Again (1944), la paupérrima
Moonrise (1948), que prefigura La noche del cazador y enlaza con el primer
Nicholas Ray, la narrativamente original y deslumbrante superproducción
“bíblica” The Big Fisherman (1959) o China Doll (1958), melodrama
bélico-aeronático que está pidiendo un estudio comparativo con Himno de batalla
(1956), de Sirk.Borzage sentía lo que contaba, sin arredrarse ante el
previsible fracaso ni deponer su fe en la perdurabilidad del amor. Era de los
que piensan que el amor es maravilloso, aunque no todas las historias terminen
bien ni los enamorados sean siempre dignos de la pasión que despiertan. Lo
primero que llama la atención de una película de Borzage es la luminosidad que
parece emanar de los propios seres que las habitan. Imágenes y cámara tienen un
ritmo peculiar, pues palpitan como corazones, y los planos se suceden por
imantación, a despecho de razones espaciales o narrativas. Su dramaturgia brota
del sentimiento. Borzage se empeña en transmitir las sensaciones íntimas de los
dos. La anomalía histórica que suponía el cine de Borzage se hizo evidente con
la implantación del sonido, más inclinado al realismo. No sorprende que en los
años 20-30 Borzage fuera uno de los ídolos cinematográficos del surrealismo: su
obra es un monumento al amour fou. Que su radicalismo amoroso fuese posible en
el Hollywood de los años 10 a
50 tiene algo de milagroso. La hoguera duradera y tenaz en que se consumen sus
criaturas era para Borzage la más pura manifestación del deseo. Sus personajes
eran gente corriente y modesta; para Borzage, “almas humanas hechas grandes por
la adversidad”, como dice el célebre rótulo inicial de Street Angel. No creo
posible mayor romanticismo ni en los planteamientos ni en la realización. No
hay películas donde la pasión sea tan auténtica y poco subrayada, ni ha dado el
cine imágenes tan radiantes de dicha como las de Borzage, ni momentos de
tristeza tan punzante. (Texto de Miguel Marias, tomado de El Cultural)
FA 4359
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