domingo, 18 de septiembre de 2011

Johan van der Keuken - Beppie (1965) / To Sang Fotostudio (1997)


"El cine no es la vida," declaró Van der Keuken recientemente, "pero atañe a nuestra vida. Es una segunda vida." Estos cuatro films poéticos tempranos revelan los orígenes del estilo complejo, estratificado, de sus documentales siguientes. El subjetivo, lírico trabajo de cámara, las observaciones detalladas de la vida cotidiana y su sensibilidad para las realidades interiores, ubican a estos retratos entre los cortos más apreciados. Mientras que el tiempo, el movimiento y el encuadre son temas de toda la obra de Van der Keuken (volcada por igual a lo abstracto como a lo figurativo), estos relámpagos fragmentarios de otras vidas nos remiten más allá del cuadro, hacia la vida que continúa fuera del film.

Quienes estén familiarizados con los films de Van der Keuken, saben de su extraordinaria capacidad para observar con una cámara, para transfigurar lo cotidiano y revelar poco a poco la maravillosa complejidad de las vidas individuales. En este cautivante nuevo corto, Van der Keuken aborda la fotografía, en particular la extraordinaria figura de un inmigrante retratista de origen chino. Hombre de gran autoridad, To Sang hace posar a sus variados clientes, todos los cuales trabajan en la misma calle, con un sentido preciso de lo que constituye una buena fotografía. "Dirige" a sus clientes haciéndolos adoptar poses tradicionales con una hábil serie de gestos: una hija paquistaní se pone en el medio de sus padres que la visitan, un kurdo posa junto a sus padres, un viajante de comercio surinamés se sienta solo. Para Van der Keuken, estas fotografías son "imágenes soñadas", indicios de ilusiones y desempeños de roles, más que realidad. To Sang Fotostudio no se agota en una meditación reflexiva sobre el estatuto de la imagen, sino que es también un complejo retrato de un barrio diverso y abigarrado.



En los films de Johan van der Keuken no hay planos propiamente dichos, sino más bienfragmentos. No se trata aquí de partes de un todo por venir, ni tampoco -sobre todo- de las piezas de un rompecabezas. Son más bien fragmentos de cine, es decir, elementos que llevan en sí, consigo, sobre sí (he aquí la cuestión) rastros de una extracción de muestras de lo real, operación imaginaria cuyo resto enigmático constituirían. Hay algo quirúrgico en estos fragmentos, algo que no viene únicamente, en el caso de Van der Keuken, de su pasado de fotógrafo, sino también de su posición (de su postura, más bien) de cameraman, de hombre-cámara, o de cámara-hecha-hombre: el ojo aplicado al objetivo de una cámara demasiado pesada, el ojo que ve y al mismo tiempo elige, es decir, recorta, hace cortes netos, a la manera de un rayo láser. (...) Cuando decimos que el fragmento nos hace perder el todo, ese todo constituido por "todo el resto", hablamos indiferentemente del resto del mundo, del resto de las imágenes del mundo, del resto indefinido de todo lo que también habría podido venir a ocupar el mismo lugar. El fragmento es también, así, lo que el documentalista profesional debe evitar a toda costa, ya que su oficio tiene por misión hacernos olvidar hasta la idea misma de arbitrariedad en la elección de las imágenes. La paradoja de Johan van der Keuken, alguien que en la medida en que llegue a ser conocido será encapsulado infaliblemente en la categoría de "documentalista", es la de haber hecho films contra sí mismo, así como se nada contra la corriente, films contra aquella parte de sí mismo que se conforma con la belleza fácil de las imágenes. De su cine, Van der Keuken ha hecho una extraña máquina des-enmudeciente, des-estupefiante, una máquina de guerra contra el enigma del movimiento detenido, contra la fotografía. Pero lo hace, no denunciando la seducción engañosa de las imágenes, sino más bien por exceso. Y sólo pudo montar esta máquina suya esforzándose por volvernos testigos y cómplices de esta operación imaginaria (la muestra, el transplante) que convierte a la imagen en fragmento.
Serge Daney, La Maison Cinéma et le monde


FA 4382

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