UNA SOMBRA EN LA
SOMBRA
No satisfecho con una sola esposa, Lucifer atrae a cuatro
hermosas mujeres a sus manos diabólicas. Dichas mujeres tienen prohibido
participar en actividades sexuales con los hombres mortales. Fruto de dichas
relaciones, da lugar a varios hijos del diablo, que tendrán que heredar todo
los relacionado con su padre. (FILMAFFINITY)
atorce años atrás, cuatro jóvenes iniciadas en un culto
brujeril se entregaron en cuerpo y alma al mismísimo diablo a cambio de
conseguir riqueza, poder y conocimiento.
Los años han pasado y aquellas jóvenes son ahora mujeres maduras, bien situadas
económica y socialmente, que, al mismo tiempo que mantienen en secreto su
condición, siguen en contacto entre ellas y con el Coven brujeril al que
pertenecen. Pero, aunque la vida les ha sonreído y los términos del pacto se
han cumplido a la perfección, todas, de una forma u otra, son conscientes de
que al realizar aquellos impíos esponsales renunciaron a más cosas de las que
ganaron.
Una de ellas, Carla, incluso llegó a casarse y a intentar llevar una vida
normal y familiar; aunque la cosa salió mal porque, al convertirse en esposas
de Lucifer, a todas se les hizo imposible mantener relaciones normales con
cualquier hombre. Tras su separación, Carla se dedicó en cuerpo y alma a su
hija Daria, nacida nueve meses después de sus bodas satánicas y que, como la
hija de otra de sus compañeras, hasta ese momento ha sido una niña normal y
corriente.
Daria ya ha cumplido trece años y comienza a mostrarse hostil y distante, como
les pasa a todos los adolescentes. Pero lo que de verdad preocupa a su madre es
que, al mismo tiempo, está empezando a saber cosas que ella se ha cuidado mucho
de enseñarle. Hay ritos, ceremonias, que la chica realiza casi sin darse cuenta
y que sumen a Carla en la mayor de las inquietudes, hasta el punto de convocar
a sus compañeras y al resto del Coven para comentar el caso. Porque, como todas
ellas saben, las criaturas nacidas nueve meses después de aquellos esponsales
blasfemos participan de dos naturalezas: la humana de sus respectivas madres, y
la diabólica de su verdadero padre…
...
A despecho de lo que sus minutos iniciales puedan hacernos creer, y una vez
transcurridos éstos, Un Ombra Nell’Ombra es una película sobria, tirando a
elegante (lo juro!) y absolutamente comedida. Tan rara resulta en el panorama
italiano de la época que no aparece una sola gota de sangre, ni el más leve
punto giallesco; e incluso en el tema de los desnudos y el erotismo hay cierta
contención. Nada que ver con el Eurotrash de aquellos años y con el chorreo de
Exploitations con el que el terror europeo en general (e italiano en
particular) despidió los 70’s y expidió el certificado de defunción de su etapa
más gloriosa.
Lo primero que uno pensaría es que la peli de Carpi es, en el fondo, un exploit
más. En este caso construido a rebufo del éxito que tuvo La Profecía (The Omen,
Richard Donner 1976), una cinta que revitalizó el tema del satanismo
abordándolo con una visión y un lenguaje muy distintos a la archifamosa El
Exorcista (1973). Y algo hay, desde luego. Bastante, en realidad.
Efectivamente, como en la película de Donner, en Un Ombra Nell’Ombra se aborda
el tema del Anticristo, se evitan las truculencias visuales y los golpes de
efecto, se manejan elementos apocalípticos y se olvidan de posesiones y
escatologías (en la segunda acepción del término, según la RAE... Porque del
primero sí se ocupan las dos pelis).
Pero (y ahí estriba la principal virtud de la película de Pier Carpi) en la
italiana se ahonda más en el aspecto teológico-cosmogónico de la cosa,
manejando algo parecido a las teorías dualistas de los Gnósticos y Maniqueos e,
incluso, en algunos aspectos, la doctrina de los modernos adoradores del
diablo. Y, sobre todo, se refleja la cosa brujeril-matriarcal con una seriedad
que yo, al menos, no he visto en ninguna otra película de la época (tal vez en
Simon, King Of The Witches... Pero en ese caso los tiros iban por otro lado). Y
en esto sí que tuvo mucho que ver el propio Carpi. Según parece, el buen señor
era un estudioso del tema desde tiempo atrás, una auténtica autoridad en la
materia. Y se nota. Como guionista y director cuida escrupulosamente los
detalles, los instrumentos usados; las espadas rituales, la coartada
“ideológica” que explica el satanismo como una alternativa al cristianismo al
estilo de las teorías de Anton LaVey, los pequeños rituales casi domésticos, la
escenografía. Incluso la burrada pseudo-disco de los créditos iniciales sería
una plasmación disco-chochi y setentera de una determinada idea: Lo satánico
como mezcla rara de lo apolíneo y lo dionisíaco. Como exaltación de una belleza
que (a pesar de la torpeza insoportable de su plasmación en imágenes, o
precisamente por eso mismo) quiere resultar evidente.
Pero cuidado, porque Carpi no es un creyente. O, si lo es, juega a despistar.
Porque en la película, el demonio (representado por un tipo que parece un
modelo de anuncio de colonia masculina de finales de los 70’s o un hortera de
discoteca circa 1979, bufanda blanca incluida… Es para verlo también, mes
amis…) no es un buen tipo. No, desde luego.
Las brujas y la propia Daria se refieren a él en su italiano original como Il
Padrone (yo lo he traducido en los subs como Nuestro Dueño y Señor, para darle
más solemnidad y reverencia al título y, al mismo tiempo, acercarme más al
sentido que la palabra italiana tiene… Y que está relativamente lejos del
término español “patrón” con el que suele traducirse) y, a pesar de toda la
coartada ideológico-estética-religiosa es, en el fondo, un macarra chulesco,
tiránico y celoso como un moro de opereta. Por otro lado, las cuatro mujeres
que en su juventud se desposaron con él son conscientes de que perdieron más de
lo que ganaron con el trato… En ese sentido, la moraleja sigue siendo la misma
que en tiempos de Fausto. El que pacta con el diablo termina pagando las
consecuencias. Vamos… que si Carpi era, más que un estudioso, un auténtico
creyente, aquí no se nota. Y la película podrá ser de todo menos un instrumento
de proselitismo. No, mes amis. De eso aquí no hay nada…
No obstante la película sí tiene un cierto carácter de evangelio a la inversa.
Daria, la hija de Carlotta (interpretada por Lara Wendel, una actriz que se
inició muy jovencica en el Eurotrash y los films escandalosos, por cierto) es,
evidentemente, un avatar del Anticristo. Un trasunto invertido de Jesús de
Nazareth. Y aquí asistimos a su manifestación, a su toma de conciencia, a la
asunción de su verdadera naturaleza. Hay escenas y frases que, de alguna forma,
se corresponden con pasajes evangélicos (pero, insisto, “a la contra”) y que
resultan muy evidentes.
Bueh… Y un par de apuntes más para terminar. Pier Carpi, aparte de estudioso y
experto en el esoterismo brujeril y diabólico fue uno de los guionistas e
ideólogos durante los 60’s del cómic original Diabolik, que dio a su vez origen
a la maravillosa película homóloga de Mario Bava en 1967. Un ejemplo
pluscuamperfecto de fumetto y pop alla italiana. Amigo y admirador de los dos
protagonistas de esa peli, John Phillip Law y Marisa Mell, consiguió que
participasen en esta película en papeles secundarios pero muy agradecidos (la Mell es Agatha, una de las
brujas desposadas con Satán y algo así como la madre superiora del Coven
mientras John Phillip Law hace una breve aparición como cura católico que ha
perdido la fe). Fue una especie de autohomenaje curioso y un guiño al
aficionado al fantastique italiano más clásico.
Con el tiempo la película ha devenido un auténtico film de culto. De hecho, el
crítico Frank G. Rubio la reivindica con especial contundencia tanto en la
reseña que le dedica en el especial de Quatermass dedicado al cine de terror
italiano como en el capítulo que firma en el libro El Demonio En El Cine:
Máscara Y Espectáculo, coordinado por Antonio José Navarro y publicado por
Valdemar (libro que he citado varias veces y que considero no sólo recomendable
sino imprescindible para cualquier aficionado al Terror en general y al
diabolismo cinematográfico en particular). Yo encuentro muy acertados sus
comentarios y, casi parafraseándolo, os quiero advertir también de que a pesar
de su originalidad (que, insisto, la aleja de la mera exploit de La Profecía que a primera
vista podría parecer) y de su eficacia la peli no deja de ser una obra humilde,
realizada con escaso presupuesto y con altibajos tanto en la realización como
en el guión y (sobre todo) en las interpretaciones. En eso no se diferencia
demasiado de otras contemporáneas suyas, mes amis. Aunque, como he dicho,
sobresale mucho sobre ellas en punto a originalidad, sobriedad y elegancia
(insisto, pese a los espantosos créditos iniciales que hacen que esa afirmación
mía resulte casi irónica).
Como ya he dicho en esta peli no hay un solo toque giallesco. No hay sangre, no
hay crímenes, no hay sustos ni imágenes impactantes. Incluso el toque erótico,
omnipresente en el cine de género de la época, brilla por su ausencia. Hay
algunos desnudos, es cierto, incluido el ahora impensable de la jovencísima
Daria (y digo lo de impensable porque la chica era menor de edad) pero, salvo
la pantomima disco-chochi protagonizada por Carmen Russo al principio, carecen
por completo de connotaciones eróticas. Son fugaces (y escasamente visibles)
desnudos rituales. Serios, envarados, en absoluto estimulantes. Parte de ese
detallista cuidado por parte de Carpi (del que he hablado antes) en la
presentación de determinados aspectos, estéticas y elementos del diabolismo
brujeril.
FA 4622