domingo, 18 de marzo de 2012

JacquesTourneur - Canyon Passage (1946)


A Logan Stewart, propietario del más importante almacén de mercancías de la zona, no le es nada fácil vivir en Jacksonville. Además de las dos mujeres que se disputan su amor, existe, por un lado, el peligro al inminente ataque de los indios; y por otro, el temor a que uno de sus vecinos, a quien arruinó un negocio ilegal, lleve a cabo su amenaza de asesinarle.
El filme nos recibe con una imagen: montañas, mástiles de barcos, calles embarradas y unos tejados soportando una copiosa lluvia. Un cartel nos pone en situación: “Portland (Oregón), 1856”. Desde luego, un escenario poco convencional para plantear una película del Oeste. Mucho más si tenemos en cuenta que el director es un francés. ¿Puede que estemos ante uno de loswestern más atípicos de la Historia del Cine? Desde luego todo influye y nada sobra para que Tierra generosa fuese realizada tal y como nos ha llegado hasta nuestros días. Como bien dijo José María Latorre en su comentario sobre la película en Dirigido por… Nº 272 (Octubre de 1998): «De todos los trabajos de Jacques Tourneur que he tenido ocasión de ver, Canyon Passage es, junto con Appointment in Honduras (Cita en Honduras, 1953), aquel donde menos interesa lo que en él se cuenta […]. Bajo el tema se esconde otra mirada sobre el tiempo de la colonización del oeste del país, y lo que importa no es tanto el individuo como la comunidad». Un comentario certero que tiene en el contexto histórico de la producción de la película todo su sentido y su significado: acababa de terminar una penosa lucha de liberación contra el fascismo, una cruenta guerra que había segado la vida de millones de seres humanos por la consecución de un bien común. Y los Estados Unidos habían contribuido a ello de manera muy importante.
Las consecuencias de los actos del individuo sobre la comunidad se insertan, en este caso, en un año como 1856, en plena «fiebre del oro» y cuatro años antes del inicio de la Guerra Civil norteamericana.No hay duda que, como cualquier western que se precie, toda la película gira en torno a conceptos enfrentados, pues no sólo salta a la vista ese conflicto entre el individuo y su comunidad. También lo hay entre el nomadismo y el sedentarismo (en una época histórica en el que la conquista de nuevos territorios por descubrir estaba en contradicción con el asentamiento permanente de los colonos), entre la honradez y la avaricia (precisamente el personaje más individualista de la película se enriquece a base de robar y asesinar), entre lo arcaico y la modernidad (hasta Portland no llegan carreteras mientras ya se ha construido un puente sobre las cataratas del Niágara) o entre la visión romántica que se desprende de la cinta (de hecho, algunas postales parecen pasadas por el tamiz del propio C.D. Friedrich) y el evitado realismo de una época tan dura como la de la colonización del Oeste americano.Pero desde luego aquel componente más aparente dentro de Tierra generosa(otro día podríamos hablar de cómo algunas traducciones de los títulos originales mejoran o amplían el contenido de la propia cinta) es el de insertar un argumento del western clásico dentro de un paisaje que se define por la exuberancia que la Naturaleza despliega en cada fotograma, pues la imagen arquetípica del género parece que no puede despegarse en el 99% de los casos de la aridez de Texas o de la estampa sobrenatural de Monument Valley. Aquí son las inabarcables masas de enormes coníferas las que condicionan la vida de los recién llegados, quienes atisban en las sombras del bosque la amenaza de la Naturaleza en forma de los primitivos habitantes de esos territorios. La opulencia del panorama debería justificar por sí misma la idea de que allí había riquezas para todos, colonos y nativos.
Sin embargo la película nunca quiere adentrarse en ese territorio, sino más bien profundizar en las hazañas vitales que hicieron de los norteamericanos un pueblo nacido al amparo de la muerte, la violencia y el sufrimiento, dándose para sí el privilegio de enunciar un axioma por el cual todo parece ser poco para compensar su penosa génesis como nación y como salvadora del mundo.Tourneur, como la mayoría de los exiliados, quizás no pudo hacer más para no parecer como esos perros desagradecidos que muerden la mano de quien los da de comer. Tampoco los europeos tenemos muchas lecciones que dar, pues como conquistadores hemos llevado funestas semillas allá donde hemos clavado nuestras botas imperialistas. Sin ir más lejos aquellos colonos que ocuparon tierras de Norteamérica ya habitadas por sus legítimos herederos tenían apellidos alemanes, irlandeses, españoles y franceses. Lo suyo fue aportar una mirada bizarra hacia un universo que ya había establecido su propia iconografía, y contar así una historia diferente, pero reconocible. Y, desde luego, mucho talento. (Texto de Israel de Francisco, tomado de Miradas de Cine)

"-¿Cuál es el sitio que piensa ocupar en la historia del cine?
Jacques Tourneur - Ninguno... Soy un realizador muy mediano, he hecho mi trabajo lo mejor posible, con todas mis limitaciones."

FA 4630

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