YO DORMÍ CON UN ZOMBIE
Una enfermera es contratada para cuidar una paciente en una
isla caribeña.
"Parece extraño… hace un año creo que no sabía ni qué
eran los zombis. Pensaría que eran extraños, aterradores y algo divertidos“.
Con estas palabras de la enfermera Betsy comienza Yo anduve con un zombi, la película más bella y lírica de la serie producida durante los años 40 por el excepcional Val Lewton (1904-1951). Una ensoñación maligna y sobrenatural situada en Las Antillas. Un poema sobre la vida y la muerte que transcurre en un mundo en descomposición en el que los nativos lamentan los nacimientos y celebran los entierros, un lugar en el que los peces saltan de terror a la superficie putrefacta del mar y en donde mueren las estrellas.
En Yo anduve con un zombi, al igual que en las demás películas de Lewton, la oscuridad se convierte en el principal recurso narrativo y estético. La oscuridad es profunda, insondable. Los sonidos, los olores y hasta el miedo recorren la oscuridad como un escalofrío hasta llegar a hacerse casi táctiles. El mar y el viento crean límites geográficos y espirituales, se convierten en vías espectrales por donde transitan las voces, los pensamientos y las almas. Lo etéreo y lo terrenal, lo aparente y lo oculto, la vida y la muerte se funden de forma apaciguada, al compás del suave ritmo del Calypso y del sonido de los cañaverales cuando los acaricia la brisa preñada de yodo y de malos presagios.
La producción de Yo anduve con un zombi vuelve a reunir por segunda vez a Val Lewton con el director Jacques Tourneur (1904-1977), con el que rodará algunas de las mejores películas de la serie. Su producción dio comienzo tan sólo dos meses después de terminada la primera película de su colaboración conjunta; La mujer pantera (1944). Es con Tourneur con quien Lewton determinará desde esta primera, las características formales y estéticas de todas las películas de género fantástico que produce durante los años cuarenta parala RKO.
Lewton y Tourneur compartían gustos y aficiones y una forma
muy concreta de entender el género; para ambos lo importante era sugerir, nunca
mostrar.
Según se comentaba, Lewton presentía que la ausencia de una amenaza específica permitía que cada espectador proyectara sus miedos más íntimos. Sin embargo, Lewton sí nos da pistas a través del sonido de la naturaleza de esa amenaza, el plano queda fijo pero el sonido es el que nos sugiere qué tipo de peligro acecha a los protagonistas de sus películas; y es el sonido, e incluso la ausencia de éste, utilizados ambos, sonido y silencio, de manera magistral, del que se vale para mantener un tenso suspense que explota de manera brusca e inesperada para el espectador. La utilización del terror sugerido se convertirá en el recurso de éxito y en la seña de identidad de las producciones Lewton y también en una característica de todo el cine de Tourneur. Al respecto, Tourneur señalaba: “(…) de cualquier modo, la utilización del estilo elíptico, la manera de sugerir el horror, es una aportación personal y continúo estando convencido de que es la única forma válida de hacerlo”.
El clímax de este “suspense de lo sobrenatural” ocurría en “off”, la fuente del peligro es invisible para el espectador y la oscuridad se convierte en la envoltura siniestra y amenazante en la que cualquier cosa agazapada en las sombras puede acecharnos, agredirnos o enloquecernos. En las películas producidas por Lewton, la oscuridad se convertirá en un potente elemento narrativo gracias a un elaborado trabajo de fotografía y de dirección artística.
La película está basada en un artículo científico de Inez Wallace sobre el vudú en Haití y su estructura y personajes fueron tomados del clásico de la literatura “Jane Eyre”, de Charlotte Brontí«. Esta especial revisión del clásico adaptado al género fantástico era muy del gusto de Lewton, quien adaptó en otras ocasiones relatos de Robert Louis Stevenson. Productor culto y sensible, Lewton supervisaba cada guión con su equipo -firmó alguno de ellos con el seudónimo Carlos Keith-, y siempre reescribía él mismo una última versión antes de rodar. Para Yo anduve con un zombi encargó la escritura del guión a Curt Siodmak, hermano del director Robert Siodmak, y a Ardel Wray, que realizaron un magnífico trabajo. (...) (Claqueta)
Con estas palabras de la enfermera Betsy comienza Yo anduve con un zombi, la película más bella y lírica de la serie producida durante los años 40 por el excepcional Val Lewton (1904-1951). Una ensoñación maligna y sobrenatural situada en Las Antillas. Un poema sobre la vida y la muerte que transcurre en un mundo en descomposición en el que los nativos lamentan los nacimientos y celebran los entierros, un lugar en el que los peces saltan de terror a la superficie putrefacta del mar y en donde mueren las estrellas.
En Yo anduve con un zombi, al igual que en las demás películas de Lewton, la oscuridad se convierte en el principal recurso narrativo y estético. La oscuridad es profunda, insondable. Los sonidos, los olores y hasta el miedo recorren la oscuridad como un escalofrío hasta llegar a hacerse casi táctiles. El mar y el viento crean límites geográficos y espirituales, se convierten en vías espectrales por donde transitan las voces, los pensamientos y las almas. Lo etéreo y lo terrenal, lo aparente y lo oculto, la vida y la muerte se funden de forma apaciguada, al compás del suave ritmo del Calypso y del sonido de los cañaverales cuando los acaricia la brisa preñada de yodo y de malos presagios.
La producción de Yo anduve con un zombi vuelve a reunir por segunda vez a Val Lewton con el director Jacques Tourneur (1904-1977), con el que rodará algunas de las mejores películas de la serie. Su producción dio comienzo tan sólo dos meses después de terminada la primera película de su colaboración conjunta; La mujer pantera (1944). Es con Tourneur con quien Lewton determinará desde esta primera, las características formales y estéticas de todas las películas de género fantástico que produce durante los años cuarenta para
Según se comentaba, Lewton presentía que la ausencia de una amenaza específica permitía que cada espectador proyectara sus miedos más íntimos. Sin embargo, Lewton sí nos da pistas a través del sonido de la naturaleza de esa amenaza, el plano queda fijo pero el sonido es el que nos sugiere qué tipo de peligro acecha a los protagonistas de sus películas; y es el sonido, e incluso la ausencia de éste, utilizados ambos, sonido y silencio, de manera magistral, del que se vale para mantener un tenso suspense que explota de manera brusca e inesperada para el espectador. La utilización del terror sugerido se convertirá en el recurso de éxito y en la seña de identidad de las producciones Lewton y también en una característica de todo el cine de Tourneur. Al respecto, Tourneur señalaba: “(…) de cualquier modo, la utilización del estilo elíptico, la manera de sugerir el horror, es una aportación personal y continúo estando convencido de que es la única forma válida de hacerlo”.
El clímax de este “suspense de lo sobrenatural” ocurría en “off”, la fuente del peligro es invisible para el espectador y la oscuridad se convierte en la envoltura siniestra y amenazante en la que cualquier cosa agazapada en las sombras puede acecharnos, agredirnos o enloquecernos. En las películas producidas por Lewton, la oscuridad se convertirá en un potente elemento narrativo gracias a un elaborado trabajo de fotografía y de dirección artística.
La película está basada en un artículo científico de Inez Wallace sobre el vudú en Haití y su estructura y personajes fueron tomados del clásico de la literatura “Jane Eyre”, de Charlotte Brontí«. Esta especial revisión del clásico adaptado al género fantástico era muy del gusto de Lewton, quien adaptó en otras ocasiones relatos de Robert Louis Stevenson. Productor culto y sensible, Lewton supervisaba cada guión con su equipo -firmó alguno de ellos con el seudónimo Carlos Keith-, y siempre reescribía él mismo una última versión antes de rodar. Para Yo anduve con un zombi encargó la escritura del guión a Curt Siodmak, hermano del director Robert Siodmak, y a Ardel Wray, que realizaron un magnífico trabajo. (...) (Claqueta)
"El ùnico horror verdadero està en nuestra alma." Jacques
Tourneur
FA 4610
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