EL REY DE NEW YORK
Shahdov (Charles Chaplin), rey de Estrovia, tiene que huir
precipitadamente de su país al estallar una revolución. Llega a los Estados
Unidos sin recursos económicos, pero una joven publicista de televisión (Dawn
Addams) le sugiere que protagonice algunos anuncios, aunque no parece la
persona más adecuada para este trabajo... Penúltima película del maestro
Chaplin, que tres años antes había tenido que exiliarse de Estados Unidos
debido a la "caza de brujas" promovida por el senador McCarthy.
Europa se convierte en la nueva patria de Chaplin. Allí será
donde comience una nueva vida. Se instala en Suiza, en Corsier, cerca de Vevey,
donde compra una gran mansión de dos pisos, quince habitaciones, un amplio
terreno, un huerto que cultivará con mimo, una piscina azul, un campo de tenis
rosa y una terraza con grandes vistas desde la que se contempla un evocador
prado. El mejor plan de pensiones para un artista como él, ahora más familiar
que nunca y dedicado a otros placeres como la lectura, en su biblioteca no
faltaban los libros de psicología que le gustaban especialmente por todo lo que
tenían para comprender a la mente humana, y el cultivo de su jardín. Recibe a
amigos y familiares mientras controla con su secretaria la explotación de sus
películas en todo el mundo. Poco podía pedir un hombre cercano a la setentena
con la vida resuelta. Pero todo ello no le quitaba la sensación de ser como una
especie de rey en el exilio dentro de una jaula de oro. En su mansión de Suiza
comenzaba a fluir la idea de “Un rey en Nueva York”.
Chaplin siempre tuvo el resentimiento de cómo le habían tratado los americanos en sus últimos años en USA: “Los americanos no me quieren. Durante treinta años me han admirado pero después han comenzado a odiarme. Eso me ha herido profundamente”. Su encuentro con la reina de España en el exilio, Victoria Eugenia, viuda de Alfonso XIII, le hace cerrar la idea de centrar su nueva película en un rey desterrado. Para aumentar el misterio ni siquiera cuenta con mecanógrafa esta vez. Sólo sabe del proyecto su mujer y confidente Oona. Precisamente, acostumbrado como estaba a ello, Chaplin pensó que quizás su mujer sería una buena protagonista femenina. Oona se siente feliz habiendo renunciando a su carrera cinematográfica y se niega en redondo. Finalmente contrata a la actriz italiana Dawn Adams, que sólo sabe las características de su personaje ya que no conocería la historia hasta el mismo momento de rodarla. Tras tres años de trabajo, la película está lista en 1957.
Chaplin siempre tuvo el resentimiento de cómo le habían tratado los americanos en sus últimos años en USA: “Los americanos no me quieren. Durante treinta años me han admirado pero después han comenzado a odiarme. Eso me ha herido profundamente”. Su encuentro con la reina de España en el exilio, Victoria Eugenia, viuda de Alfonso XIII, le hace cerrar la idea de centrar su nueva película en un rey desterrado. Para aumentar el misterio ni siquiera cuenta con mecanógrafa esta vez. Sólo sabe del proyecto su mujer y confidente Oona. Precisamente, acostumbrado como estaba a ello, Chaplin pensó que quizás su mujer sería una buena protagonista femenina. Oona se siente feliz habiendo renunciando a su carrera cinematográfica y se niega en redondo. Finalmente contrata a la actriz italiana Dawn Adams, que sólo sabe las características de su personaje ya que no conocería la historia hasta el mismo momento de rodarla. Tras tres años de trabajo, la película está lista en 1957.
Se suceden los estrenos de la película. En Londres se
produce la gran premiere con asistencia de Charles y su familia, incluyendo su
hijo Michael que tiene un papel. Dawn Adams llega ya como princesa Massimo por
su boda con ese aristócrata italiano. La película se recibe con aplausos y de
este montaje Chaplin sólo recortaría el fragmento del duro interrogatorio
por el FBI que recibe el niño. Italia también le recibe con boato, con mucha
música que le recibe en el puerto y que va desde el apropiado God save the
King hasta la marcha triunfal de la ópera “Aida”.
La película es acusada de sátira trivial, de fracaso total
de la risa y se sigue echando en falta al vagabundo Charlot. Lógicamente
siempre ha salido perdiendo frente a sus grandes obras, pero es que “Un rey en
Nueva York” no pretendía ser más que el inconformismo de un artista frente al
país más conformista de todos. Precisamente denuncia el fanatismo al que
Chaplin cree que se llega manteniendo esa posición. Los Estados Unidos se han
convertido en dos siglos en la nación más poderosa de la Tierra pero Chaplin se
atreve a sacar sus debilidades atacando a la opinión pública y también a la
concepción del sueño americano. No todo es tan positivo como se promete,
Chaplin lo sabía muy bien. Se le puede acusar de que ahora que USA le había
dado la espalda sacaba las garras desde su retiro suizo, pero Chaplin,
consciente de una carrera terminada y de que su tiempo había pasado, se permite
cerrar (a falta de “La condesa de “Hong Kong”, mera excusa para quitarse el
mono de diez años sin rodar y trabajar con Marlon Brando y Sophia Loren) así su
carrera. El vagabundo pícaro que surgió en los vodeviles londinenses se había
convertido en todo un rey, y desde la experiencia y la calma del retiro, hacía
la reverencia irónica no con el bombín característico sino con la corona que
para el cine y el público se había ganado como nadie tras toda una vida de
genialidad. (Lo
que yo te digo)
"Es la película de un hombre libre." Roberto
Rossellini
FA 4607
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