Julie, hija de un Conde, después de una niñez infeliz y un
matrimonio fracasado antes de realizarse, se deja seducir en la noche más corta
del año por un sirviente, que la desea desde que era pequeña. Vergüenza y
desesperación son el resultado de este tragicómico verano.
Hoy olvidado, Alf Sjöberg (1903-1980) aparece ante nuestros
ojos como uno de los más singulares cineastas suecos, sólo superado por el
inconmensurable Ingmar Bergman y por el no menos olvidado, aunque ineludible,
Victor Sjöström. Tal y como ha llegado a España su filmografía (de modo
disperso, y sólo cuatro títulos estrenados), plantear un estudio monográfico
sobre la misma es tarea que excede nuestras parcas posibilidades. Así pues, nos
conformaremos, mal nos pese, con introducir la que, de acuerdo con la historia
oficial, ha pasado por ser su "obra maestra", en cuanto título más
significativo.
Al margen de las nimiedades que la historia oficial imponga,
reconoceremos La señorita Julie como la obra maestra que sin duda es.
Su puesta en escena no deja lugar a dudas. Pocas veces en la historia del cine,
la traslación de un texto teatral llevado a dominios puramente cinematográficos
ha encontrado tan notable equilibrio como aquí. El consumado oficio teatral de
Sjöberg, consciente de las posibilidades efectivas del mismo, ha dado la nota
justa, logrando equilibrar perfectamente al medio fílmico una serie de ideas e
imágenes de difícil resolución, en cuanto fueron pensadas para el teatro, por
muchas posibilidades que pueda ofrecer el imaginativo arte de Strindberg.
Más allá de la historia que cuenta, La señorita Julie es
un puro ejercicio de estilo narrativo sin concesiones a lo obvio. La sutileza
de su exposición sólo puede ser producto del pensamiento de un genial creador
de imágenes. La clave está en el juego espacio-temporal que sacude toda la
historia a través del discurrir del choque de personalidades protagonistas: la
señorita Julie por un lado, y su criado, Jean, por el otro. En la evocación de
su sueño (quizá la parte explicativa más explícita de la película), ella
observa que sueña en un descenso, frente al ascenso no culminado soñado por él:
el hecho social es el rizoma de la tortura que sacude a los personajes. La
contraposición es, pues, constante: Julie versus Jean: Julie la mujer-condesa
vestida de blanco frente a Jean el hombre-criado vestido de negro. Luces y
sombras en perfecta armonía: la emulsión de la fotografía como elemento
discursivo, nunca meramente estético. Cada encuadre suele buscar un contrapunto
lumínico, sobre todo cuando la profundidad de campo potencia la entidad
dramática del momento. Los momentos antológicos no son pocos: el paseo en barca
de la pareja, escapando de la multitud (esa masa sin rostro que representa la
servidumbre), con esa lograda insistencia en la repetición del plano aislado de
Julie mientras Jean, fuera de campo, rema, perfilando a la perfección la
opresión del momento, potenciada por las voces en off de la
servidumbre en pleno festín, corriendo por las praderas; las secuencias
infantiles, donde el pasado logra encadenarse con el presente en el propio
espacio (postreras películas, como Fresas salvajes de Bergman o La
prima Angélica de Saura, incidirán en este mismo recurso, utilizado por
primera vez por Sjöberg); la resolución del frustrado intento de suicidio del
padre de Julie, con la niña como punto de fuga en el cuadro en el preciso
instante del disparo; la no por evidente menos efectiva metáfora del pájaro
enjaulado (metáfora a la que recurriría también Jean-Pierre Melville en su
magistral El silencio de un hombre) como la protagonista; etc. Momentos
inolvidables que confirman la caligrafía de un gran maestro por redescubrir. (Escritos
de Josè Antonio Bielsa)
Nació el Estocolmo el 21 de junio de 1903 y murió, a
consecuencia de un accidente de tránsito, en 1980. Comenzó montando obras de
teatro en el colegio. Estudió en la Escuela Real de Teatro Dramático, que fue un
excelente campo de adiestramiento para casi todos los personajes célebres del
teatro y el cine suecos. Entre sus compañeros de estudio estuvo Greta Garbo.
Comenzó a actuar profesionalmente en 1925 y no tardó en empezar a dirigir obras
(en 1927), con un brío y un talento que lo pusieron a la cabeza de los directores
de teatro de su país. En 1928 vio las primeras películas de Eisenstein y le
impresionó su firme composición y su científico montaje, que imponían en el
subconsciente del público el ritmo de una secuencia. Codirigió su primera
película con Axel Lindblom al final del período mudo. Alf Sjöberg encarna del modo
más característico las relaciones entre teatro y cine, tan fuertes en Suecia.
También Ingmar Bergman (quien comenzó su carrera en el cine como guionista de
Sjöberg) es un hombre de teatro, pero su arte cinematográfico suele reflejar un
enfoque muy diferente del que predomina en sus producciones teatrales. En
Sjöberg hay una alianza perpetua, a veces difícil, entre la estilización
bastante embarazosa del teatro y el realismo que el cine. (Cine
Clàsico)
FA 4551
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