Basada en la novela de Émile Zola "L'Assomoir",
narra los graves problemas de Gervaise, una joven del siglo XIX, cuyo marido es
alcohólico y que al mismo tiempo hace todo lo posible por mantener unida a su
familia.
“Gervaise está considerada como una de las mejores películas
de René Clement y es, sin duda, una de sus obras más intensas e impactantes. El
estilo casi neorrealista de Clément (similar al empleado en su anterior Jeux
interdits, una obra más sentimentaloide) se adecua perfectamente a este poema
oscuro sobre el sufrimiento humano que soporta la clase obrera, colocando así a
la película bastante apartada de las adaptaciones contemporáneas de obras
literarias… Con habilidad y autodisciplina consumadas, Clément logra impedir
que la película acabe como un melodrama lloroso. En cambio, nos da una película
que directamente se comunica con nuestros sentimientos humanos básicos
provocando una respuesta emocional genuina, sin necesidad de sentimentalismo
artificial. Para conseguir este propósito Clément hace uso de la música
reponiendo en momentos de crisis música alegre (oída anteriormente en una
escena feliz). Se invita así a la audiencia a compartir la breve lucecita de
optimismo de Gervaise, de modo que, cuando luego llega el golpe, se comparte
aún con más intensidad el dolor de la joven... La actuación de Maria Schell
consigue que Gervaise no sea sólo un símbolo sino una persona de carne y hueso
con la que la audiencia comparte emociones y obras. La actuación de François
Périer (marido de Gervaise), cuya chocante figura de hombre hundido en el
alcoholismo hace resaltar más aún la desesperación de Gervaise, colabora a
hacer de esta película una pieza inolvidable del cine”. (Traducido y
resumido de James Travers 2002, Films de France, por la incomparable Purita de
Cultivadores de Culto)
Una de las deudas pendientes existentes en el seno de la
crítica francesa –la emanada al amparo de la revista Cahiers du Cinema-, en
torno a aquella salvaje demonización que ofreció de la generación de cineastas
de posguerra que dominaba la cinematografía gala, es sin duda el maltrato que
sufrió la figura de René Clément. El paso del tiempo ha permitido una
reconsideración ante su obra, quizá centrada específicamente en la condición de
merecido clásico lograda por PLEIN SOLEIL (A pleno sol, 1960). Sin embargo, y
solo entre los títulos suyos que he alcanzado a ver, no me gustaría dejar de
destacar el excelente y generalmente poco apreciado LES FELINS (Los felinos,
1964) o la merecidamente prestigiada JEUX INTERDITS (Juegos prohibidos, 1952).
Ese aprecio hacia la figura de Clément, de alguna manera he podido ratificarlo
al contemplar la posterior y realmente magnífica GERVAISE (1956), en la cual
además se pueden apreciar numerosas de las virtudes que adornaron su andadura
como realizador.
Adaptación del relato de Émile Zola L’Assomoir, transformado en forma de guión por el especialista Jean Aurenche, GERVAISE centra su mirada en la andadura vital sobrellevada desde su juventud por la joven protagonista de la historia –una espléndida María Schell, galardonada con el premio a la mejor interpretación femenina del Festival de Cannes- en un barrio humilde del norte de París a finales del siglo XIX. (...)
Adaptación del relato de Émile Zola L’Assomoir, transformado en forma de guión por el especialista Jean Aurenche, GERVAISE centra su mirada en la andadura vital sobrellevada desde su juventud por la joven protagonista de la historia –una espléndida María Schell, galardonada con el premio a la mejor interpretación femenina del Festival de Cannes- en un barrio humilde del norte de París a finales del siglo XIX. (...)
Como absoluta traslación del universo cruel, despiadado, y
casi sin margen a la esperanza, emanado por Zola, Clément apuesta desde el
primer momento por una ambientación y dirección artística absolutamente
deslumbrante. Admirable reconstrucción de un París de fin de siglo, adueñado
por las penurias y el desamparo, que adquiere un protagonismo y una vigencia
tal en el relato, que casi se pueden “respirar” los olores fétidos, las
alcantarillas o las atmósferas recargadas de las tabernas. Un trabajo realmente
asombroso por su fidelidad –y no por el lucimiento del departamento de
escenografía y vestuario-, que proporcionan a la ficción un alcance de
veracidad que en algunos momentos llega a incomodar. En este sentido, su
desarrollo dramático no evita la existencia de algunos tours de force
absolutamente magníficos –la pelea inicial entre Gervaise y la hermana de la
amante de Lantier, en la que se contempla el primer desnudo de trasero femenino
del cine francés; el estallido de furia final de Henri, destrozando la lavandería,
y culminado con un plano de grúa exterior de enorme dramatismo; los momentos
finales de la pequeña hija de Gervaise, en la que se pondrá a prueba la
destreza de Clément dirigiendo a jóvenes intérpretes-, pero en líneas generales
el relato –que va punteado por la esporádica narración en off de la
protagonista-, opta por una mirada que deja de lado los instantes en teoría más
proclives al dramatismo más exacerbado. Es más que probable que el realizador
galo intuyera que ya de por sí el contexto mostrado ofrecía con justeza ese
elemento sombrío y degradante, paseando su cámara en interiores por momentos
asfixiantes, viviendas presididas por paredes mugrientas, y en un entorno
humano en donde poco bueno puede emerger de seres embrutecidos y alienados por
el trabajo o el alcohol. Dentro de ese ámbito casi sin esperanza, solo
sobresaldrán de la misma el hijo mayor de Gervaise –Etienne- y la figura del
siempre prudente Goujet. (...)
GERVAISE es un título notable, revelador del interés que
podía ofrecer ese cine francés generalizado con interesada injusticia como
“académico” –otro tanto cabría decir de la misma calificación que recibían sus
colegas británicos-, y de la que quizá tan solo se podría oponer una cierta
tendencia a dilatar innecesariamente algunas de sus secuencias. Escasa
oposición para un film que aúna densidad, veracidad, un preciso dibujo de
caracteres, y unos perfiles no demasiado frecuentados en la pantalla, al que
cabe unir la brillante aportación de Robert Juillard como operador de fotografía,
y George Auric como compositor de su banda sonora. (Cinema
de Perra Gorda)
"Estimamos que el hombre no puede ser separado de su
medio, que su vestido, su casa, su pueblo, su provincia le completan; según eso
no podremos notar un sólo fenómeno de su cerebro o de su corazón sin buscar las
causas o el contragolpe en el medio." Émile Zola
FA 4587
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