EL CIELO ES TUYO
Pierre y Teresa comparten la misma pasión por la aviación.
Con coraje y obstinación ellos sacrifican todo por el éxito de su empresa,
batir el record mundial femenino de aviación de distancia en línea...
Grémillon es uno de los pocos directores franceses en haber
realizado una verdadera obra y es el peor conocido; a lo largo de toda su
carrera, marcada por sonados fracasos comerciales, resulta el más intimidado
por las reglas de producción comercial. Solo hasta un acontecimiento
escandaloso que señaló el punto culminante de sus infortunios y el absurdo del
cine francés, Para celebrar el centenario de la revolución de 1848, el
Parlamento había decidido la producción de un filme para Grémillon, con Pierre
Kast, que escribiría el guión, y en el cual asumiría la dirección escénica.
Grémillon se enteró leyendo en el periódico que los créditos habían sudo
consignados al financiamiento de las ceremonias solemnes en memoria de
Chateaubriand para el centésimo aniversario de su muerte. Esto nos lo prueba lo
destacado de aquellas publicaciones, habría podido ser uno de los filmes más
bellos de Grémillon, pero se disolvió en la salida de algunos académicos y
aquello que se había invertido en un timbre conmemorativo.
Cuando consideramos la obra de Grémillon no hay que perder
de vista dos hechos capitales. Ante todo, por su formación Grémillon es un
músico. Escribía él mismo la música de algunos de sus filmes (por ejemplo el
corto André Masson). Sus estudios fueron dirigidos por músicos como
de Indy, que le crearon un gusto por la composición extremadamente rigurosa en
la que ciertos motivos se repiten idénticos a lo largo de toda la obra, pero
sin invadirla. Contrariamente a una concepción más romántica o beethoveniana,
en donde la composición, más arquitectónica, se deja enfocar por la aparición
fulgurante y obsesiva de temas que desaparecen definitivamente una vez cumplida
su misión. Así es como enGuardianes del Faro o en El amor de una
mujer, y menos aún en Amor y Tentación, y presente, casi por su ausencia,
en la luminosidad mediterránea deLuz de verano.
El otro hecho es que Grémillon ha comenzado su carrera
filmando películas documentales –para la industria o para la RATP (SIC)- y la terminó con
un documental: André Masson y los cuatro elementos. Esta escuela
de cortometraje le enseñó a no perder de vista el tema, a jamás desviarse, a
agotarlo completamente. Que se encuentre frente a un objeto como una lámpara
eléctrica o una mesa de albañil, o encare un objeto como la pasión por la
aviación o el abandono de un castellano arruinado (El cielo es vuestro o Amor
y Tentación), Grémillon adopta siempre la misma actitud: la cámara por delante,
ella describe, selecciona y juzga los hechos. Aún entonces Grémillon es lo
contrario de un romántico. Podría inventar para sí la fórmula; Realismo
clásico. Realismo en el sentido de que el tema de su filme no es más que una
pura convención, como las piezas clásicas. Clasicismo en cuanto a la unidad de
tiempo (el tiempo de una pasión, o de una acción), unidad de lugar (el mar o
los arrabales) y unidad de tema, a las que respeta constantemente. Es decir que
Grémillon reúne en si dos tendencias profundas del arte francés: realismo y
clasicismo. Opuestas en sí a Renoir, que se definía sobre todo por su realismo
y romanticismo.
Pero su clasicismo no implica moderación, rechazo de los
extremos o mediocridad. El clasicismo es el tratamiento frío de hechos
excepcionales. También todas las películas de Grémillon son realizadas en torno
a un héroe. Mme Gauthier, pequeño-burguesa poseída por el demonio de la
aviación; Marie Prieur que prefirió el ejercicio de su profesión, la medicina,
en las peores condiciones –en el mar- a una vida ordenada y tradicional que se
le ofrecía; el castellano solitario de Amor y Tentación terminará por
incendiar su castillo para crear ese trozo de su vida que le faltaba; Patrice
buscando en la muerte el camino hacia una vida más fácil que siempre se le
negó… esta utilización del héroe no está en contradicción con el realismo. El
tema de todas estas películas de Grémillon es precisamente la oposición del
héroe a un mudo mediocre. (El cielo es vuestro, El amor de una mujer, Amor y
tentación), o un heroísmo más verídico enLuz de verano. (...)
Grémillon salvaguarda en todos sus filmes aquello a que
apelaba Gide como “la parte del diablo”. Y si la función de los filmes de
Grémillon es también, como dice Pierre Kats, una función constante, esta parte
del diablo implica que la constante no se cambie a didactismo. Francés sin ser
nacionalista o populista, realista sin ser abiertamente enajenado, narrador sin
gratuidad, Grémillon encabeza una de las posibles miradas del verdadero cine.
Podríamos preguntarnos cómo es posible que Grémillon no haya
conocido nunca el éxito verdadero de público, en tanto que precisamente nunca
cesó de pensar en el público del cine. Que falló por dedicar muchos años de
trabajo a cine clubes, que haya contribuido a crearlos y promoverlos, pero se
le reconoce finalmente hoy como uno de los dos o tres cineastas más grandes de
Francia.
Y es que su obra bajo una apariencia de facilidad, es
complicada. Rechaza todas las fórmulas de solución susceptibles de asegurar un
éxito inmediato: el culto a las estrellas, guiños de ojo al público, guiones
fáciles, aferramientos. Este príncipe del renacimiento, de una cultura
universal, valora tanto al público como para proponerle una obra aristocrática.
Pero los aristócratas tienden a imponerse con el tiempo. En lo que concierne a
Grémillon hoy eso es un hecho. (Jean Grémillon, uno de los grandes
cineastas franceses por Jean-Jacques Brochier; selección de Dossiers
du cinéma y traducción del francés por Héctor Enrique Espinosa R.,
tomado de CineForever)
La primera impresión que nos llevamos de un cineasta es de
orden espiritual, emotiva, sensible. Me refiero a que podemos hablar
técnicamente de sus películas o contar sus argumentos, pero antes que nada
sentimos que el tipo que está detrás de cámara nos cae bien o nos cae mal, que
esa específica organización de las imágenes nos resulta hospitalaria u hostil.
El análisis vendrá después, si acaso nos quedan ganas de analizar una película
que nos haya caído mal, tras lo cual lo más probable sea que queramos olvidarla
cuanto antes, o vomitarla (la rabia o el odio pueden ser tan o más inspiradores
que el placer). Digo esto porque anoche miré por primera vez una película de
Jean Grémillon. En realidad, fueron dos: Remorques y Le ciel est
a vous. Esta última la vi estimulado por el efecto reparador y estimulante de
la primera.
De Grémillon sé poco y nada, o al menos no sé otra cosa que lo que circula por
la red. De esos datos dispersos me parecen valiosos estos dos: que murió en
1959, año clave en la historia del cine (francés), justo cuando se venía la Ola , como le pasó a Jacques
Becker, y que codirigió una película con Buñuel (Centinela ¡alerta!). En las
dos películas que pude ver sorprende la movilidad de la cámara, la alegría de
filmar, tanto como cierto orden social (catolicismo incluido) que, por
increíble que parezca, no coarta la libertad de los personajes ni desalienta el
deseo, pero da sentido a sus actos enmarcándolos dentro de un contexto si bien
potencialmente coercitivo, como el propio director se encarga de mostrar, sobre
todo protector, cariñoso, filial. En las dos películas hay triángulos, sexual
en una de ellas y que juega a serlo en la otra, pero la composición de los
triángulos esenciales de ambas películas está dada por el marido, su esposa y
el objeto de la pasión. O La
Pasión. (...)
Le ciel est a vous es todavía más desconcertante. Porque Remorques no
deja de ser un melodrama con sacrificio incluido, pero esta otra oscila entre
el desborde pasional del género, la comedia y hasta el cine de aventuras, si
tomamos en cuenta el espíritu deportivo de este último, ese afán por ir más
allá de los límites (establecer un récord) que es afín al descubrimiento y
conquista de lo desconocido. ¿Cómo va a enfrentarnos con lo inédito una película
que transcurre en la Francia
posterior a la Gran Guerra ,
protagonizada por un matrimonio que vive de la mecánica, con dos hijos y una
suegra gruñona a cuestas? Mediante los aviones. Le ciel est a vous comienza
con la mudanza de esta familia desde una zona campestre a la ciudad, debido a
la construcción de un aeródromo que ocupará los terrenos en los que tienen su
casa. Y los aviones serán la pasión, primero, de ese mecánico sin otra cultura
que la de la concreta pericia manual, encarnado por el siempre viejo Charles
Vanel (como Walter Brennan en los EE.UU.) y, más tarde, la de su esposa, que
habrá de proponerse batir el récord femenino de aviación en línea.
Esta es, de las dos películas, aquella en la que Grémillon aborda la pasión con
más transparencia, hablando de ella cuando hace falta (el notable monólogo de
Vanel sobre el daño que causa, el posterior del instructor de piano de la hija
sobre la necesidad imprescindible de experimentarla) y, sobre todo,
desplegándola en el uso de la grúa, con la que abre y cierra la película,
además de valerse de ella para instalarse en el aire, elemento en el que se
mueven tanto los personajes como sus motivaciones, y que designa desde su
título a la misma película y su razón de ser: el encuentro con algún tipo de
trascendencia que impulse y justifique nuestras vidas. Este matrimonio la
encuentra e, incertidumbres al margen, triunfa, pero hasta ese triunfo tiene su
lado oscuro. Grémillon no comete la maldad de sabotearlo pero, sin desteñir el
empeño de sus protagonistas, señala la cuota de egoísmo imprescindible que lo
anima, así como sus riesgos, lo que no hace más que enaltecerlos. (Texto
de Marcos Vieytes, tomado de Hacerse la Crìtica)
"El realista francés lee de corrido, en un libro
invisible para los otros, a una realidad que el cine desarrolla ante nosotros
con la frescura de la infancia y la precisión del cálculo. Está por confirmarse
que no se trata en mí de un naturalismo mecanicista, sino todo lo contrario, de
esta belleza que es el máximo de expresión con el máximo de orden. Esta es,
creo yo, donde el “hecho” francés resulta capital." Jean Grémillon
FA 4561
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