El Miércoles de los Fuegos
La joven Rouhi está por casarse con su primo Abdol-reza;
para costearse la boda, ambos trabajan: él la lleva en motocicleta a la ciudad.
La víspera del Miércoles de los Fuegos, que da comienzo al Año Nuevo iranio en
el mes de marzo, su agencia de trabajo temporario la envía a hacer la limpieza
de una casa de clase media. Rouhi se encuentra con un departamento desordenado,
apenas recién pintado, y con una ventana rota. Una serie de conflictos,
rencores y secretos de sus empleadores y del edificio se le irán revelando
durante el día.
El Miércoles de los Fuegos es una celebración de más de tres
mil años que tiene lugar al caer la noche del martes y comienzo del primer
miércoles del año zoroastriano, noche que marca la llegada de la primavera y el
renacimiento de la naturaleza. Durante esas horas se encienden fogatas y la
gente salta sobre ellas en un gesto purificador que protege de la enfermedad y
la desdicha. Las hogueras simbólicamente preservan la luz del sol durante la
noche. En los últimos años esta celebración ha servido para encauzar gestos de
protesta por parte de la joven generación, que tira fuegos artificiales antes y
durante el festival. El ritual tiene un obvio origen pre-islámico: reflejaba la
lucha de los dos principios cósmicos, el bien y el mal, la luz y las tinieblas,
pero hoy en día ya no conserva ninguna connotación religiosa.
Chaharshanbe-soori es un film de miradas
inquisitivo-despreciativas, de gestos y comentarios calculados. Farhadi
espacializa en términos arquitectónicos y fílmicos relaciones de dependencia, y
demandas, tanto sociales como sexuales. Muchas cosas ocurren delante del
condominio, y las unidades habitacionales se hallan insuficientemente aisladas
unas de otras: en lugar de una separación estricta de lo privado y de lo
público, Farhadi describe cruces fugaces en un espacio continuo semiabierto.
Mojdeh, que siempre vuelve a encontrarse en la zona inferior de las jerarquías,
que ni siquiera son incluso económicas, aunque de algún modo deriven de ellas,
en algunas escenas busca refugio en el baño, único lugar que parece prometer
una pura privacidad. Y el lugar en el que también es posible escuchar por el
hueco de la ventilación. Compulsivamente reproduce así los mismos
procedimientos de los que trata en realidad de sustraerse.
La tradición de la estética neorrealista del cine iraní
post-revolucionario funciona notablemente bien aplicada a un tema de clase
media (en el guión participó Mani Haghighi, cuyo Men at Work buscaba
algo parecido, claro que de tipo y modo totalmente diferente). Farhadi dirige
con una elegancia en gran medida velada, y que incluso cuando no es posible
pasarla por alto, no violenta al espectador. En una escena clave, el film, que
(con una sola excepción) evita la música extradiegética, introduce música de
ascensor (algo con lo que nunca creo haberme cruzado por otra parte hasta ahora
en el cine iraní), a modo de brillante comentario semi-irónico. Y el largo
pasaje con tomas de la ciudad en el que los festejos del Año Nuevo no se
distinguen fácilmente de una guerra civil, es simplemente magistral. Y sin
embargo, no se deslizan esas escenas hacia la alegoría, como podría haber
pasado en un film de Jafar Panahi. En Chaharshanbe-soori, los personajes
son más que ellos mismos, pero no por eso remiten exclusivamente a un más allá
que los trascienda: ganan de este modo un valor propio, sobre todo psicológico.Chaharshanbe-soori es
también un poco más burgués que la mayoría de los films iraníes, y de más está
decir que lo es de un modo maravilloso.
Lukas Foerster, Dirty Laundry
El cine iraní no sería a primera vista el ámbito más
propicio para una mirada equilibrada e inteligente sobre la complejidad de las
relaciones conyugales. A pesar del éxito crítico de Abbas Kiarostami y de los
Makhmalbaf, desde su eclosión esta cinematografía nacional de tono siempre más
bien confidencial terminó convirtiéndose en sinónimo de dramas minimalistas,
que retoman -en otra época y en otra cultura- la antorcha del neorrealismo
italiano. Se pueden observar aquí generalmente condiciones de vida precarias y,
en particular, esporádicas reivindicaciones feministas que contradicen las
directivas del fundamentalismo gubernamental.
Este tercer film de Asghar Farhadi aborda sólo tangencialmente el ambiente social de los personajes, se aboca más que nada a una reelaboración del drama conyugal, con el fin de ir más allá de las crisis de celos y los engaños habituales. Su principal aliado en esta empresa, en última instancia bastante ambiciosa, es un hábil juego con el punto de vista desde el que se relata esta jornada de una pareja en plena descomposición. La mirada de Rouhi es sólo el punto de partida de un contexto narrativo complejo, pero que nunca se desdibuja. De la condición de simple observadora, la joven pasa progresivamente a un papel más activo, sin participar de la acción sin embargo como para modificarla de manera significativa. Su comportamiento es tan ambiguo como el de la pareja, se halla constantemente en duda sobre qué camino tomar, o bien sobre si debe dejar simplemente a los cónyuges en ese muy humano marasmo de apariencias, de engaños y de compromisos.
Este tercer film de Asghar Farhadi aborda sólo tangencialmente el ambiente social de los personajes, se aboca más que nada a una reelaboración del drama conyugal, con el fin de ir más allá de las crisis de celos y los engaños habituales. Su principal aliado en esta empresa, en última instancia bastante ambiciosa, es un hábil juego con el punto de vista desde el que se relata esta jornada de una pareja en plena descomposición. La mirada de Rouhi es sólo el punto de partida de un contexto narrativo complejo, pero que nunca se desdibuja. De la condición de simple observadora, la joven pasa progresivamente a un papel más activo, sin participar de la acción sin embargo como para modificarla de manera significativa. Su comportamiento es tan ambiguo como el de la pareja, se halla constantemente en duda sobre qué camino tomar, o bien sobre si debe dejar simplemente a los cónyuges en ese muy humano marasmo de apariencias, de engaños y de compromisos.
El astuto guión acentúa aun más esta incertidumbre, esta incapacidad de saber hacia dónde se dirige el relato y qué desenlace tiene reservado para esta colectiva maraña emocional. Felizmente, la conclusión no es incoherente con el tono luminoso y melancólico del film. Asistimos así a una nueva demostración de la enorme vitalidad del cine iraní y de su capacidad de evolución casi magistral lejos de los lugares comunes y de las formas impuestas por una reductora mirada occidental.
Mulderville.net
FA 5035
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