Una
Noche en la Tierra
Interpretes:
Winona Ryder, Giancarlo Esposito, Gena Rowlands, Armin Mueller-Stahl, Rosie
Pérez, Roberto Benigni, Béatrice Dalle y Matti Pellonpaa
Película
dividida en historias independientes a través de las cuales Jim Jarmusch
presenta el panorama nocturno de cinco grandes ciudades (Los Angeles, Nueva
York, París, Roma y Helsinki), con un taxi, y lo que en él ocurre desde el
anochecer hasta el amanecer de un mismo día, y obviamente con diferentes personajes,
como hilo conductor. Si alguien quiere saber quien es Jim Jarmush... debe
montarse en estos cinco taxis que definen y diseccionan a la perfección su
peculiar mundo. Un mundo nocturno, de solitarios y perdedores, de diálogos y
silencios, de comedia absurda y soledad urbana. “Una Noche en la Tierra ”, es para mí, una
joya diferente a todo. Un ejemplo de cine independiente americano. Los Ángeles,
sorprende. Nueva York, es pura ternura. Paris, un retrato irónico. Roma, es el
gran divertimento y Helsinki la nota fría que adorna el filme. También es una
de esas películas en las que los personajes rebasan por completo la narración y
aunque alguna de las historias no raya muy alto argumentalmente, los actores y
los diálogos se comen la pantalla.
Siempre
he apreciado mucho en literatura el relato corto, porque requiere de su
escritor condensar en muy pocas líneas la historia que quiere contar, y admiro
a quien posee esa maestría. Lo mismo me ocurre cuando en cine me lo cuentan en
un corto, y me lo cuentan bien. “Una Noche en la Tierra ”, dirigida por Jim
Jarmusch, y rodada en 1991, es eso, una sucesión de cinco cortos bien contados.
Jarmusch, que es uno de los abanderados del casi extinto cine independiente
Estadounidense, y del que hemos podido ver películas anteriores a este filme,
como “Vacaciones
Permanentes” (1980), “Extraños
en el Paraíso” (1984), “Bajo
el Peso de la Ley” (1986) o “Mystery
Train” (1989) guioniza y dirige este compendio de historias que se
desarrollan en la noche de cinco importantes ciudades del mundo, que son los
marcos elegidos para desgranar esas historias que aparte de la noche, tienen el
nexo común de estar narradas en el interior de un taxi y en el periodo de lo
que dura una “carrera”. Todos los que ocasionalmente o habitualmente tenemos
que hacer uso del servicio del taxi, sabemos el juego que puede dar una de esas
carreras. Sobre todo si nuestra ciudad es grande, y el trayecto a recorrer,
largo. Y si nosotros como usuarios lo sabemos, porque podemos recordar
anécdotas que nos han ocurrido con el taxista que nos ha recogido, imaginamos
las que puede contar cada uno de ellos de sus clientes.
Estas
anécdotas son las que maneja Jarmusch en sus cinco cortos, utilizando los
“tópicos” de cada país y ciudad en los que se desarrollan, pero que son
identificables en cualquier lugar del mundo. La primera historia comienza al
atardecer, (las 7:05 de la tarde) en Los Ángeles, y la protagonizan una taxista
casi adolescente, pasota, que masca chicle sin descanso y fuma compulsivamente
(Winona Ryder), y su pasajera, (Gena Rowlands) una ejecutiva cazatalentos de
Hollywood, que recoge en el aeropuerto y que le pide que la lleve a Beverly
Hills. Al interés que por sí mismo despierta el argumento hasta su desenlace,
se une el poder ver ahora, pasados los años, la interpretación de una Winona de
veinte añitos, quizás un poco sobreactuada, pero que intenta cumplir su
cometido lo mejor posible. Y a una Gena Rowlands que demuestra una vez más, y
en un breve espacio de tiempo, porque fue la musa de su marido, John
Cassavetes, unos de los iconos del cine independiente de los años 70s y 80s. La
segunda nos sitúa en Nueva York. Son las 10:05 de la noche. Un hombre de color
(Giancarlo Espósito) intenta parar un taxi, sin éxito, para que lo lleve a su
barrio, Brooklyn. Finalmente lo consigue, pero el taxista que lo conduce (Armin
Mueller-Stahl) apenas sabe conducir, desconoce las calles y no domina bien el
inglés. Es un emigrante Checoslovaco recién llegado a la ciudad, en su primer
día de trabajo, y que actuaba como payaso en su país. A mitad de la carrera se
une un tercer personaje, la cuñada del pasajero (Rosie Pérez).
La
tercera comienza en París, a las 4:00 de la madrugada, en el interior de un
taxi conducido por un emigrante de Costa de Marfil (Isaach De Bankole), que
trabaja doce horas al volante, y que está soportando en ese momento los
“racistas” comentarios de dos ejecutivos, también negros, que lleva como
pasajeros. Posteriormente recoge a una joven invidente (Béatrice Dalle) con la
que establecerá un inusual contacto verbal. Roma, también a las 4:00 de la
madrugada es el escenario de la cuarta historia, y un parlanchín taxista
(Roberto Benigni ¡como no!) conduciendo con gafas de sol, y que echa pestes de
la escasez de farolas para iluminar la ciudad, el protagonista, junto a su
cliente, un cura que recoge en una placita. La confesión del taxista, que se ve
obligado a escuchar el sacerdote, aún en contra de su voluntad, es el jocoso argumento.
Benigni está en su papel como pez en el agua. Helsinki y sus solitarias y
nevadas calles a las 5:00 de la madrugada (casi ya amaneciendo), ponen el
broche final con la quinta historia. Un taxista recibe una llamada desde la
central para recoger a tres clientes en una calle cercana. Los tres, en
evidente estado de embriaguez, y uno de ellos totalmente borracho. El taxista
es un hombre serio y taciturno, lo que choca con el estado de sus clientes, en
los que adivinamos enseguida, debajo de esa capa de alcohol que les envuelve, a
trabajadores rudos, curtidos por la vida, y un tanto resentidos hacia ella. Dos
de ellos le contarán la triste historia del tercero.
La
relación superficial y fugaz que se establece entre taxista y pasajeros rompe
las barreras sociales, crea breves intimidades e incentiva la conversación
entre personas diferentes y desconocidas. El autor muestra su preferencia por
los personajes marginales, algo excéntricos, inusuales, contradictorios,
desubicados y por los que sufren y se rebelan. Las conversaciones son
humorísticas, ingeniosas, realistas, emotivas y, a veces, dolorosas y tristes.
El director busca lo absurdo, lo trágico y lo conmovedor de la cotidianeidad
para aunar seriedad y rigor con humor e ironía (las muecas y gesticulaciones de
Benigni, las ráfagas de palabras malsonantes de Rosie Perez, las preguntas a
chorro sobre la vista y el sexo dirigidas a una ciega, etc.). Las historias no
aportan conclusiones: son giros de la vida abiertos a múltiples
interpretaciones. Con estos recursos, el autor construye una narración de gran
fuerza estética. Los personajes están bien definidos. Las interpretaciones
corren a cargo de profesionales reconocidos, que aportan interpretaciones
convincentes. La música combina guitarra, violoncelo, trompas, acordeón,
percusión y teclados. La película se beneficia de un sentido visual magnífico,
basado en tomas largas. Obra producida, escrita y dirigida por Jarmusch. Expone
varias versiones de una misma fábula, llena de humanidad, sinceridad, ingenio e
inteligencia. El vals pausado que Waits canta, con su voz áspera y ronca, sobre
los créditos finales es un delicioso colofón de lujo.
Ciento
veintiocho minutos han sido suficientes para que Jarmusch nos haya desplegado
dentro de esos taxis, un abanico representativo de la especie humana.
Intimidades a veces inocentes, otras malsanas, que salen al exterior amparadas
por la noche. Los diálogos sorprenden por su frescura. El director logra con
ellos, adentrarnos en un retazo de la vida de cada uno de sus protagonistas.
Las conversaciones que escuchamos son realistas, dotadas de grandes dosis de
humor, o ingeniosas, y a veces también muy tristes. Cada personaje seguirá con
su vida cuando la carrera acabe. Como casi es obligado decantarte por una
historia cuando una película cuenta con más de una, me quedaría con la de
París. Con ese lado oscuro del taxista quemado, que el quizás desconocía, y que
le obliga a hacer preguntas inapropiadas. Una gozada recorrer las nocturnas
calles de esas cinco ciudades, con travellings sorprendentes y una notable
fotografía, escuchar esos cinco idiomas que se hablan en la película, ver unas
actuaciones en su mayoría convincentes, y disfrutar de la áspera voz de Tom
Waits (atención al tema que se puede escuchar al final, durante los títulos de
crédito; es una maravilla).
“Una
fascinante radiografía a la humanidad”
FA
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