viernes, 28 de septiembre de 2012

Jim Jarmusch - Night on Earth (1991)


Una Noche en la Tierra

Interpretes: Winona Ryder, Giancarlo Esposito, Gena Rowlands, Armin Mueller-Stahl, Rosie Pérez, Roberto Benigni, Béatrice Dalle y Matti Pellonpaa

Película dividida en historias independientes a través de las cuales Jim Jarmusch presenta el panorama nocturno de cinco grandes ciudades (Los Angeles, Nueva York, París, Roma y Helsinki), con un taxi, y lo que en él ocurre desde el anochecer hasta el amanecer de un mismo día, y obviamente con diferentes personajes, como hilo conductor. Si alguien quiere saber quien es Jim Jarmush... debe montarse en estos cinco taxis que definen y diseccionan a la perfección su peculiar mundo. Un mundo nocturno, de solitarios y perdedores, de diálogos y silencios, de comedia absurda y soledad urbana. “Una Noche en la Tierra”, es para mí, una joya diferente a todo. Un ejemplo de cine independiente americano. Los Ángeles, sorprende. Nueva York, es pura ternura. Paris, un retrato irónico. Roma, es el gran divertimento y Helsinki la nota fría que adorna el filme. También es una de esas películas en las que los personajes rebasan por completo la narración y aunque alguna de las historias no raya muy alto argumentalmente, los actores y los diálogos se comen la pantalla.

Siempre he apreciado mucho en literatura el relato corto, porque requiere de su escritor condensar en muy pocas líneas la historia que quiere contar, y admiro a quien posee esa maestría. Lo mismo me ocurre cuando en cine me lo cuentan en un corto, y me lo cuentan bien. “Una Noche en la Tierra”, dirigida por Jim Jarmusch, y rodada en 1991, es eso, una sucesión de cinco cortos bien contados. Jarmusch, que es uno de los abanderados del casi extinto cine independiente Estadounidense, y del que hemos podido ver películas anteriores a este filme, como “Vacaciones Permanentes” (1980), “Extraños en el Paraíso” (1984), “Bajo el Peso de la Ley” (1986) o “Mystery Train” (1989) guioniza y dirige este compendio de historias que se desarrollan en la noche de cinco importantes ciudades del mundo, que son los marcos elegidos para desgranar esas historias que aparte de la noche, tienen el nexo común de estar narradas en el interior de un taxi y en el periodo de lo que dura una “carrera”. Todos los que ocasionalmente o habitualmente tenemos que hacer uso del servicio del taxi, sabemos el juego que puede dar una de esas carreras. Sobre todo si nuestra ciudad es grande, y el trayecto a recorrer, largo. Y si nosotros como usuarios lo sabemos, porque podemos recordar anécdotas que nos han ocurrido con el taxista que nos ha recogido, imaginamos las que puede contar cada uno de ellos de sus clientes.



Estas anécdotas son las que maneja Jarmusch en sus cinco cortos, utilizando los “tópicos” de cada país y ciudad en los que se desarrollan, pero que son identificables en cualquier lugar del mundo. La primera historia comienza al atardecer, (las 7:05 de la tarde) en Los Ángeles, y la protagonizan una taxista casi adolescente, pasota, que masca chicle sin descanso y fuma compulsivamente (Winona Ryder), y su pasajera, (Gena Rowlands) una ejecutiva cazatalentos de Hollywood, que recoge en el aeropuerto y que le pide que la lleve a Beverly Hills. Al interés que por sí mismo despierta el argumento hasta su desenlace, se une el poder ver ahora, pasados los años, la interpretación de una Winona de veinte añitos, quizás un poco sobreactuada, pero que intenta cumplir su cometido lo mejor posible. Y a una Gena Rowlands que demuestra una vez más, y en un breve espacio de tiempo, porque fue la musa de su marido, John Cassavetes, unos de los iconos del cine independiente de los años 70s y 80s. La segunda nos sitúa en Nueva York. Son las 10:05 de la noche. Un hombre de color (Giancarlo Espósito) intenta parar un taxi, sin éxito, para que lo lleve a su barrio, Brooklyn. Finalmente lo consigue, pero el taxista que lo conduce (Armin Mueller-Stahl) apenas sabe conducir, desconoce las calles y no domina bien el inglés. Es un emigrante Checoslovaco recién llegado a la ciudad, en su primer día de trabajo, y que actuaba como payaso en su país. A mitad de la carrera se une un tercer personaje, la cuñada del pasajero (Rosie Pérez).

La tercera comienza en París, a las 4:00 de la madrugada, en el interior de un taxi conducido por un emigrante de Costa de Marfil (Isaach De Bankole), que trabaja doce horas al volante, y que está soportando en ese momento los “racistas” comentarios de dos ejecutivos, también negros, que lleva como pasajeros. Posteriormente recoge a una joven invidente (Béatrice Dalle) con la que establecerá un inusual contacto verbal. Roma, también a las 4:00 de la madrugada es el escenario de la cuarta historia, y un parlanchín taxista (Roberto Benigni ¡como no!) conduciendo con gafas de sol, y que echa pestes de la escasez de farolas para iluminar la ciudad, el protagonista, junto a su cliente, un cura que recoge en una placita. La confesión del taxista, que se ve obligado a escuchar el sacerdote, aún en contra de su voluntad, es el jocoso argumento. Benigni está en su papel como pez en el agua. Helsinki y sus solitarias y nevadas calles a las 5:00 de la madrugada (casi ya amaneciendo), ponen el broche final con la quinta historia. Un taxista recibe una llamada desde la central para recoger a tres clientes en una calle cercana. Los tres, en evidente estado de embriaguez, y uno de ellos totalmente borracho. El taxista es un hombre serio y taciturno, lo que choca con el estado de sus clientes, en los que adivinamos enseguida, debajo de esa capa de alcohol que les envuelve, a trabajadores rudos, curtidos por la vida, y un tanto resentidos hacia ella. Dos de ellos le contarán la triste historia del tercero.



La relación superficial y fugaz que se establece entre taxista y pasajeros rompe las barreras sociales, crea breves intimidades e incentiva la conversación entre personas diferentes y desconocidas. El autor muestra su preferencia por los personajes marginales, algo excéntricos, inusuales, contradictorios, desubicados y por los que sufren y se rebelan. Las conversaciones son humorísticas, ingeniosas, realistas, emotivas y, a veces, dolorosas y tristes. El director busca lo absurdo, lo trágico y lo conmovedor de la cotidianeidad para aunar seriedad y rigor con humor e ironía (las muecas y gesticulaciones de Benigni, las ráfagas de palabras malsonantes de Rosie Perez, las preguntas a chorro sobre la vista y el sexo dirigidas a una ciega, etc.). Las historias no aportan conclusiones: son giros de la vida abiertos a múltiples interpretaciones. Con estos recursos, el autor construye una narración de gran fuerza estética. Los personajes están bien definidos. Las interpretaciones corren a cargo de profesionales reconocidos, que aportan interpretaciones convincentes. La música combina guitarra, violoncelo, trompas, acordeón, percusión y teclados. La película se beneficia de un sentido visual magnífico, basado en tomas largas. Obra producida, escrita y dirigida por Jarmusch. Expone varias versiones de una misma fábula, llena de humanidad, sinceridad, ingenio e inteligencia. El vals pausado que Waits canta, con su voz áspera y ronca, sobre los créditos finales es un delicioso colofón de lujo.



Ciento veintiocho minutos han sido suficientes para que Jarmusch nos haya desplegado dentro de esos taxis, un abanico representativo de la especie humana. Intimidades a veces inocentes, otras malsanas, que salen al exterior amparadas por la noche. Los diálogos sorprenden por su frescura. El director logra con ellos, adentrarnos en un retazo de la vida de cada uno de sus protagonistas. Las conversaciones que escuchamos son realistas, dotadas de grandes dosis de humor, o ingeniosas, y a veces también muy tristes. Cada personaje seguirá con su vida cuando la carrera acabe. Como casi es obligado decantarte por una historia cuando una película cuenta con más de una, me quedaría con la de París. Con ese lado oscuro del taxista quemado, que el quizás desconocía, y que le obliga a hacer preguntas inapropiadas. Una gozada recorrer las nocturnas calles de esas cinco ciudades, con travellings sorprendentes y una notable fotografía, escuchar esos cinco idiomas que se hablan en la película, ver unas actuaciones en su mayoría convincentes, y disfrutar de la áspera voz de Tom Waits (atención al tema que se puede escuchar al final, durante los títulos de crédito; es una maravilla).
“Una fascinante radiografía a la humanidad”
FA 1528

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