jueves, 6 de septiembre de 2012

Chris Marker - Chats perchés (The Case of the Grinning Cat) (2004)


Gatos encaramados
Un cineasta sale a la calle con su cámara a tratar de descubrir el misterio de unos gatos sonrientes que comienzan a aparecer dibujados en las paredes de París. Pero el misterio no es quién los hace, sino qué es lo que quiere decir ese gato. Y qué es lo que sucede en esas calles, esa ciudad y ese mundo en los que el gato se manifiesta. Suerte de diario personal urbano de ese gran documentalista y experimentador del cine que es el veterano maestro francés Chris Marker.
Hay un sentido democrático en la obra de Marker, donde todos merecen que sus historias sean contadas, aún en la forma condensada de un destello; como curiosamente observó en 2003, “que el escritor desconocido y el músico brillante tengan el derecho de ser considerados del mismo modo que el vendedor en el quiosco de la esquina quizás sea mucho pedir”. Se ha hablado mucho, a lo largo de décadas y en irritadas especulaciones biográficas, de la inclinación de Marker por el secretismo, sus nombres falsos (que ocultan su autoría en algunas obras significativas en varios soportes), la casi total ausencia de fotografías suyas y cosas del estilo. Mas allá de asuntos personales, esta niebla es estratégica: Marker desea ubicarse al nivel de cada rostro anónimo común y corriente, el tipo de ciudadano que puede entrar en la conciencia pública por sólo un breve instante –siempre que otra persona (en la mayoría de los casos) cargue con la responsabilidad de transmitir y comprimir en forma artística su relato de una manera alegre e ingeniosa. El arte de Marker depende del anonimato, su propio anonimato es sólo secundario, se trata del anonimato de la mayoría de nosotros, es precisamente el pathos prufrockiano[2] que nos llega en la poesía de T.S. Eliot, que es el punto de partida y el sujeto de la instalación Owls at noon prelude (2004). (...)
La carga poética del arte de Marker tiene mucho que ver con lo que se eleva momentáneamente del flujo anónimo de información social y rumor: una historia, una cara, un sólo fotograma. Su propia creatividad profusa de encuadres y registros se confunde deliberadamente (como en Con F de falso ([Vérités et mensonges, 1974], de Orson Welles) con la proliferación de muestras, citas, objetos encontrados en la mano de alguien (como en Recuerdo de cosas por venir [Le souvenir d’un avenir, 2001]) o de nadie: arte anónimo, origen perdido, sin firma. Este es, explícitamente, el banco de datos que sostiene a Owls at noon prelude: “objetos, imágenes que no pertenecen, pero están. Volantes, postales, estampillas, graffiti, fotos olvidadas, fotogramas hurtados del flujo continuo y sin sentido de la TV”. En Marker, esta tarea de coleccionar, filtrar y conectar fragmentos es un trabajo específico de memoria (o “inmemoria”), y de cómo el tiempo recordado construye lo que él llama “un viaje subjetivo”, dentro y en contra de una historia oficial y masiva; aunque Marker se toma también en serio el tiempo de los manuales, con su incesante reflexión sobre “la generación que emergió con la gran ola de 1917” –esa generación fabulosamente idealista pero “trágica” de, por ejemplo, el director soviético Alexandre Medvedkine, al que Marker dedicó varios filmes, incluyendo el épico El último bolchevique (Le tombeau d’Alexandre, 1992) y la diferencia con su generación, “nacida al otro lado del hoyo negro”, que “no puede ignorar la profundidad de su fracaso” (como escribió en la posdata de su colección de 1959, “Korean women”), y que debe cargar obsesivamente con la responsabilidad de pedir cuentas a las utopías socialistas y capitalistas. Como dijo una vez Ross Gibson: Marker, hoy de 86, puede reclamar (le guste o no) algo de “historia seria”. (...) (Texto de Adrian Martin, tomado de Cinéfilobar)

El cineasta Chris Marker, nacido en 1921, autor de "La jetée", "Sans soleil", crea una y otra vez cine innovador, original, revelando nuevas y valiosas aportaciones al medio. Su obra es clave en las intersecciones entre el documental, el film-ensayo, la vertiente social contestataria del cine, y la creatividad verdadera, que es libre pero ajena al ombliguismo de por ejemplo tantas veces el Godard de las horas bajas. Con este trabajo, Marker muestra una frescura envidiable, aunando las manifestaciones contra la guerra, los movimientos electorales y las apariciones de sonrientes "gatos encaramados", tal vez una buena manera de traducir esta obra, audaz, valiosa, repleta de vibrante vitalidad. Un film creado para la televisiva cadena francesa "arte", que sin duda muestra a un artista que no necesita demostrarlo en cada plano sino que se expresa con la belleza de un alma llena de lucidez y una mirada que une con naturalidad lo subversivo y lo alegre. Nada de extrañar, Marker probablemente sea el cineasta que mejor ha aunado la creatividad como un autor fundamental en la historia del cine, con el compromiso humano, social, trascendiendo y viajando constantemente entre el yo y el nosotros, sin perder la capacidad de sorprender(se), compartir y descubrir. Su mirada pura, sorprendida por lo maravilloso, puede ser todo un paradigma de que igual que otro mundo es posible, otro cine es posible. Un cine que sin ser esteticista se preocupe por la forma, que sin ser meramente panfletario exprese los movimientos sociales. Un cine vivo, juvenil en el mejor sentido de la palabra, en el que los tanques son coronados de margaritas y los gatos nos enseñan su mejor sonrisa. (cineoriginal)
"Me hubiera gustado vivir una época más pacífica para dedicarme a filmar lo que realmente prefiero: chicas y gatos." Chris Marker
FA 4991

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