Como
diría un buen amigo este cineasta portugués, nacido en 1939 y fallecido en
2003, es “pura perturbación”, aunque yo le agregaría perturbación con un grado
de mayor o menor elegancia, dependiendo de la película. También una
perturbación con muchos simbolismos (algo que a ratos puede ser
agotador). El BAM está haciendo una retrospectiva de su original trabajo,
al igual como lo hizo con el de Manoel de Oliveira hace un par de años.
No se si vale la pena ahora hacer conexiones o comparaciones entre ambos. En
realidad en términos de puesta en escena a veces se parecen en el uso de tomas
largas, la representación de un mundo medio venido a menos, una sexualidad que
flota en el ambiente. Puede ser mero formalismo, pero en lo que se
refiere a su última etapa, Monteiro es una especie de versión sórdida de su
compatriota de más 100 años.
Buena
parte de esa última etapa está dedicada a un personaje, interpretado por el
propio director, que se llama João de Deus, y que de algún modo es la
representación de las ideas más corrosivas que el cineasta pudo detonar
en medio de la sociedad portuguesa. Monteiro era al parecer un agitador nacido
en una familia de anticlericales y enemigos acérrimos de las ideas facistas, un
hombre con un radar para combatir los estados represivos.
João de
Deus es un tipo impasible, que esconde detrás al más peligroso de los diablos.
Su subversión no lo hace para nada un tipo querible, heróico o empático.
Es una rata, un ser que adopta la moral de una sabandija de alto calibre.
Además es un tipo repleto de perversiones sexuales. Tiene la apariencia de
alguien frágil e inofensivo, pero en realidad es una bomba de tiempo. Un
incitador de verdad.
De los
filmes protagonizados por João de Deus – que están dando en BAM- nos
encontramos, por ejemplo, con “Recordações da Casa Amarela”, “A Comédia
de Deus” y de algún modo también podríamos agregar “Vai~E~Vem” (donde existe
una extensión de João de Deus pero con otro nombre, João Vuvu).
En “A
Comédia de Deus” (1995) estamos en una heladería con un heladero – João de Deus
– que es una especie de vampiro de las mujeres, un granuja delgado, elocuente,
enciclopédico, una versión torpe entre el mito de Don Juan y del mito del
hombre mayor que le gustan las adolescentes. El filme es un vaudeville
grotesco, pero con el ritmo de una tarde dominical. Abundan chistes, algunos
buenos y otros flojos. Caen por todas partes un repertorio de
frases históricas. Prolifera la referencia cinéfila, con personajes que
se llaman, por ejemplo, Antoine Doinel, que en este caso es el nombre de
un francés que quiere comprar la heladería en la que trabaja João de Deus.
Dentro de ese espíritu cinéfilo aparecen referencias hasta a “Lolita”, aunque
Monteiro no le tiene miedo a reprimir el líbido y le echa aún más leña a
la hoguera.
Este
especie de entorno tradicional, anticuado, pero con un lado torcido, también
está en “Recordações da Casa Amarela” (1989), que de hecho es el primer
largo con João de Deus. Aquí João de Deus es parte de un himno al hombre
solitario, abandonado, que vive como cucaracha, en un hoyo. Pero no se trata de
una mirada compasiva de esa soledad, para nada. João de Deus vive en una
pensión, donde se pasa las horas pensando u observando a la hija de la dueña de
casa. Es un filme de voyerismo y fetiches, en niveles extremos. Maratónico en
el sentido de avanzar en espiral, como si este mundo de alienaciones se fuera
ampliando de forma incontrolada.
“Vai~E~Vem”
(2003), su último trabajo, es una comedia que tiene una contención formal
que la da a toda el filme un aura especial, pese a que en términos de historia
siguen abundando las libertades y los antojos. João de Deus ya no es João
de Deus sino que João Vuvu. El hombre está mucho más envejecido. Si antes era
un desadaptado, ahora es un fantasma, intentado transmitir su
conocimiento, vomitar toda la información e ideas que maneja. João Vuvu
es un viudo que pone un anuncio para contratar a una empleada doméstica. A su
casa llega una joven que él intenta seducir. De nuevo afloran las declamaciones
intelectules, las citas a la historia, a la política, a la sociedad literaria,
etc. Una actividad que continúa en todos los buses que aborda el protagonista,
rodeado de representantes del universo citadino. Aparecen hasta citas a
Bresson, y uno que otro juego teatral. Además se dedica a contarles
interminables historias a las mujeres que conoce en la calle. Cambia de empleada
doméstica, o bien trae a otras mujeres a la casa. Es toda una entretención
tenerlas como objeto de adoración sexual. Al igual que en los otros dos filmes,
las cosas se van enredando y terminan en una situación de unos cuantos acordes
más arriba que al comienzo del filme. Es una película-testamento en la que
Monteiro se despide del mundo, obviamente, con mucha ironía, ideas enfermizas,
febriles y excesos. Es la coronación a una avalancha de perversiones y a su
estilo, provocador.
Por
Jeronimo
Rodriguez
FA 4995
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