Lo Viejo y lo Nuevo (La línea general, 1929)
Según el historiador Georges Sadoul, Eisenstein comenzó este film tras el estreno de El acorazado Potemkin (1925), pero debió interrumpir su realización para hacer Octubre (1928). La idea era contar el proceso de colectivización de la tierra, en una época en que éste estaba lejos de haberse realizado a gran escala. Fue empresa difícil para un hombre de la ciudad anticipar lo que habría de ser la vida del campo y, por una vez, la masa debió ceder su puesto a algunos protagonistas individuales. Eisenstein eligió a una joven aldeana, Marfa Lapkina, que nada sabía de cine o teatro, para el papel de la protagonista y rechazó casi por completo la filmación en estudios y los decorados artificiales. (Malba)
Una campesina, ante las dificultades de la sociedad, se decide a cambiar de sistema y a sustituir su posibilidad de trabajo individual por uno colectivo. Con la colaboración del consultor agrícola de la región y de unos campesinos tan pobres o más que ella misma, se pone en marcha. Pero los éxitos conseguidos molestan a las autoridades ya los kulaks, que intuyen el peligro de la cooperación, alineando contra ella toda su fuerza, a fin de inutilizar el espíritu luchador de Marfa. Todo es inútil: los cuadros luchadores de la comunidad se cierran alrededor de la mujer, que consigue algo por entonces inaudito: hacerse con un tractor. La imagen de éste se encadena con una enorme multitud de tractores avanzando por las amplias llanuras.
Los objetivos de La línea general obedecen a dos motivaciones. Por una parte, se trata de un film didáctico. Explica cómo y por qué deben realizarse los cambios que permitirán continuar la Revolución en el ámbito rural soviético, los cambios que transformarán a los mujiks en koljosianos. Pero es, además, un film de "ficción documental", que refleja las dificultades y los éxitos alcanzados durante el proceso de colectivización agrícola durante el período que media entre el XV Congreso del Partido (diciembre de 1927) que fijó las líneas directrices y el Pleno del Comité Central del PC de noviembre de 1929, que, en sus conclusiones recogía "los progresos efectuados en el movimiento koljosiano de masas, considerado como una fase decisiva de la construcción del socialismo".
El tiempo transcurrido entre la concepción del argumento de esta película y de su montaje definitivo es contemporáneo con los años que separan estos dos acontecimientos. Eisenstein comenzó a escribir el guión en 1926 y el film se terminó en noviembre de 1929. La crítica que, con una gran proximidad a la mentalidad del realizador con 'complicidad' incluso, hizo el coetáneo Victor Sklovski, recogía esta situación: "El film tenía que ser rehecho. El inicio, más bien tímido, las indecisiones de Marfa Lapkina y sus amigos y vecinos, que no sabían si la leche cuajaría o no, dejaban espacio a una solución nueva. Pero Sergei Mijailovich reemprendió el rodaje de La línea general y en noviembre el film ya estaba acabado. Mientras tanto, en el campo se habían verificado cambios radicales. Por decisión del partido, se habían enviado decenas de millares de hombres, encargados de realizar el nuevo programa.La línea general había cambiado, pero todavía no se había alcanzado lo que se pretendía, faltaba algo. La película registraba en primeros planos los cambios acontecidos en la psique humana, pero no conseguía llevar el paso con la realidad. De hecho, el film, titulado Lo viejo y lo nuevo, habría debido ser proyectado tal como había sido rodado la primera vez y aprobado.La línea general, en cambio, tenía que ser revisada. Los aspectos trágicos de aquella fase de transición, los cambios acontecidos en la vida y en los métodos de trabajo de la mayoría de la población no se podían expresar limitándose a mostrar un nuevo tipo de fuerza motriz. Los films y los libros dedicados a la nueva realidad han necesitado, para nacer, enteras décadas, pero el film de Sergei Mijailovich conseguía comunicar la fe orgullosa en el nuevo orden, en el sueño y en la posibilidad de realizarlo".
Pero los motivos, las características de la película, que justifican la crítica de Sklovski son, precisamente, los que hacen de Lo Viejo y lo Nuevo un documento excepcional para ilustrar las explicaciones históricas referidas a la colectivización del campo, en particular, y a la Revolución soviética en su totalidad.En primer lugar, el film analiza un proceso cuyo proyecto, cuyo guión, está prefijado por unas determinantes muy concretas. La interpretación de la historia, según los dogmas del materialismo científico-marxista permite una auténtica profecía: lo que se debe hacer, la colectivización, se hará, será realidad, porque de esta manera se cumplen las leyes del progreso histórico.
En la película de Eisenstein el tránsito del proyecto a la realidad se identifica como la transformación de un sueño -la arcadia agropecuaria que contrasta con la dura realidad del campo de los mujiks -en lo nuevo: la integración de la agricultura soviética, colectivizada, en la modernidad urbana, industrial y mecanizada.Pero para acelerar este proceso, conocidos ya sus supuestos básicos,"científicos ': es preciso eliminar los obstáculos, lo viejo, que entorpecen la aceleración de la historia.
En función de este esquema aparece una valoración, en principio muy sencilla, que permite identificar lo "viejo" como negativo y lo "nuevo" como positivo. Pero, en armonía con los acontecimientos que se suceden de forma rapidísima en el contexto histórico en el que se realizó la película, las fronteras que separan lo viejo y lo nuevo no son estáticas, sino que se modifican rápidamente, afectando a esta primera identificación tan simplista. A una primera división entre lo moderno y lo antiguo, que sólo están separados por una temporalidad inconcreta, sucede un segundo modelo. Aquí es la Revolución de 1917 la que marca las diferencias.
En una tercera fase, la frontera entre lo viejo y lo nuevo, entre lo positivo y lo negativo, se concretará en los proyectos y las realizaciones que entre 1926 y 1929 posibilitaron el paso de la NEP a la colectivización del campo. Vemos pues que, mientras en términos generales la identificación viejo =negativo, nuevo = positivo permanece, la calificación de viejo o nuevo es modificada por el devenir de la historia. A este fenómeno, aparentemente tan obvio que puede parecer banal, cabe hacer dos matizaciones. En primer lugar, la continuidad y la aceleración del proceso. Y esto resulta muy significativo, porque supone que la Revolución no está terminada, no se ha alcanzado "el final de la historia".
En segundo lugar, la condena del inmovilismo post-revolucionario apunta a enemigos muy concretos, peligrosos porque pueden resucitar una sociedad de clases en la Rusia soviética: los kulaks, los burócratas y los tecnócratas. Éstos, nacidos de la situación post-revolucionaria de 1917, son pues nuevos pero, también, negativos. Sólo el cambio de frontera entre lo viejo y lo nuevo puede restablecer el equilibrio "natural" en el sistema de valores. Los esquemas que siguen intentan reflejar esta evolución. (Texto de Jose Florit, Lo Viejo y lo Nuevo (La línea general, 1929): Aproximación didáctica)
FA 3941
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